Desinformaci¨®n, indignaci¨®n y apreturas en el metro
No hac¨ªa falta agarrarse. Ayer, en hora punta, no hab¨ªa donde caerse en los vagones del metro. Aunque en algunas l¨ªneas, como la 6 (Laguna-Ciudad Universitaria), se viajaba con comodidad. Un turista japon¨¦s se desga?itaba preguntando por una estaci¨®n, mientras otros insultaban airados a los huelguistas. Hubo muchos despistados que a las diez segu¨ªan en el and¨¦n esperando in¨²tilmente unconvoy y otros muchos que, perdidos en los pasillos, buscaban la salida para no quedarse, encerrados. "?Pero no es ahora cuando terminaba el paro?", preguntaba una mujer poco despu¨¦s de las diez.
Una amenaza de bomba en la estaci¨®n de Oporto oblig¨® a interrumpir el servicio en la l¨ªnea 6 durante casi hora y media y una aver¨ªa en la l¨ªnea 2 (Ventas-Cuatro Caminos) durante 15 minutos. Tambi¨¦n se rompieron varias cancelas.Pero el parte de incidencias no registr¨®, seguramente, la presi¨®n que soportaron los viajeros. En la l¨ªnea 1, por ejemplo, los pasajeros que viajaban junto a la puerta ten¨ªan que bajar en cada parada para permitir la salida de los que quer¨ªan apearse. Eran las 8.30. Nadie le¨ªa el peri¨®dico, por falta de espacio donde desplegar las hojas. As¨ª viajaban tambi¨¦n en las l¨ªneas 7 y 8, que enlazan San Blas y Fuencarral, respectivamente, con Avenida de Am¨¦rica. Moverse-era dificil entre los apretujones. Excepto en algunos tramos de la.l¨ªnea 6, esto fue lo habitual en todo el metro.Poco despu¨¦s de las nueve, el metro empez¨® a despoblarse. Los laber¨ªnticos pasillos de la estaci¨®n de Avenida de Am¨¦rica, donde confluyen las l¨ªneas 4, 6, 7, 8 y 9, estaban medio vac¨ªos. La mayor¨ªa del p¨²blico corr¨ªa ya hacia las salidas, sabedores de que se acercaba la hora del cierre. En la l¨ªnea 6, una vendedora de ONCE indicaba el camino de salida a los viajeros desorientados. Muchos viajeros despistados siguieron esperando, como n¨¢ufragos,, en los vac¨ªos andenes hasta que, poco antes de las once, una voz avis¨® por megafon¨ªa el cierre inminente. Un hombre de mediana edad emprendi¨® la retirada vociferando contra los trabajadores del Metro, el Ayuntamiento y la Comunidad. Otros intentaban todav¨ªa acceder a los andenes. "Pod¨ªais haber avisado ?no?", dec¨ªa indignada una joven a los dos guardas jurados apostados en una entrada. Ya fuera, los viajeros se lanzaron a por los taxis. En el vest¨ªbulo de Avenida de Am¨¦rica, una pastelera se lamentaba: "Estos bollos reci¨¦n hechos se los van a comer por la tarde".Por la tarde, los apretones se volvieron a repetir. Minutos despu¨¦s de la apertura de las puerus, los andenes rebosaban de viajeros, literalmente aplastados los que cog¨ªan el primer convoy que pasaba por cada estaci¨®n.
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