Los placeres del recuerdo

Cuando un m¨²sico con el curr¨ªculo de Eric Burdon sube a un escenario es dif¨ªcil juzgar su actuaci¨®n con ecuanimidad. El peso de su historia, casi siempre superior al de su presente, desequilibra la balanza descaradamente a su favor antes de que haya sonado la primera nota. Media batalla est¨¢ ganada de antemano, y poco suele importar que el anta?o estrella de un determinado g¨¦nero arrastre sus carencias sin rubor.Burdon conserva su orgullo y logra parchear con eficacia las limitaciones f¨ªsicas que arrastra. Tiene 51 a?os, una banda seria y un repertorio por el que cualquier vocalista vender¨ªa su alma al diablo. Razones m¨¢s que suficientes como para lograr que el p¨²blico, en su mayor¨ªa viejos seguidores del cantante brit¨¢nico, haga la vista gorda y se deje arrastrar por los placeres del recuerdo.

Burdon ha sido lo suficientemente astuto como para adoptar una banda ya formada. El grupo de su viejo amigo Brian Auger est¨¢ perfectamente rodado y no tiene el menor problema a la hora de adaptarse a la forma de cantar del que fuera l¨ªder de Animals. La secci¨®n r¨ªtmica resulta contundente; la guitarra brilla cuando no aburre y el teclado de Auger logra dar los toques de color precisos para ahuyentar la monoton¨ªa.

El vocalista de Newcastle (Inglaterra) dio un repaso a algunas de sus mejores canciones, dejando en el tintero al menos otras tantas. No faltaron Don't let me be misunderstood, We gotta get out of this place y, por supuesto, The house of the rising sun. Se atrevi¨® incluso con una digna versi¨®n del Roadhouse blues de The Doors.