Hacen falta otras medidas
Los empresarios, seg¨²n el autor echan de menos actuaciones concretas para impulsar la actividad econ¨®mica. Reprocha la actitud de los sindicatos y subraya como,uno de los grandes defectos del sistema de desempleo que invita a los parados a permanecer en el sistema de protecci¨®n en lugar de buscarles un empleo.
No s¨¦ hasta qu¨¦ punto la opini¨®n p¨²blica espa?ola comprende el significado de la tra¨ªda y llevada convergencia econ¨®mica con Europa, y menos todav¨ªa si se entiende la distinci¨®n entre convergencia nominal y convergencia real.
Para explicarlo se me ocurre la imagen de una flota de 12 barcos, que son los pa¨ªses que forman parte de la Comunidad Europea. No navegan a la misma altura, ya que algunos se encuentran rezagados en relaci¨®n con el conjunto, mientras que otros van claramente adelantados. Pero no es ¨¦sa la preocupaci¨®n primordial. Lo prioritario es garantizar que ninguno de los barcos zozobre, para que puedan continuar su marcha. En t¨¦rminos comparativos, esto es lo que se pretendi¨® en el acuerdo de Maastricht que se firm¨® en diciembre de 1991, cuando se estableci¨® una serie de medidas para garantizar el equilibrio de los pa¨ªses miembros de la CE en lo que ha dado en llamarse convergencia nominal. ,
Estos criterios de convergencia son sobre todo cuestiones de estabilidad, como mantener una inflaci¨®n moderada, un cierto equilibrio de las cuentas p¨²blicas; es decir, en el d¨¦ficit, en un endeudamiento p¨²blico razonable con tipos de inter¨¦s m¨¢s bajos, o un cambio de moneda estable.
Pero a partir de ah¨ª, y siguiendo con. el s¨ªmil n¨¢utico, un barco puede haber conseguido un buen equilibrio y haber eliminado los riesgos de naufragio, y sin embargo puede ser que no consiga avanzar. Este avance es lo que llamar¨ªamos la convergencia real. En el caso de los barcos, consistir¨ªa en conseguir que los m¨¢s rezagados obtuvieran una velocidad de marcha superior a la de los m¨¢s adelantados, hasta alcanzarles en un plazo m¨¢s o menos pr¨®ximo.
En el caso de los pa¨ªses de la Comunidad, se tratar¨ªa de que aqu¨¦llos con menor nivel de renta y bienestar, entre ellos Espa?a, crecieran en los pr¨®ximos a?os por encima de la media europea, hasta equipararse a los del pelot¨®n de cabeza en un periodo de tiempo razonable.
Decepci¨®n empresarial
Est¨¢ claro que para avanzar ' antes hay que conseguir un barco estable y equilibrado. Bajo este punto de vista, la convergencia nominal en materia de equilibrio es condici¨®n absolutamente necesaria para conseguir el avance. Sin embargo, y como hemos visto, no es condici¨®n suficiente para lograr la convergencia real, que es de lo que se trata a fin de cuentas.
El Gobierno ha presentado recientemente un Programa para la Convergencia con Europa que ha decepcionado a los empresarios. Por un lado, las medidas adoptadas para la convergencia nominal, esto es, para conseguir el equilibrio econ¨®mico, son de todo punto insuficientes. Adem¨¢s, hay una ausencia absoluta de medidas de impulso a la actividad econ¨®mica; es decir, de aquellas que nos permitir¨ªan crecer m¨¢s deprisa y efectuar una convergencia real, en nivel de renta, con la media europea.
Hasta tal punto esto es as¨ª que la mayor¨ªa de la opini¨®n p¨²blica ha visualizado el programa de convergencia como un mero recorte de las prestaciones por desempleo, sin dar mayor valor o relieve a otros aspectos del programa, quiz¨¢ por su inconcreci¨®n, o porque carga la mano en el diagn¨®stico y en los objetivos, y no en las medidas concretas para lograr esos objetivos, por otra parte irreprochables.
Lo anterior no significa tampoco que cuestiones como la reforma de las prestaciones por desempleo no hubieran debido abordarse. Todo el mundo sabe que el sistema de desempleo espa?ol tiene tres grandes defectos: genera un d¨¦ficit que est¨¢ alcanzando proporciones preocupantes, invita a los parados a permanecer en el sistema de protecci¨®n en lugar de buscarles un empleo y, por ¨²ltimo, genera un fraude evidente y promueve la econom¨ªa negra.
Por cualquiera de estas tres razones, hab¨ªa que proceder a reformar las prestaciones, y no digamos por las tres razones juntas. En este sentido, las quejas de los sindicatos carecen de base, tanto en la forma como en el fondo. En las cuestiones de forma, dif¨ªcilmente se le puede reprochar al Gobierno que no negocie el asunto con los sindicatos, cuando tuvieron todas las posibilidades de hacerlo el a?o pasado, con motivo del plan de competitividad, y en cambio decidieron levantarse de la mesa a la tercera reuni¨®n. De la misma manera, actualmente boicotean cualquier invitaci¨®n que les hace el Ministerio de Trabajo para negociar la Ley de Huelga, y eso por no hablar de ocasiones anteriores, como la imposici¨®n de la Ley de Control de Contratos, donde hicieron todo lo que estaba en su mano para evitar negociar con los empresarios.
Ineficacia del Inem
Tampoco en las cuestiones de fondo se les puede dar la raz¨®n: la proliferaci¨®n de los contratos temporales tiene su origen en la rigidez de los contratos indefinidos, lo que ha conducido a un mercado de trabajo dual, que disgusta tanto a los empresarios como a los propios sindicatos. Por otra parte, el sistema de desempleo, como mejora social, tiene un coste econ¨®mico, y no se puede desconectar esta prestaci¨®n con la capacidad que tiene el pa¨ªs para pagarla.
Hoy por hoy no la tiene, sin ni siquiera entrar a valorar la justicia o injusticia de que un trabajador que haya cotizado seis meses tenga derecho a un m¨ªnimo de tres en desempleo. Adem¨¢s, la falta de control de los que perciben el subsidio y la ineficacia de la labor del Inem como ofertador de nuevos empleos son cosas conocidas que propician el fraude al sistema. Aqu¨ª no debemos buscar tanto a los culpables, pues para hacer fraude normalmente se han de poner de acuerdo un empresario y un trabajador, como ensayar las f¨®rmulas de corregir el evidente mal funcionamiento, y eso es lo que, de manera parcial, se ha hecho.
Los sindicatos, por otra parte, exhiben la amenaza de huelga general como arma de chantaje permanente que se impondr¨ªa a los poderes democr¨¢ticos legalmente establecidos. Creo que no es de recibo esta actitud, como tampoco lo es convocar huelgas en sectores claves para el 92 (caso de la hosteler¨ªa o la construcci¨®n) para forzar la firma de convenios nacionales, cuando est¨¢n vigentes multitud de convenios colectivos provinciales.
De cualquier manera, el error b¨¢sico de los sindicatos es no reconocer que cualquier avance social debe ir precedido por una mejora de productividad a escala nacional, que permita pagarlo, igual que el error del programa del Gobierno es haberse quedado en medidas concretas sobre la prestaci¨®n por desempleo, que son, por otra parte, tan necesarias como impopulares. Los empresarios echamos de menos actuaciones concretas para impulsar la actividad econ¨®mica, tanto en el campo de la desregulaci¨®n de mercados como en los aspectos fiscales y financieros.
es presidente de la Confederaci¨®n Espa?ola de Organizaciones Empresariales (CEOE).
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