"?Vaya detalle!"
Sorpresa por el gesto de dos conductoras de llevar a la gente en su coche como ped¨ªa el bando
La amabilidad de dos conductoras an¨®nimas se top¨® con la insolidaridad de los automovilistas. Ellas se detuvieron en las paradas de autob¨²s para -siguiendo los consejos del bando del alcalde- invitar a los ciudadanos a subir en el coche. Pero los conductores que circulaban detr¨¢s, solitarios en su autom¨®vil, les propinaron pitadas y destellos por entorpecer el tr¨¢fico. Los beneficiarios, en cambio, acogieron el detalle con una sonrisa y un salto r¨¢pido al asiento. Durante su deambular en tales taxis gratuitos durante tres horas, ninguna de las redactoras vio a nadie seguir su ejemplo.
Una maruja un poco sorda se instal¨® en la trasera del coche con un "?veis?, no todo el mundo es malo". Hab¨ªa llamado a rebato a varias conocidas ante el insolito ofrecimiento de subir al coche. La mujer, como las otras, llevaba una hora plantada en una parada de autob¨²s ante una calle de Alcal¨¢ tapiada por el trafico. A esas horas, las 9.45, Madrid era una ciudad sin autob¨²s ni metro.Subieron al taxi gratuito una chica jovencita, la mujer sorda y una educadora de una escuela infantil. Todas deb¨ªan estar ya en el trabajo a esas horas. Estaban alucinadas con la oferta. "Nad¨ªe, nadie ha parado", dec¨ªa la educadora, deslomada por estar de pie y haber andado desde la Elipa. , "En otras huelgas el Gobierno pon¨ªa militares y ahora no entiendo por qu¨¦ no lo hacen", dec¨ªa la mujer sorda, que estaba dispuesta, a sus a?os, a comprarse una moto.
Una nueva pasajera se subi¨® en otra parada, atiborrada, de Arturo Soria, en medio de una aclamaci¨®n general a la solidaridad de la improvisada taxista. La mujer ven¨ªa de limpiar una biblioteca p¨²blica de Arg¨¹elles. "Hemos trabajado s¨®lo de seis a nueve, para poder coger el metro despu¨¦s. Por la tarde, lo mismo. Pero del metro te echan y luego, a buscarte la vida".
Bast¨®n alzado
En plaza de Castilla, pasadas las diez, la calzada estaba invadida de ciudadanos que levantaban la mano para cazar las escasas luces verdes de los taxis.Una funcionaria jubilada de 78 a?os alzaba su bast¨®n entre los coches intentando in¨²tilmente parar taxis ocupados. Subi¨® al coche, que tambi¨¦n recogi¨® a una dependienta de El Corte Ingl¨¦s de Arg¨¹elles que entraba a las once. Con bastante despiste, como casi todos, ante los horarios de la huelga. "Pens¨¦ que cuando no hab¨ªa metro era en la hora punta y que ahora s¨ª". La mujer tuvo dificultades para bajarse, en el paseo de la Castellana. Sinfon¨ªa de bocinas y r¨¢fagas, como siempre. Y una orden terminante de un polic¨ªa para que el coche continuase.Al taxi se subieron despu¨¦s cuatro estudiantes de derecho a la puerta de la facultad, a media ma?ana. Ayer se encontraron con las aulas vac¨ªas y con suspensi¨®n de clases toda la semana. No se subieron otros ciudadanos que convirtieron las paradas del autob¨²s en punto de cita. Peatones de la plaza de la Rep¨²blica Dominicana, Bravo Murillo, y la plaza de San Juan de la Cruz sonre¨ªan asombrados y contestaban: "No, muchas gracias, esperamos a alguien".
"Gracias, hija, ya subo". Con ciertas dificultades, debido a su edad, grosor y un dolor en el tobillo, Fermina, que esperaba un taxi en Cuatro Caminos, se sube al coche, que se le queda peque?o. Se dirige al ambulatorio Jos¨¦ Marv¨¢, en Bravo Murillo., "Es que quiero que me vean el pie, porque tengo muchos dolores. Debe de ser artrosis".
Debajo del puente de Eduardo Dato, ?ngeles oteaba con desesperaci¨®n un horizonte alicatado de coches, pero sin taxis libres. La oferta del traslado gratuito la hizo pesta?ear. "Llevo 20 minutos esperando un taxi, pero todos pasaban llenos". "Lo ¨²nico bueno que puede salir de esto", concluye, "es la regulaci¨®n de las huelgas. M¨¢s le vale al Gobierno hacer la dichosa ley de una vez, porque si no, en las pr¨®ximas elecciones lo lleva claro".
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