En la mesa de Rothschild

Enumerando como por azar una lista cl¨¢sica de incongruencias, repleta de inolvidables hitos como triste placer o silencio ensordecedor, uno cae en la cuenta de que, por m¨¦ritos propios, merece especial menci¨®n la de mayor insolencia: inversi¨®n profesional. Si algo es en esencia amateur por su propensi¨®n al riesgo imposible de calcular, es precisamente la inversi¨®n en valores.En tiempos de incertidumbre, uno cae en la cuenta de que el miedo a perder dinero es apenas un s¨ªntoma hipocondr¨ªaco que puede envilecer a los intermediarios. En coyunturas alcistas aumentan las comisiones, y en fases bajistas se incrementa el precio de los servicios financieros. El an¨¢lisis fundamental o la precisi¨®n ex post de los gr¨¢ficos se asemeja as¨ª al sarcasmo de Moli¨¨re en su Enfermo imaginario. "Si lo contrajo de su madre, es una neurosis; si lo hered¨® de su padre, tambi¨¦n; pero, en cualquier caso, son 10 dinares una vez por semana", diagnostica el m¨¦dico en la obra mencionada.

Para los pobres, la Bolsa es un plebiscito. Para los profesionales, un interminable interin antes de almorzar en la mesa de Rothschild, para utilizar un concepto muy vien¨¦s.