Un ovillo endemoniado
Son m¨¢s las preguntas y los puntos oscuros que asaltan al titular del Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 4, Ignacio Segoviano, que las respuestas fundadas que puede ofrecer. En principio, se han cursado desde el juzgado de Barakaldo sendos exhortos a los juzgados de Ja¨¦n y Reinosa (Cantabria) para que env¨ªen de inmediato toda la informaci¨®n que posean sobre la desaparici¨®n de Enrique G¨¢mez Ortega. Las diligencias est¨¢n a¨²n en mantillas y las hip¨®tesis de trabajo sin explorar. Los interrogantes, sin embargo, se multiplican. ?Por qu¨¦ G¨¢mez abandon¨® su domicilio con 250.000 pesetas, seg¨²n ha confirmado uno de sus allegados, sin avisar en su casa?
?O qu¨¦ motivo le oblig¨® a desplazarse 700 kil¨®metros hasta llegar a Cantabria y hacerse pasar por un indigente? ?Acaso ten¨ªa previsto entrevistarse con Enrique Romai Ponce [el hombre a quien pertenec¨ªa el DNI utilizado por G¨¢mez y cuya identidad suplant¨® en un centro de C¨¢ritas] en Reinosa y no quer¨ªa dejar ning¨²n rastro? Entonces, ?por qu¨¦ utiliza un carn¨¦ de identidad falso? ?Es cierto que su familia no fue avisada de nada? Hay quien sospecha que ambos Enriques debieron encontrarse en Cantabria para algo. Pero ?para qu¨¦?
Las preguntas se agolpan, mientras la madeja se hace m¨¢s y m¨¢s inescrutable. Desde el juzgado han indicado que las causas de la muerte no presentan ning¨²n punto oscuro, por lo que parece improbable que fueran otras personas las que prendieron fuego a Enrique G¨¢mez. A efectos judiciales se trata de un suicidio, pero ?se quem¨® realmente a lo bonzo o alguien prendi¨® fuego a su cuerpo?
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