Protesta agraria
EL CAMPO es uno de esos sectores productivos en los que el esfuerzo exigido al conjunto de la sociedad para la convergencia europea resulta, sin ambages, un sacrificio. La aplicaci¨®n al campo espa?ol de la pol¨ªtica agraria com¨²n (PAC) en evoluci¨®n va a requerir de los que viven de ¨¦l abnegaci¨®n sin l¨ªmites y reconversi¨®n hacia otros sectores.Las tractoradas de estos d¨ªas han sido ampliamente seguidas. La firmeza de la protesta constituye un indicador del hondo malestar arraigado en el campo espa?ol. El motivo inmediato de la protesta es la reforma de la PAC. Seg¨²n los agricultores, ¨¦sta no resuelve el tradicional desequilibrio en el reparto de las ayudas comunitarias, que priman las explotaciones grandes e intensivas de los pa¨ªses del Norte frente a las extensivas y menos rentables de los pa¨ªses del Sur. Pero tras la causa inmediata laten todos los problemas complejos derivados del duro proceso de adaptaci¨®n al marco de competitividad que impone el cada vez m¨¢s intenso acercamiento al mercado ¨²nico.
No son, pues, de ahora las inquietudes que turban al campo espa?ol. Desde hace al menos tres lustros la agricultura est¨¢ realizando un importante esfuerzo de modernizaci¨®n, con logros patentes en algunos aspectos, acelerado desde el instante en que nuestro pa¨ªs inici¨®, en 1986, el proceso de integraci¨®n en los mecanismos de mercado de la CE. Resulta lamentable que este esfuerzo, todav¨ªa no concluido, no haya propiciado una pol¨ªtica de concertaci¨®n m¨¢s intensa entre que sean necesarias peri¨®dicas movilizaciones para forzar contactos que deber¨ªan estar a la orden del d¨ªa.
El ministro de Agricultura, Pedro Solbes, se ha mostrado presto a convocar a los representantes del campo para despu¨¦s de Semana Santa. Pero la tardanza en la convocatoria plantea la duda de si se hubiera producido sin las movilizaciones de la ¨²ltima semana. ?Considera realmente necesario la Administraci¨®n tratar a fondo los problemas del sector con quienes los sufren en primer t¨¦rmino?
Aunque resulte parad¨®jico, las movilizaciones pueden, serle ¨²tiles al ministro de Agricultura para sus contactos con Bruselas. Las exigencias europeas -las de la pesca y ganader¨ªa en Galicia o las que afectan al campo en general- no deben ser sentidas s¨®lo como una amenaza por los sectores afectados, sino tambi¨¦n como una oportunidad para transformarse. De ah¨ª que los gobernantes deban esforzarse por modularlas de modo que su cumplimiento no genere en algunas capas de la poblaci¨®n - un hasta ahora impensable sentimiento antieuropeo.
El exceso de ocupaci¨®n sigue siendo el problema estructural m¨¢s serio del campo espa?ol, a pesar de las decenas de miles de personas que lo han abandonado en los ¨²ltimos a?os. La precisi¨®n seg¨²n la cual se rebajar¨¢ el ¨ªndice de su poblaci¨®n activa del 12% actual al 6%, lo que implica la salida del campo de 300.000 agricultores, tiene todos los rasgos de una aut¨¦ntica reconversi¨®n. Ello requiere mucho tacto y todav¨ªa m¨¢s recursos. Lo importante es que esa salida sea digna, negociada con las administraciones, prevista y sin el cariz traum¨¢tico que reviste en este momento: el del que se siente expulsado de lo que ha sido su firma tradicional de vida ante su escasa capacidad para competir.
En los ¨²ltimos a?os, las medidas sobre reducci¨®n de precios de la CE fueron eficaces. Pero no lo fueron las medidas complementarias, como ayuda a rentas, ceses de actividad, abandono de tierras: apenas se han aplicado. He ah¨ª todo un programa por el que batirse en Bruselas y sobre el que articular un proceso serio de concertaci¨®n entre la Administraci¨®n y las organizaciones agrarias durante los pr¨®ximos a?os.
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