La obra de 50 artistas ilustra la historia y el presente del arte suizo en el Reina Sof¨ªa
El comisario de la muestra, Harald Szeemann, cree que la crisis s¨®lo afecta a los malos artistas
Klee, Giacometti o el recientemente fallecido Tinguely son tres de los 50 artistas, 48 de ellos suizos, representados en la exposici¨®n Suiza visionaria, que hoy se abre al p¨²blico en el Centro de Arte Reina Sof¨ªa, en Madrid. El comisario de la muestra es Harald Szeemann, ex secretario general de la Documenta de Kassel y uno de los nombres de trayectoria m¨¢s interesante en el arte contempor¨¢neo europeo. Szeeman considera que la crisis siempre ha existido en el arte y que es incluso necesaria para fomentar la creatividad, y opina que la bajada de las ventas s¨®lo afecta a aquellos artistas que se sometieron a las leyes de la oferta y la demanda.
Tras ser exhibida en Z¨²rich, donde fue organizada en conmemoraci¨®n del s¨¦ptimo centenario de la creaci¨®n de la Confederaci¨®n Helv¨¦tica, y antes de que se desplace a D¨¹sseldorf, se presenta ahora en Madrid, con algunas modificaciones, esta exposici¨®n de la Suiza visionaria, que consta de unas 200 obras de m¨¢s de 50 artistas diferentes entre la segunda mitad del XVIII y la actualidad.Lo primero que sorprende en ella es, desde luego, el t¨ªtulo, pues el t¨®pico popular no suele asociar a los suizos, no digo ya con los estados de alucinada videncia, sino ni siquiera con otras altas miras que las naturales de los abruptos paisajes monta?osos que circundan a este verdaderamente extra?o estado, formado por tres lenguas y tradiciones culturales diferentes, por no hablar del restante conjunto de peculiaridades que hist¨®rica y organizativamente le distinguen del resto del continente europeo.
Por lo dem¨¢s, bastar¨ªa con que nos pusi¨¦ramos a repasar algunas de las personalidades de la historia cultural helv¨¦tica, empezando por la del propio Rousseau, para reparar que las concepciones visionarias no han sido ni mucho menos raras en este pa¨ªs, ni siquiera en la ¨¦poca contempor¨¢nea. Algo parecido ocurre si orientamos nuestro hist¨®rico repaso mental al terreno del arte, pues se suceden las figuras relevantes dedicadas a representar visiones extraordinarias, como F¨¹ssli, B?cklin, Hodler, Vallotton, Klee, Giacometti o el recientemente fallecido Tinguely. Y naturalmente todos estos artistas visionarios aparecen en la muestra presente, que, no obstante, no se acabar¨ªa de entender sin contar con otro suizo visionario, que, aun estando detr¨¢s de todo, no se le ve f¨ªsicamente por ninguna parte dentro de lo p¨²blicamente exhibido; me refiero al comisario de la muestra, Harald Szeemann, al que podemos ya considerar un viejo amigo de nuestro pa¨ªs por la frecuencia y la calidad de sus trabajos entre nosotros, algunos tan memorables c¨®mo la extraordinaria exposici¨®n que organiz¨® en Madrid sobre Cy Twombly durante la primavera de 1987.
Estados de videncia
En realidad el curr¨ªculo de Szeemann es uno de los m¨¢s impresionantes que hoy se pueden tener en Europa, pero lo m¨¢s importante para el caso es que su experiencia ha girado casi siempre por una din¨¢mica visionaria, tanto en lo que se refiera a su actitud respecto al arte contempor¨¢neo como por su afici¨®n tem¨¢tica a los estados de videncia, uno de cuyos jalones m¨¢s sobresalientes fue precisamente la organizaci¨®n de esta espectacular macromuestra titulada La tendencia a la obra de arte total. Utop¨ªas europeas desde 1800, que tuvo lugar en Z¨²rich, D¨¹sseldorf y Viena durante 1983.
Es importante tener en cuenta estos datos,porque sin la visi¨®n de Szeeman no se podr¨ªa explicar esta Suiza visionaria, a la que la mayor¨ªa, de nosotros acudir¨ªamos en principio con la idea de contemplar obras de estos artistas suizos mundialmente c¨¦lebres por sus representaciones fant¨¢sticas. Y, como antes he apuntado, claro que todos ellos est¨¢n, pero el ¨¦nfasis est¨¢ puesto en otra parte, puesto que los verdaderos protagonistas de la exposici¨®n son visionarios menos conocidos, pero que nos proporcionan ejemplos del estado de videncia mucho m¨¢s en bruto, prescindiendo incluso de las cortapisas que puede interponer el arte a la alucinaci¨®n y al ensue?o. En este sentido, sin que ello signifique que los artistas conocidos no est¨¦n presentes, con m¨¢s o menos relevancia -entre ellos, adem¨¢s de los antes mencionados, Appia, Obrist, W?lfli, Soutter, Taeuber-Arp, Meret Oppenheim, Lohse, Roth, Spoerri, L¨¹scher, Toroni, Raetz, Diesler... junto a esos otros cuya filaci¨®n helv¨¦tica desconoc¨ªamos, como Vautier o los Merz-, la l¨ªnea fuerte de la muestra est¨¢ organizada a trav¨¦s de esos locos sublimes, como el fundador de la Cruz Roja, Henry Dunant, H. A. M¨¹ller, Bossard, Clavel, Bickel, Kunz o Weber, que nos ofrecen un conjunto de formidables extravagancias, que alternan entre las construcciones tipo del cartero Cheval, la f¨ªsica recreativa, la teosof¨ªa o los falansterios.
Donde se aprecia mejor el talante visionario del autor de ¨¦sta muestra es en el encargo hecho a un no suizo, como Boltanski, que ha creado una soberbia y escalofriante pieza donde forman un muro los adoquines met¨¢licos que contienen cada uno la fotograf¨ªa de un an¨®nimo suizo muerto. Y es que, ?acaso puede haber alg¨²n tipo de videncia sin el p¨¢lpito de la muerte?
Babelia
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