Las eternas fantas¨ªas de los galos
Los franceses, aunque parezca lo contrario, no se pasan el tiempo manifest¨¢ndose por el distrito 7 de Par¨ªs, barrio donde se concentra la mayor proporci¨®n de ministros, de polic¨ªas y de monjas. Su principal ocupaci¨®n no es, aunque lo parezca, la de alborotar a unos j¨®venes estudiantes demasiado bien vestidos, ni la de pintar en unas paredes del metro en las que se han fijado algunas obras de arte, ni tampoco el dedicarse a poner trabas en las provincias a los nuevos trazados del TAV; ni siquiera lo es el volcar y arrojar sobre la v¨ªa p¨²blica las verduras y las carnes de unos camiones enviados por sus queridos socios europeos. Lo cierto es que coino, de una u otra manera, se pasan las horas viendo en la televisi¨®n a otros franceses haciendo justamente lo que acabamos de evocar, todos creen tener la sensaci¨®n de estar participando en una algarab¨ªa nacional, en un acab¨®se parecido al de aquel de 1968. En fin, a unas semanas de las elecciones cantonales y regionales, los franceses se desparraman por un Estado contra el que protestan todas las ma?anas, pero del que reclaman con fuerza su intervenci¨®n todas las tardes.Quien venga a Francia ahora creo que deber¨¢ soportar una buena serie de inconvenientes, pero tambi¨¦n, qui¨¦n lo dir¨ªa, podr¨¢ encontrar por las calles gente bastante equilibrada, deseosa de comer con refinamiento, de visitar uno de esos museos de provincias que tan magn¨ªficamente han sido revocados y enriquecidos, a gentes orgullosas de sus deportistas, de sus aventureros y de sus actores. Una observaci¨®n, dicha sea de paso: es imposible en 15 d¨ªas asistir a todas las nuevas exposiciones de pintura, a todos los conciertos, a todos los estrenos teatrales que se ofrecen en este pa¨ªs. Hablando con propiedad, nadie podr¨ªa decir que todo eso sea el s¨ªntoma de una civilizaci¨®n en decadencia, ni tan siquiera de una crisis. Sin embargo, la palabra crisis es la voz m¨¢s o¨ªda y repetida por los franceses, a no ser que uno se tope con un ciudadano con pretensiones culturales, en cuyo caso la palabra se torna entonces en la expresi¨®n "crisis de identidad".
Relativizar as¨ª un problema no significa hacer mofa de ¨¦l ni tampoco subestimarlo. Es un hecho que los franceses est¨¢n esquizofr¨¦nicos: viven en dos planos diferentes. Por un lado, act¨²an como si su pa¨ªs fuese pr¨®spero y ordenado; por otro, hablan de ¨¦l como si fuera miserable y an¨¢rquico. Esta esquizofrenia es en s¨ª misma un problema. Y tiene, como suele decirse, efectos multiplicadores. Sobre todo porque transcurre con unos decorados de fondo bastante particulares que convendr¨ªa matizar. Los franceses asocian la democracia con el decenio. Si los equipos en el poder pretenden perpetuarse, es decir, sobrepasar los 10 a?os de mandato, lo primero que hay que decir de ellos es que est¨¢n dando pruebas de mal gusto, luego de sospechosa indecencia y, por ¨²ltimo, de un sentimiento antirrepublicano. Es un hecho con el que hay que contar, y del que el general De Gaulle ya tuvo una amarga experiencia; cuando alguien se impone en Francia durante m¨¢s de 10 a?os, a continuaci¨®n los franceses estar¨¢n en condiciones de encontrarle todos los defectos y llegar¨¢n incluso a preguntarse por qu¨¦ extra?a aberraci¨®n mental se les ocurrir¨ªa votar, hace 10 a?os, a unos hombres que insisten con sus tan desagradables maneras. En el origen de la impopularidad de los socialistas hay muchas cosas, pero por encima de todas est¨¢, evidentemente, la usura de poder. A los galos les gustar¨ªa ya cambiar de jefe. Y si hemos de hacer caso a la televisi¨®n, lo que los franceses detestan es tener que soportar todos los d¨ªas el rostro del mismo presidente.
?Ser¨¢ suficiente con el cambio? Hay que convenir en que no. La pol¨ªtica, hoy, ha ca¨ªdo en un verdadero descr¨¦dito. ?Tanto como en Estados Unldos? Pues casi. Las abstenciones son muy, muy numerosas. Rep¨¢rese en nuestra propia corporaci¨®n: si un periodista, por serio y respetado que sea, se atreve a defender hoy con calor la pol¨ªtica del Gobierno, lo menos que suscita de inmediato es una seria inquietud acerca de su salud mental. Por el contrario, si ese mismo periodista a lo que se dedica es a elogiar a unos hombres de empresa obtendr¨¢ el derecho al reconocimiento de sus lectores. Una severa cr¨ªtica a un hombre pol¨ªtico lleva impl¨ªcito el reconocimiento y la estima del pr¨®jimo. La misma cr¨ªtica dirigida contra un hombre de empresa provoca, por parte de este ¨²ltimo, una suspensi¨®n de la publicidad en el peri¨®dico en el que se ha publicado la cr¨ªtica. Es una se?al muy Inquietante, aunque se la considere con el buen tono que desde hace cierto tiempo se exige, el que la "cultura de empresa" sea la condici¨®n de toda cultura y que se piense que sin ella no hay futuro para el pa¨ªs.
Podr¨¢ objetarse que los socialistas franceses no han hecho gran cosa para revalorizar la pol¨ªtica, lo cual es cierto desde muchos puntos de vista. Pero no por ello se debe meter en el mismo saco la meritoria adaptaci¨®n a las realidades capitalistas y la falta de imaginaci¨®n social. ?Existe hoy entre el personal pol¨ªtico franc¨¦s m¨¢s corrupci¨®n y prevaricaci¨®n que antes? Yo no lo creo. ?Se comportan peor los pol¨ªticos que los hombres de negocios? No estoy nada convencido de ello. ?Le han tomado gusto los socialistas a los cargos, a las prebendas, a los privilegios que el poder concede en Francia a quienes lo detentan? Eso s¨ª. Rotundamente s¨ª. Y tambi¨¦n es cierto que determinadas actitudes se soportan peor en los socialistas, pues en otros tiempos ellos las denunciaron de otros, y con toda raz¨®n.
Tal vez est¨¦n ustedes esperando que pase ya a otras cosas m¨¢s serias. Ahora voy a ellas. Aunque perm¨ªtanme decirles que las frivolidades evocadas me parecen m¨¢s determinantes que todo lo dem¨¢s. Y llego, en efecto, al hecho de que Francia posee el infamante privilegio de tener la extrema derecha m¨¢s poderosa del mundo, fen¨®meno ligeramente corregido por el hecho de que los ecologistas est¨¢n abriendo unos claros impresionantes. El tiempo trabaja a favor del Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen porque tiene un dep¨®sito de reserva inagotable: la emigraci¨®n. Un d¨ªa podr¨ªan desaparecer todos los problemas, pero no se acierta a ver por qu¨¦ habr¨ªa de desaparecer el de la inmigraci¨®n. M¨¢s bien al contrario: todas las previsiones concernientes, por ejemplo, al Magreb van en la direcci¨®n de un crecimiento de los flujos migratorios; por lo que parece in¨²til pretender Pasa a la p¨¢gina siguiente Viene de la p¨¢gina anterior contenerlos mediante la vigilancia de las fronteras. Por otra parte, es cierto que aumenta el paro, pero los magreb¨ªes deben pensar que un parado en Europa, y sobre todo en Francia, es m¨¢s feliz que un trabajador no especializado en el Magreb. El paro suscita verdaderas angustias, y la prueba es que por primera vez estamos viendo a franceses haciendo de basureros con los camiones de la limpieza urbana. El se?or Le Pen podr¨¢ seguir diciendo que los magreb¨ªes quitan el puesto de trabajo a los franceses, ya que estos ¨²ltimos ahora aceptan todo tipo de tareas mientras que antes dejaban encantados las faenas del basurero a los inmigrados.
El miedo al paro y la constataci¨®n de que los equipos, de izquierdas o de derechas, no han conseguido encauzarlo constituye el ¨²nico y serio malestar de la sociedad francesa, digan lo que digan todas las descripciones complacientes, a prop¨®sito del fin de la historia y de la ausencia de trascendencia. Pero, una vez m¨¢s, hay que contar con la eterna fantas¨ªa de los galos.
El ejemplo m¨¢s conmovedor nos lo ofrecen las manifestaciones universitarias contra las t¨ªmidas y razonables reformas propuestas por Lionel Jospin, ministro de Educaci¨®n Nacional; reformas que, por otra parte, hab¨ªan sido reclamadas por todas y cada una de las partes. Y as¨ª la Universidad, que en este momento es el microcosmos caricaturesco de todos los defectos y de todas las irresponsabilidades de la Francia pr¨®spera, empieza a agitarse. Denuncia la selecci¨®n cuando de ella no hay ni rastro en las reformas. Firma peticiones, congrega a autoridades morales y religiosas, moviliza los medios de comunicaci¨®n, se manifiesta en los Campos El¨ªseos. Y todos esos manifestantes son j¨®venes, guapos y simp¨¢ticos. Si no aparecen provocadores entre ellos, hasta se divierten mucho. Se gustan. Pero est¨¢n un poco fuera de lugar: caminan al lado de s¨ª mismos. Es la crisis de la Francia de nuestros d¨ªas.
Traducci¨®n: J. M. Revuelta.
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