Divinas paradojas
Los momentos culminantes de la Semana Santa espa?ola, entre el rito y la amenaza de las invasiones tur¨ªsticas
En la Semana Santa espa?ola, lo mismo pesan el incienso y el esp¨ªritu de recogimiento que el viaje tur¨ªstico organizado en autocar. A la misma altura quedan el cirio y la c¨¢mara fotogr¨¢fica autofocus, las impresionantes im¨¢genes de Gregorio Fern¨¢ndez o El Monta?¨¦s y los recuerdos con lucecitas de colores de un Cristo en la cruz o una Virgen en su capilla. La Semana Santa es especialmente intensa en puntos como Zamora, Valladolid, Lorca, San Vicente de la Sonsierra, Granada, M¨¢laga y Sevilla, donde tiene su vida asegurada mientras un pueblo necesite ritos que rompan el tono monocorde de la cotidianidad. Pero es precisamente su irresistible atracci¨®n para los forasteros lo que amenaza con firmar su sentencia de muerte.
Sevilla, medianoche del Domingo de Ramos, El paso del Cristo del Amor se detiene justo en el centro de la plaza del Salvador, vuelto hacia la puerta de la parroquia. Suena el llamador dando los tres golpes que se?alan a los costaleros el inicio de la casi imperceptible levant¨¢ a pulso. La oscilaci¨®n de la imagen del Crucificado que el paso est¨¢ ya sobre los pies.Llega el sonido esperado durante un a?o, ¨²nico en toda la Semana Santa: los pasos cortos de los costaleros retumbando sobre la madera. La plaza se llena con ellos. S¨®lo se le superpone la voz poderosa de El Peregil, que desde un balc¨®n canta por saetas el Padrenuestro. La oscuridad, la multitud extasiada y apretada, la sensaci¨®n de que ya huye y se consume lo que tanto se ha esperado, el olor a azahar. Termina la saeta y su vac¨ªo se llena otra vez con el golpear de los pies de los cuarenta costaleros sobre la rampa.
Han pasado cuatro d¨ªas que parecen una vida, como si en ellos se multiplicaran las horas hasta un infinito emocional. Ha pasado tambi¨¦n la dislocaci¨®n temporal de la ininterrumpida secuencia del Jueves Santo y la madrug¨¢ del Viernes. La ausencia de la noche, como barrera de reposo f¨ªsico y de separaci¨®n perceptiva entre las procesiones de uno y otro d¨ªa, predispone a vivir la interminable madrugada -que arranca a la medianoche y se extiende hasta la ma?ana y el mediod¨ªa del viernes en algunas hermandades- con una sobreexcitaci¨®n de la sensibilidad que acent¨²a el esplendor o el dramatismo de lo que se ve.
Once horas de recorrido
Coinciden en esta noche grande de Sevilla el Silencio, la hermandad m¨¢s antigua de la ciudad; el Gran Poder, la imagen m¨¢s querida de Sevilla; el Calvario, la m¨¢s severa; la de los Gitanos, desbordamiento de saetas en torno al Cristo de la Salud, por los suyos llamado El Manu¨¦; y las m¨¢s multitudinarias y populares, las Esperanzas que conquistan Sevilla desde sus barrios de la Macarena y Triana.La Macarena, con 11 horas de recorrido ya a cuestas, va a entrar en el coraz¨®n de su barrio cuando ya hace tiempo que ha amanecido. Los bares se llenan de plumas blancas de avestruz cuando los armaos -la escolta romana del Cristo- entran a tomarse un caf¨¦ y un co?¨¢ para reponer fuerzas. La calle de la Parra aguarda a que entre en ella la Macarena. Se oyen, confusas, las voces -"Macareeeeeena, ?guapa!"-, y, por debajo de ellas, a la banda que toca una vez m¨¢s las marchas Campanilleros o Pasa la Macarena. Dobla la esquina la bulla compacta que va ante el paso. Por fin el paso entero es visible, dobla despacito -meci¨¦ndose sobre los pies- la esquina de Escoberos a Parra, y se sumerge en el delirio de la calle m¨¢s macarena de Sevilla.
Este a?o, las aglomeraciones provocadas por los ¨²ltimos preparativos de la Expo y su inauguraci¨®n (el d¨ªa 20) invadir¨¢n Sevilla y pondr¨¢n a prueba qu¨¦ puede m¨¢s en la Semana Santa: la masa dispar reci¨¦n aterrizada o la sal andaluza de muchos siglos.
En M¨¢laga, Nuestro Padre Jes¨²s el Rico tiene poder para conceder indultos desde los tiempos del despotismo ilustrado de Carlos III. El indultado, un recluso de la prisi¨®n provincial en r¨¦gimen abierto sin implicaciones en delitos de sangre o tr¨¢fico de drogas, es el elemento m¨¢s singular de la celebraci¨®n de la Semana Santa en esta ciudad. Carlos III concedi¨® este privilegio para premiar as¨ª el comportamiento de los reclusos malague?os, que sacaron la cofrad¨ªa a la calle en un a?o en el que la ciudad se encontraba azotada por una enfermedad epid¨¦mica.
La noche siguiente, la del jueves, otro preso, esta vez de madera policromada, camina por M¨¢laga. ?ste es Dios. El Cautivo pasa, entre el gent¨ªo, por el puente de la Aurora. La acumulaci¨®n de los mortales a sus pies y el balanceo de la t¨²nica blanca del Cristo dan la sensaci¨®n de que la imagen camina por s¨ª sola. Cuando ya va amaneciendo, El Cautivo sigue caminando por las calles del barrio de la Trinidad, hoy casi en ruinas, hasta un tenderete al que llaman tinglado. Una madrugada despu¨¦s, el viernes, El Nazareno, que con la cruz a cuestas abre paso a la Virgen de la Esperanza -la Dolorosa m¨¢s querida en la ciudad-, bendecir¨¢ M¨¢laga y a los malague?os y forasteros. Reconocido sea; obra m¨¢s aqu¨ª la t¨¦cnica que los milagros. La imagen del Cristo va dotada de un mecanismo electr¨®nico que articula uno de sus brazos para bendecir a los devotos mejor situados desde la plaza de la Constituci¨®n. El ritual se vuelve a repetir horas m¨¢s tarde ante la Tribuna de los Pobres, unas escalinatas desde donde los menos pudientes contemplan los desfiles procesionales.
Sin barroquismos ni sensualidad. S¨®lo con la austeridad de la madeja de lino, la caperuza blanca y espaldas congestionadas est¨¢ hecha la Semana Santa de San Vicente de la Sonsierra (La Rioja). Los picaos. Alrededor de treinta varones mayores de edad, guardando el anonimato, ataviados con una t¨²nica blanca abierta por la espalda, descalzos y con el rostro cubierto, se azotan cada a?o las espaldas hasta que las hacen sangrar. Guardan as¨ª la tradici¨®n de cumplir una promesa y penitencia como miembros de la cofrad¨ªa de la Santa Vera Cruz, cuyos or¨ªgenes se remontan al a?o 1551, aunque la costumbre de flagelarse en p¨²blico data del siglo XI.
Les acompa?an las llamadas mar¨ªas, tres mujeres con un manto negro, como la Dolorosa, con el rostro cubierto por las puntillas del manto y arrastrando cadenas con sus pies descalzos. Ribeteando las tres procesiones, unas 20.000 personas acuden con, m¨¢s morbo que otra cosa a ver a los picaos.
Suspendida por Bonaparte
San Vicente de la Sonsierra (1.300 habitantes) s¨®lo ha visto suspendida esta muestra de rito y devoci¨®n durante la Guerra de la Independencia. Los franceses de Jos¨¦ Bonaparte, en un alarde de las luces de la Ilustraci¨®n, prohibieron semejante demostraci¨®n de fe.Los vecinos del pueblo respetan a sus picaos y luchan contra el car¨¢cter masivo que va adquiriendo en los ¨²ltimos a?os y que puede quitarle todo el sentido. Y es que es dif¨ªcil que 30 picaos y 1.300 vecinos puedan explicarles a 20.000 extra?os algo tan poco convencional. Es el mismo problema con el que se enfrenta la procesi¨®n de los borrachos de Cuenca y los empalaos de Valverde de la Vera (C¨¢ceres) -una soga rodeando el torso desnudo y atando al cuerpo un tim¨®n de arado-: el no entender nada de quienes llegan de repente a ver qu¨¦ hay, a ver qu¨¦ hacen por aqu¨ª, sin m¨¢s esfuerzo.
Las calles de Valladolid se hacen museo durante la procesi¨®n del Viernes Santo. Cinco mil cofrades acompa?an los 28 pasos que desfilan por un circuito de unos cinco kil¨®metros. Son piezas especialmente valiosas. De hecho, buena parte de los pasos se conserva en el Museo Nacional de Escultura, ¨²nico en su g¨¦nero, que conserva las m¨¢s importantes esculturas policromadas de la imaginer¨ªa y la estatuar¨ªa de los siglos XIII al XVIII.
La est¨¦tica y la devoci¨®n, seguida cada a?o por no menos de 100.000 personas culmina con la despedida de la Virgen de las Angustias, en su templo, una ceremonia en la que se canta la Salve popular mientras la imagen entra a la iglesia. Entonces, todas las bandas que han intervenido en la procesi¨®n convierten los sonidos en estruendo sobrecogedor. Despu¨¦s, silencio. O autocar. La excursi¨®n, el viaje organizado, ha terminado.
Reportaje realizado por Carlos Col¨®n, Diego Narv¨¢ez, Antonio Castillo, Francisco Forjas y Rafael Ruiz.
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