Resurgir de la ceniza
EL PABELL?N de los Descubrimientos que se incendió el pasado martes en la isla de La Cartuja de Sevilla no es sólo un grave contratiempo para la Expo: es una desgracia para todos. Obra de un arquitecto prestigioso, el edificio destruido era un emblema de la Exposición Universal y ponía en orden toda la larga historia de los descubrimientos, materiales e intelectuales, que han hecho posible que el hombre disponga de mejores medios para proseguir su laborioso desarrollo.La complejidad del proyecto requirió investigaciones y asesoramientos de todo tipo. Y, aunque desde luego no se pueden ignorar las responsabilidades -si las hubiere- del incendio (por ejemplo, los servicios de seguridad), tampoco se pueden soslayar ni ese esfuerzo ni lo que el pabellón suponía como lema de la Expo: La era de los descubrimientos. Su destrucción no debe ser irreparable y deseamos que los técnicos encuentren una solución intermedia para que reviva tras la inauguración del evento, el 20 de abril.
La tentación de dejar que los otros hagan para deplorar luego los errores es, básicamente, una actitud parasitaria. Cuando un trabajo de tantos a?os y gente cae por los suelos en dos horas de fuego, se queman muchos esfuerzos por mostrar la superación de los tradicionales atrasos y el anhelo de la eficacia. El sentido común sugiere la autocrítica y el respeto por el trabajo de los otros. La Expo es la labor de muchos espa?oles que ahora ven cenizas en lo que hasta anteayer era una ardua metáfora de 500 a?os de descubrimientos. Es tiempo de resurgimiento y trabajo. Como siempre, el poeta lo explicó mejor: "...y mostrar que pues vivimos, anunciamos algo nuevo".
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