Entra?as en venta
La seguridad jur¨ªdica de que gozan en una sociedad dada los que padecen de enfermedades mentales es testigo fiel del grado de respeto a los derechos humanos en esa misma sociedad. La desmovilizaci¨®n ideol¨®gica, acaecida a uno y otro lado del muro de Berl¨ªn tras el canto de cisne del esp¨ªritu libertarlo de los a?os sesenta, no s¨®lo ha propiciado el derrumbe de la esperanza comunista, mostrando la faz desnuda de su fracaso, sino que tambi¨¦n ha favorecido el apogeo en el mundo occidental de la moral del ¨¦xito y un cierto embotamiento de la sensibilidad p¨²blica por los derechos humanos.Las sociedades del ¨¦xito se pueden permitir contemplar sin pesta?eo el crecimiento sin fin de bolsas internas de pobreza o entender sin esc¨¢ndalo los brotes dom¨¦sticos de xenofobia, u observar' comprensivos la impermeabilizaci¨®n de las fronteras frente a la invasi¨®n del hambre, gracias a los instrumentos de desarme ideol¨®gico por ellas creado: el relativismo ¨¦tico, la convivencia con el doble mensaje y el realismo pol¨ªtico.
Al otro lado del Atl¨¢ntico, en los pa¨ªses encontrados hace 500 a?os, las cosas van mucho peor. Suena a sarcasmo hablar all¨¢ de los derechos del enfermo mental a corresponsabilizarse de su tratamiento o a ser protegido judicialmente frente a los abusos contra su libertad cuando las gentes menos favorecidas se ven con demasiada frecuencia obligadas a convivir con la inseguridad respecto a derechos a¨²n m¨¢s b¨¢sicos, como el derecho a la vida.
No se puede hablar de derecho a la vida cuando en Brasil siembran las cunetas con cad¨¢veres de ni?os acusados sin juicio de ser futuros delincuentes, cuando en Per¨² se contabiliza parte de la deuda externa en v¨ªctimas del c¨®lera, cuando en Colombia se sacrifican mendigos para vender sus despojos para estudios anat¨®micos (como hac¨ªan los chavales espa?oles con perros y gatos en los cuarenta y cincuenta), o cuando en Argentina, para finalizar antes de vomitar, se asesinan enfermos mentales acogidos en centros p¨²blicos para que sus c¨®rneas y sus entra?as puedan ser compradas por los que atesoran ¨¦xito y dinero.
Se puede afirmar, por consiguiente, que el siglo XX termina sin que en la faz de la tierra se haya escrito de forma indeleble y generalizada la primac¨ªa de los derechos humanos sobre la injusticia estructural y el abuso de los poderosos.- Presidente de la Asociaci¨®n Espa?ola de Neuropsiquiatr¨ªa.
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