Un 'barbero' nuevo
Nuevamente lleg¨® El barbero de Sevilla a Madrid, ciudad a la que se lo presentaron, hace 170 a?os, Lorenza Correa, Mar¨ªa Navarro y Luigi Mari. Lo prodigioso es que F¨ªgaro, el barbero sevillano, permanezca vivo, atrayente, enredador y con ese raro poder de fascinaci¨®n. El barbero que escuchamos ahora resulta nuevo para muchos, precisamente porque el profesor Zedda (Mil¨¢n, 1928), ha vuelto a lo antiguo, es decir, a los originales. No se trata de tiquismiquis filol¨®gicos, ni de una mera operaci¨®n de limpieza, sino de un verdadero esfuerzo por repasar la historia para analizar las correcciones y a?adiduras, razonables o viciosas que sobre F¨ªgaro acumularon unos y otros.A no pocos les extra?¨®, de entrada, el sonido de una orquesta m¨¢s reducida de lo habitual, pr¨¢cticamente de c¨¢mara. Llama la atenci¨®n, a pesar de la operaci¨®n reductiva, la gracia de los contrastes t¨ªmbricos, el sonar directo de la guitarra, el equilibrio logrado en la continuidad y en la forma y, sobre todo, el despojamiento de un car¨¢cter que muchas veces convert¨ªa los personajes y hasta el argumento en caricatura, cuando se trata de iron¨ªa, de inteligente sentido de lo c¨®mico y, adem¨¢s, de belcantismo primoroso. Zedda ha vertido sobre El barbero un chorro de agua clara. Bravo.
El barbero de Sevilla
De Sterbini, basado en la obra de Beaumarchais. M¨²sica: G. Rossini. Int¨¦rpretes: William Matteuzzi, Carlos Chausson, Ruggero, Raimondi, Gino Quilico, Luciana Serra e ltxaro Mentxaka. Direcci¨®n musical: ?lberto Zedda. Direcci¨®n esc¨¦nica: C. Fern¨¢ndez de Castro. Escenarios: Joaqu¨ªn Roy. Orquesta Sinf¨®nica y coros titulares. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 18 de abril.
Tuvimos una interpretaci¨®n muy cohesionada en el conjunto y un poco desigual en las individualidades. Superlativo, como siempre, Raimondi, que hace de "la calumnia" una bendici¨®n de Dios, valga el disparate; escuchamos y vimos una Rosina, la de la genovesa Luciana Serra, gr¨¢cil, intencionada, sin la bober¨ªa que suele adjudic¨¢rsele; el zaragozano Carlos Chausson volvi¨® a decirnos que con ¨¦l no hay problemas: todo papel que encame estar¨¢ bien defendido, como lo estuvo su estupendo doctor Bartolo; adecuado, sobrio dentro del car¨¢cter del personaje, el F¨ªgaro del canadiense Gino Quilico y plausible, como lo fue, la Berta de ltxaro y Mentxaka. El problema fue Matteuzzi, el tenor bolo?¨¦s, en su arriesgad¨ªsima parte de Almaviva, no siempre bien dibujado, con dificultades en algunas extremadas ligerezas y nunca apoyado en una materia demasiado atractiva. Salv¨®, de todos modos, el personaje.
Unos escenarios de pleno y po¨¦tico realismo sevillano, originales de Joaqu¨ªn Roy y un vestuario creado por Ivonne Blake, se unieron al inteligente movimiento de la escena a cargo de Carlos Fern¨¢ndez de Castro. Supo hacer lo mejor: identificarse con los conceptos musicales del maestro Zedda que, todav¨ªa, me sigue interesando m¨¢s como revisor del legado rossiniano que como director. Pero es un excelente m¨²sico y sirvi¨® la obra desde algunos valores particularmente estimables: claridad, naturalidad y viveza.
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