Un poeta que necesitamos m¨¢s que nunca
C¨¦sar Vallejo naci¨® en marzo de 1892, en Santiago de Chuco, departamento de La Libertad, en el norte de Per¨². Santiago est¨¢ a 10.500 pies de altura, y en ese entonces ten¨ªa 14.000 habitantes, y quedaba a cinco d¨ªas de Trujillo, la capital departamental ?Fue una juventud anacr¨®nica, llena de nostalgia de provincia? La experiencia de Vallejo no fue de anacronismos, sino de sincronismos extraordinariamente violentos, o sea una experiencia de la coexistencia de tiempos premodernos y del pleno siglo XX. La coexistencia de diferentes historias se asoma por los nombres. Santiago, el santo invocado por los conquistadores; Chuco, top¨®nimo quechua, anterior a la conquista; La Libertad, referencia a la emancipaci¨®n de Espa?a, en 1824. El viaje a Trujillo requer¨ªa cuatro d¨ªas en mula y uno en tren. El tren no fue construido para el servicio pasajero, sino para transportar la ca?a desde las grandes haciendas azucareras hasta la costa, donde pasar¨ªa por procesos industriales para luego entrar en el mercado mundial.A los 18 a?os, Vallejo dej¨® Santiago y se matricul¨® en la Universidad de La Libertad, en Trujillo. Un a?o m¨¢s tarde viaj¨® a Lima y entr¨® en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En 1919 apareci¨® en Lima su primer libro de poes¨ªa, Los heraldos negros, que mayormente prolonga la po¨¦tica modernista. Pero tres a?os m¨¢s tarde sale Trilce, uno de los libros m¨¢s revolucionarios de la poes¨ªa del mundo hisp¨¢nico. En ese mismo a?o salen La tierra bald¨ªa, de T. S. Eliot, y Ulises, de James Joyce. Trilce no es menos importante, pero faltaba entonces, como falta ahora, una distribuci¨®n justa de los recursos econ¨®micos globales, y el libro de Vallejo no tuvo la suerte de ser publicado en uno de los pa¨ªses que se llaman avanzados.
En Trilce, Vallejo se revela como artista del siglo XX, de la ¨¦poca de Mallarm¨¦ y Picasso, ¨¦poca de los descubrimientos cient¨ªficos modernos y de Henry Ford. Pero llega enteramente por su propio genio, no es aprendiz de nadie. Como escribe a su amigo Antenor Orrego, "el libro ha nacido en el mayor vac¨ªo. Soy responsable de ¨¦l. Asumo toda la responsabilidad de su est¨¦tica. Hoy, y m¨¢s que nunca quiz¨¢, siento gravitar sobre m¨ª una hasta ahora desconocida obligaci¨®n sacrat¨ªsima, de hombre y artista, ?la de ser libre! ?Si no he de ser hoy libre, no lo ser¨¦ jam¨¢s!".
En 1923 viaj¨® a Par¨ªs, y all¨ª pasar¨ªa la mayor parte del resto de su corta vida. Hizo viajes a Madrid, donde vivir¨ªa por m¨¢s de un a?o y se har¨ªa militante del Partido Comunista de Espa?a. Tambi¨¦n viaj¨® a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, tema de dos libros suyos en prosa. Escribi¨®, adem¨¢s de la poes¨ªa, ensayos, novela, cuento y teatro. Pero es s¨®lo en la poes¨ªa que se revela como genio. Una gran parte de su poes¨ªa no fue publicada hasta despu¨¦s de su muerte. Estos poemas se conocen con el t¨ªtulo Poemas humanos, aunque un grupo de ellos forma un libro aparte: son los que escribi¨® acerca del tema de la guerra civil espa?ola. El libro se llama Espa?a, aparta de m¨ª este c¨¢liz, y fue publicado por los soldados del Ej¨¦rcito del Este en enero de 1939. Poco antes de morir (falleci¨® el 15 de abril de 1938), Vallejo entr¨® en una fase de escritura muy intensa, en la que compuso la mayor¨ªa de los poemas p¨®stumamente publicados. Coincidi¨® con un periodo de actividad pol¨ªtica intens¨ªsima, en el que trabajaba a favor de las fuerzas republicanas.
No vio la derrota final, pero vio el colapso inminente de la Rep¨²blica. Encomend¨® la Rep¨²blica a los ni?os del mundo, al futuro. Esa futuridad est¨¢ en todos los poemas del libro, junto con las terribles destrucciones del presente. Aqu¨ª se oye m¨¢s claramente al Vallejo que es poeta del amor socialista. Pero la visi¨®n de un futuro diferente no cierra las puertas del dolor presente, ni est¨¢ endeudada con la ideolog¨ªa.:
"Sol¨ªa escribir con su dedo grande en el aire: / 'Viban los compa?eros! Pedro Rojas', de Miranda de Ebro, padre y hombre, / marido y hombre, ferroviario y hombre, / padre y m¨¢s hombre, Pedro y sus dos muertes".
"Papel de viento, lo han matado: ?pasa! / Pluma de carne, lo han matado: ?pasa! / ?Abisa a todos compa?eros pronto!..".
?Viban los compa?eros / a la cabecera de su aire escrito! / Viban con esta b de buitre en las entra?as / de Pedro / y de Rojas, del h¨¦roe y del M¨¢rtir!".
"Registr¨¢ndole, muerto, sorprendi¨¦ronle / en su cuerpo un gran cuerpo, para / el alma del mundo, / y en la chaqueta una cuchara muerta...".
"Pedro Rojas, as¨ª, despu¨¦s de muerto, / se levant¨®, bes¨® su catafalco ensangrentado, / llor¨® por Espa?a / y volvi¨® a escribir con el dedo en el aire: / 'Viban los compa?eros! Pedro Rojas'. / Su cad¨¢ver estaba lleno de mundo".
La guerra civil espa?ola
Los materiales del poema fueron sacados por Vallejo del libro Doy fe, que reun¨ªa testimonios sobre episodios de la guerra. Citar¨¦ unas frases: "Uno de los primeros que nos hizo actuar, y que se hall¨® junto al cementerio de Burgos, era el cad¨¢ver de un pobre campesino de Sasam¨®n... Como ocurr¨ªa siempre, nadie se atrev¨ªa a identificarlo; solamente en uno de los bolsillos hallamos un papel rugoso y sucio, en el que, escrito a l¨¢piz, torpemente y con faltas ortogr¨¢ficas, se le¨ªa: 'Abisa a todos los compa?eros y marchar pronto" (Ferrari, p¨¢gina 484).
Antes de llegar a estos ¨²ltimos poemas, Vallejo hab¨ªa pasado por una serie de crisis claves en la dimensi¨®n de la expresi¨®n po¨¦tica. Dije que su primer libro, Los heraldos negros, prolonga la actitud modernista al lenguaje. Sin embargo, en algunos poemas finales del libro, se empieza a o¨ªr una profunda ruptura. Tal es el caso de A mi hermano Miguel, que se refiere a la muerte de uno de sus hermanos. El poema, que se sit¨²a en el ¨¢mbito de la casa paterna, comienza con una lamentaci¨®n frente a la ausencia del hermano. Van as¨ª los dos primeros versos: "Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa, / donde nos haces una falta sin fondo!". Luego, con el recuerdo del juego en que los hermanos sol¨ªan esconderse, el poema entra en el mundo de la fantas¨ªa infantil. Poco a poco, el juego se va cargando con el sentido de la muerte: Miguel se escondi¨®, y todav¨ªa no aparece. Hasta all¨ª, el poema sigue la l¨®gica del recuerdo nost¨¢lgico. Pero los dos versos finales rompen con esa estructura, suave pero violentamente:
"Oye, hermano, no tardes en salir. Bueno? Puede inquietarse mam¨¢".
Estamos en la zona del trauma, donde el ser humano se encuentra desprovisto de defensas frente a los choques de la vida. El poema marca el colapso del tiempo cronol¨®gico como vertebraci¨®n de la existencia personal y social y, por lo mismo, como vertebraci¨®n de la poes¨ªa. Descompuesta esa forma de segmentaci¨®n, surgen otras conexiones, menos esperadas, que se suman en el derrumbe del lenguaje po¨¦tico simbolista. Esto se dramatiza en un poema de Trilce, en el que Vallejo nombra al poeta simbolista franc¨¦s Samain:
"Samain dir¨ªa el aire es quieto y de una contenida tristeza".
"Vallejo dice hoy la Muerte est¨¢ soldando cada lindero / a cada hebra de cabello perdido... ".
El universo simbolista pierde su capacidad de ordenar y contener; se quiebran las conexiones armoniosas entre el sonido y las cosas. Estamos frente a la condici¨®n que Vallejo llama orfandad. Porque no se trata s¨®lo de la ausencia f¨ªsica de los padres, sino de c¨®mo su muerte irradia el mundo de las percepciones, del tejido verbal de la conciencia.
Otro poema de Trilce dramatiza c¨®mo la muerte de los padres impacta sobre los sonidos y los sabores. Cuando almuerza en casa de las t¨ªas de un amigo, los sonidos de los platos, el sabor de la comida est¨¢n cambiados: "He almorzado solo ahora, y no he tenido / madre, ni s¨²plica, ni s¨ªrvete, ni agua...". Tambi¨¦n est¨¢n cambiadas las palabras que se dicen; la palabra madre, por ejemplo, ha perdido su plenitud. Quedan afectados todos los dem¨¢s objetos y palabras. La plenitud de la referencia (la ilusi¨®n referencial) se ha perdido.
El poema 34 de Trilce (los poemas est¨¢n numerados y no llevan t¨ªtulo) est¨¢ saturado de plenitud. Tem¨¢ticamente se refiere a una relaci¨®n de amor dolorosamente acabada, y la plenitud est¨¢ en el ambiente nost¨¢lgicamente evocado: "Se cab¨® la calurosa tarde; / tu gran bah¨ªa y tu clamor; la charla / con tu madre acabada / que nos brindaba un t¨¦ lleno de tarde". La plenitud del tiempo se entrega en las cosas, y la sensaci¨®n de la plenitud sem¨¢ntica se refuerza por los ecos el nivel del sonido. Plenitud y falta se refuerzan mutuamente. Los sustantivos se llenan, basta la mera menci¨®n. Pero con los versos finales queda en trizas el mundo hasta all¨ª creado: "Y se acab¨® el diminutivo, para / mi mayor¨ªa en el dolor sin fin, / y nuestro haber nacido as¨ª sin causa". Ya no una falta que se define por un pasado ausente. Es m¨¢s: ya no se trata de falta, de ausencia. Porque no hay representaci¨®n alguna que pod¨ªa definir una falta. Porque el dolor no es una falta (del placer, por ejemplo), y no tiene l¨ªmites. Formalmente, el poema ha cumplido con las formalidades de un soneto, pero es un soneto que explosiona. De repente empieza a llegar desde otro lugar; en vez de ser un lamento nost¨¢lgico, emitido por un individuo adolorido, entra en una zona extra?a, en que los sentidos quedan trastocados y el individuo ha perdido su lugar.
No he mencionado todas las transformaciones por las que pas¨® la poes¨ªa de Vallejo. Deber¨ªan mencionarse, por ejemplo, la experiencia de la c¨¢rcel y la lucha contra el cristianismo. Pero creo que las que he tocado bastan para indicar por d¨®nde iba la poes¨ªa de Vallejo. No quiero terminar, sin embargo, sin enfatizar que en todo esto Vallejo es tambi¨¦n un poeta peruano. No lo es a nivel del tema; son pocas las ocasiones que el Per¨² surge como tema, aunque siempre son ocasiones de adherencia fuerte:
"?Sierra de mi Per¨², Per¨² del mundo, / y Per¨² al pie del orbe; yo me adhiero!".
Esta fuerte afectividad hacia el pa¨ªs natal se expresa, dadas las caracter¨ªsticas de la poes¨ªa de Vallejo, con todas las iron¨ªas y fracturas que se har¨ªan esperar. As¨ª es, por ejemplo, en los siguientes versos:
"Fue domingo en las claras orejas de mi burro, / de mi burro peruano en el Per¨². (Perdonen la tristeza). / Mas hoy ya son las once en mi experiencia personal, / experiencia de un solo ojo, clavado en pleno pecho, / de una sola burrada, clavada en pleno pecho, / de una sola hecatombe, clavada en pleno pecho".
Aqu¨ª se dan las fracturas acostumbradas, trastocando el tiempo existencial y el hist¨®rico, el cuerpo como sistema de referencia, el territorio como trascendencia, y los signos del patriotismo. El poema termina:
"?C¨®mo me duele el pelo al columbrar los siglos semanales! / Y como, por recodo, mi ciclo microbiano, / quiero decir mi tr¨¦mulo, patri¨®tico peinado".
En su poes¨ªa hay una presencia constante del habla com¨²n peruano, que se acompa?a por una efectividad indudablemente mestiza. Celebrar a Vallejo es tener presentes a esos or¨ªgenes. Es respetar el trabajo de genio que se revela en su poes¨ªa. Y es juntarse con la masa de lectores an¨®nimos, peruanos y otros, inclusive los venideros.
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