Zapatos
Cada par de zapatos tiene ya su trayecto marcado desde que sale de f¨¢brica: en alg¨²n punto invisible de su alma lleva un programa con todo el camino que ha de recorrer hasta terminar en un basurero al final de su viaje. Tal es la fuerza de esa fatalidad que uno nada puede hacer cuando mete los pies en unos zapatos nuevos: ellos comienzan a andar y, guiados por su destino, conducen al usuario hacia el bien o hacia el mal, seg¨²n un azar que est¨¢ previamente determinado en las suelas. De la suma de todo el calzado que un individuo guarda en el armario se deriva la variedad de su conducta, y tambi¨¦n la incertidumbre de todos los itinerarios que definen la existencia humana. Bajo la inspiraci¨®n de los propios zapatos, la gente camina. Unos tienen muy marcada la tendencia al abismo, otros realizan siempre el mismo circuito obsesivo que es el laberinto de cada d¨ªa desde casa a la oficina; algunos zapatos te llevan al lugar del crimen una y otra vez, y hay modelos que obligan a su due?o a pisar las moquetas de los altos salones, pero todos est¨¢n sometidos a la ley de la gravedad, y s¨®lo por eso no podemos volar. Unas zapatillas concretas ganar¨ªan los 100 metros libres, aunque no lle varan un atleta dentro; ciertas botas aplastar¨¢n por s¨ª mismas la cabeza de los vencidos, y luego desfilar¨¢n solas por la avenida de la victoria sin ejercito alguno; infinitas sandalias son capaces de engendrar encima de ellas una legi¨®n de profetas, y unas sagradas pantuflas con brocados pueden desarrollarse hasta formar un Papa. ?nicamente descalzos durante el sue?o, las personas son libres, pero cada ma?ana al pie de la cama todos los zapatos del mundo esperan a que el sue?o acabe. El cuerpo humano se introduce en ellos, y entonces la energ¨ªa que los zapatos reciben desde el fondo de la tierra pone en acci¨®n la maquinaria de la sociedad. Nadie sabe a qu¨¦ lugar le pueden llevar los zapatos ese d¨ªa, a qu¨¦ gloria, a qu¨¦ crimen, a qu¨¦ antro. Adonde quiera que vayan, t¨² no tendr¨¢s la culpa de nada, ya que no habr¨¢s hecho sino se guirlos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.