"La cultura espa?ola no est¨¢ enraizada en el pa¨ªs"
Pregunta. Usted tiene 62 a?os. Parafraseando un poco el t¨ªtulo de la novela de Cort¨¢zar, ?¨¦sta es una edad para armar o ya est¨¢ todo completamente constituido?Respuesta. Yo creo que no se est¨¢ constituido nunca. Yo no me siento constituido; otra cosa es que los dem¨¢s me vean como tal. Cada vez que escribo una obra o tomo una decisi¨®n, los problemas que se me presentan siguen siendo aquellos que se produc¨ªan cuando yo ten¨ªa 20 a?os.
P. ?Y cu¨¢les son esos problemas?
R. Justamente el principal es el de tomar decisiones y elegir entre las distintas expectativas. Yo me he equivocado muchas veces aceptando o rechazando cosas, y eso me puede seguir ocurriendo. Soy una persona que ha de frenar inmediatamente que toma la primera decisi¨®n porque me pesa m¨¢s el poder emotivo que el poder de reflexi¨®n. Tengo que contar hasta cien para no equivocarme demasiado.
P. ?Cree que en este pa¨ªs se cuenta muchas veces hasta cien?
R. En muchos casos es evidente que no. Pienso que los que cuentan hasta cien tienen muchas posibilidades de equivocarse algo menos desde el punto de vista de su propia conveniencia. Un hombre que contaba hasta cien, sin duda ninguna, era el general Franco, que ejecut¨® a un legionario insubordinado 24 horas despu¨¦s de haber cometido la ofensa. Con su propia pistolita. En fr¨ªo.
P. ?Qu¨¦ consecuencias tiene en la vida espa?ola esa falta de duda que se produce a la hora de tomar decisiones?
R. Tiene una muy desagradable: la de tomar decisiones apresuradas muy frecuentemente, y sobre todo que a la gente se le caliente la boca, que se diga mucho m¨¢s de lo que se piensa decir. No es casualidad que en este pa¨ªs se haya acu?ado el dicho de que donde se quer¨ªa decir digo, se diga Diego. Eso est¨¢ pasando sin parar y agria la convivencia de una manera incalculable. En el fondo no es gran cosa, son picaduras de mosquito, pero ya resultan end¨¦micas y lo crispan todo. A veces pienso si eso no ser¨¢ querido, algo que ya forma parte de nuestros, instintos. A lo mejor si vivi¨¦ramos en un ambiente tan relajado como en el norte de Europa seguramente encontrar¨ªamos este pa¨ªs tremendamente aburrido.
P. ?Usted se siente c¨®modo en este pa¨ªs?
R. En muchos aspectos, s¨ª. Pero no creo que sea porque piense que es un pa¨ªs mejor, sino porque soy de aqu¨ª. No dejo de darme cuenta de que para vivir c¨®modamente, valga la aparente paradoja, hay que aceptar una buena dosis de incomodidad.
P. ?Cu¨¢les son las incomodidades espa?olas?
R. La primera quiz¨¢ sea esta especie de esgrima verbal: la maledicencia, el deseo de brillar y de ser ingenioso con lo que es m¨¢s f¨¢cil, las debilidades del vecino. Otra incomodidad que me irrita es que, como consecuencia de una historia muy cargada, este pa¨ªs sea tan cobarde y mediocre desde el punto de vista intelectual: se conforma con aparentar, no con ser. Yo participo de esos fallos y me cabreo mucho cuando lo noto. Hay una tercera condici¨®n que abomino de nuestro pa¨ªs: el profundo desinter¨¦s por la propia herencia.Eso evidencia una profunda desconfianza del espa?ol respecto de s¨ª mismo y tambi¨¦n un desprecio con relaci¨®n a lo que este pa¨ªs ha hecho.
P. La cultura siempre ha sido su punto de conflicto con la vida espa?ola. ?Qu¨¦ le pasa a la cultura espa?ola?
R. Desde mi punto de vista, creo que la cultura no est¨¢ enraizada en el pa¨ªs. Nuestro pa¨ªs apenas ha tenido otra cultura duran te much¨ªsimo tiempo que la cultura popular. Y desde el siglo XVIII, esa cultura ha sido deleznable: no puede compararse el romanticismo alem¨¢n con el romanticismo espa?ol, que ya es de recuelo. Yo creo que lo que podr¨ªamos llamar la gran cultura deja de cumplir su funci¨®n colectiva y no llega a modernizarse. El pueblo, por otra parte, ha perdido su cultura tambi¨¦n, que se ha visto sustituida por otra, igualmente de recuelo, procedente en gran parte de Estados Unidos. Eso es bastante aberrante. A¨²n no se ha hecho ¨¦l esfuerzo de incorporar nuestra cultura tradicional a nuestro pa¨ªs. No s¨¦ c¨®mo se hace, pero s¨¦ que hay que hacerlo: es una obra de titanes. No se olvide que los detentatores de una cultura popular espa?ola perdieron la guerra, y aquella cultura a la que ellos pertenec¨ªan no pod¨ªa seguir haci¨¦ndose desde el exilio. No se pueden cantar jotas en D¨¹sseldorf ni conservar nuestro glorioso romancero en Manchester.
P. ?Usted cree que ese proceso de desculturizaci¨®n ha podido conducir a la trivializaci¨®n?
R. En efecto. Pero es m¨¢s grave la indefensi¨®n que se ha producido. La gran mayor¨ªa del pueblo espa?ol ha padecido muy profundamente el desarraigo de su propia cultura. Por eso hay tantos escritores j¨®venes, por ejemplo, que se unen m¨¢s a la tradici¨®n inglesa que a la espa?ola. Hoy estamos tan alejados de la tradici¨®n espa?ola como pod¨ªamos estarlo de la china.
P. ?Da v¨¦rtigo la situaci¨®n musical espa?ola de hoy?
R. Al contrario. Est¨¢ mejorando de una manera fulminante. Que todo sea positivo es imposible. Pero se est¨¢ aumentando la vida musical: se est¨¢ variando el men¨² y se est¨¢ aumentando la raci¨®n. Se est¨¢n creando veh¨ªculos de difusi¨®n musical y se ha cobrado conciencia de que la m¨²sica tiene que estar en la base de la educaci¨®n del ciudadano medio. Esto es nuevo y puede hacer desaparecer esa idea absurda de que se puede escuchar m¨²sica de fondo. Es como hacer el amor de fondo: no se puede.
P. Extra?a ver a Luis de Pablo optimista.
R. No lo crea. Lo soy por temperamento, pero cuando me pillan un dedo o me pisan un callo, me fastidia y lo digo. Y hay veces en que uno se desanima al ver que, al cumplir los a?os, las cosas siguen siendo como hace 20. Y lo que m¨¢s me molesta es que en este pa¨ªs se siga apoyando la cultura en funci¨®n de criterios de rentabilidad: se subvenciona aquello que no lo necesita. Eso es lo que me pone pesimista.
P. Usted vive en el mismo edificio que un cantante muy popular, Joaqu¨ªn Sabina. ?C¨®mo convive usted con las otras formas de la m¨²sica?
R. Depende de cu¨¢les. Hay algunas por las que tengo simpat¨ªa y otras por las que no siento simpat¨ªa alguna porque son meros fen¨®menos comerciales que sirven intereses que nada tienen que ver con la m¨²sica. Me refiero a casi toda la m¨²sica comercial, que no puede moverse de un repertorio expresivo limitad¨ªsimo. Es un caso internacional que ha nacido. en los pa¨ªses anglosajones. Espa?a es un sat¨¦lite. Ha tenido consecuencias tan negativas que ha impedido que la gente aprenda a escuchar m¨²sica, porque ha cre¨ªdo que, en efecto, la m¨²sica puede ser como un ruido de fondo.
P. ?Hasta cu¨¢ndo se va a decir de usted que es un m¨²sico de vanguardia?
R. Pues hasta que se enteren de que soy otra cosa. Es como si todav¨ªa me vieran con pantal¨®n bombacho. Ni siquierajoven: ?62 a?os! Si me comparan con las pir¨¢mides de Egipto probablemente sea joven.
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