Servicio militar, leyes e insumisos
La guerra entre los grupos humanos organizados social y pol¨ªticamente -tribus, ciudades-estado, imperios o Estados nacionales- ha sido una constante de la historia de la humanidad y sigue si¨¦ndolo hoy en d¨ªa.No es tan antiguo, que sepamos, el contrapunto de la violencia y la guerra: el anhelo, la b¨²squeda de la paz. Lo que llamamos civilizaci¨®n occidental parece, desde S¨®crates hasta nuestros d¨ªas, haber confinado la serenidad y la paz al individuo, no a la polis. Pero la serenidad del individuo, su paz interna, no estaba en contradicci¨®n con el cumplimiento de sus deberes con la ciudad, cuando deb¨ªa luchar como un soldado m¨¢s en defensa de sus leyes y su libertad. Matar o morir con las armas en la mano era una opci¨®n sin contrario posible para quien, como S¨®crates, quer¨ªa vivir no s¨®lo como individuo, sino tambi¨¦n como ciudadano de Atenas y defender sus leyes -justas o injustas-, su territorio y sus dioses.
Desde la Atenas cl¨¢sica del siglo V antes de Cristo hasta la Francia revolucionaria de finales del siglo XIX; desde Numancia hasta Dien Bien Phu, el ciudadano, el hombre del pueblo, de su pueblo, empu?aba las armas y luchaba en defensa de su territorio, de su mundo, de su libertad.
Desde la antig¨¹edad cl¨¢sica hasta hoy, el ciudadano en armas era s¨ªmbolo de la libertad individual y colectiva. El ciudadano en armas defend¨ªa la libertad de la ciudad, sus leyes, y defendiendo una u otras, defend¨ªa su propia libertad, afirmaba y realizaba su dignidad de indiv¨ªduo y de ciudadano. El territorio que defend¨ªa era aquel en que habitaban ¨¦l y los suyos, y donde estaban enterrados los padres y los padres de los padres; era la patria.
Se discute hoy entre nosotros si el servicio militar debe ser obligatorio e igual para todos o si el Ej¨¦rcito debe estar formado por profesionales, por hombres y mujeres que durante algunos a?os escogen el servicio de las armas como su profesi¨®n, de ella viven y por ella cobran un salario. Existen razones para defender una y otra forma. Razones sociol¨®gicas, pol¨ªticas y econ¨®micas.
Dada la complejidad de algunos de los sistemas de armas modernos, no cabe duda de que cualquiera que sea el sistema elegido por un Estado tendr¨¢ que haber, ya lo hay, un n¨²mero de soldados que formen en filas el tiempo necesario para garantizar que tales sistemas de armas est¨¢n manejados por bajo y un empobrecimiento en los poderes productivos de nuestra industria. Las presiones sociales que resultaron fueron controladas por una extensi¨®n de los poderes del Estado (m¨¢s poder judicial, por ejemplo). El centralismo del poder bajo Thatcher es en Espa?a el sentimiento de que cumplir el servicio militar obligatorio es algo in¨²til, una p¨¦rdida de tiempo. Es posible que este sentimiento, cada vez m¨¢s extendido entre la juventud, se deba al largo periodo de paz vivido por los espa?oles -desde 1939 hasta 1992- y al que se vive en la Europa occidental desde 1945. El corolario de esta manera de pensar es la defensa del ej¨¦rcito profesional frente a la del servicio militar obligatorio e igual para todos. Con independencia del coste que la elecci¨®n del sistema de ej¨¦rcito voluntario supondr¨ªa para el presupuesto nacional, la pregunta que hay que hacer es la de ?qu¨¦ ocurrir¨ªa en el caso de un conflicto armado en el que toda la naci¨®n se viera envuelta? ?Bastar¨ªa el ej¨¦rcito profesional para su defensa, o ser¨ªa necesario acudir a la movilizaci¨®n general? En mi opini¨®n, el mejor ej¨¦rcito nacional ser¨ªa el formado por ciudadanos libres que conocieran perfectamente el uso y mantenimiento de las armas o sistemas de armas que les estuvieran encomendados mediante el cumplimiento del servicio militar y despu¨¦s mediante el entrenamiento peri¨®dico y continuo hasta su pase a la reserva (Suiza, Suecia, Noruega, Israel). ?Y ojal¨¢ la historia les permita no tener que utilizar nunca sus conocimientos y capacidades!
Contra la guerra y el servicio militar en cuanto uso y manejo de las armas est¨¢ la postura de los pacifistas. El "no matar¨¢s" elevado a norma absoluta en el tiempo y en el espacio. Para ellos, con justicia, se ha establecido el sistema del servicio civil sustitutorio.
Pero cuando la ley obliga a hacer algo, cuando una ley lo impone, el ciudadano tiene que cumplirla. Y si no la cumple tiene que restablecerse el equilibrio roto sufriendo la sanci¨®n que la ley impone al que la incumple. Y a efectos de la sanci¨®n no cabe oponer a la ley la conciencia individual. Puede ser admirable, y a veces lo es, que por seguir el mandato de la propia conciencia el individuo particular no quiera someterse a la ley de la ciudad y est¨¦ dispuesto a sufrir el correspondiente castigo; pero si sigue viviendo en ella y no se exila y busca otra patria y otras leyes, el mandato de la ley debe imponerse y hacerse respetar por el juez competente. En otro caso, el Estado, constituido por las leyes buenas o malas, justas o injustas, ser¨ªa atacado en su esencia, y con ¨¦l se pondr¨ªa en peligro la propia convivencia social.
A trav¨¦s de los siglos siguen siendo v¨¢lidos los argumentos que Plat¨®n pone en boca de S¨®crates en el Crit¨®n, cuando el fil¨®sofo se niega a huir de la c¨¢rcel y est¨¢ dispuesto a morir a consecuencia de una sentencia injusta antes que cometer la que es para ¨¦l la suprema injusticia de ir en contra de las leyes de Atenas, porque esas leyes dicen: "Nosotros, que te hemos tra¨ªdo al mundo, alimentado, educado; nosotros, que te hemos hecho participar, como a todos los dem¨¢s ciudadanos, de todos los bienes de los que dispon¨ªamos, proclamamos, no prohibi¨¦ndolo, que todo ateniense que as¨ª lo quiera, despu¨¦s de que est¨¦ en posesi¨®n de derechos c¨ªvicos y haya tenido conocimiento de la vida p¨²blica y de nosotras, las leyes, puede, si no le gustamos, irse de Atenas... Pero si cualquiera de vosotros permanece aqu¨ª, donde puede ver c¨®mo se hace la justicia, c¨®mo administramos el Estado, entonces ese tal se ha comprometido a obedecer nuestros mandatos... Y si no lo hace, es triplemente culpable... porque se subleva contra nosotras... porque, comprometido a obedecemos, no nos obedece... porque no busca corregirnos por la persuasi¨®n si estamos equivocadas... Ese tal no quiere obedecer ni discutir".
Y la ley obliga por igual al ciudadano y al juez, para que la comunidad-sociedad, ciudad, naci¨®n, Estado siga existiendo. En estos tiempos en los que tantos y profundos cambios se acumulan, ?seguir¨¢n teniendo significado el mensaje y el ejemplo de ese gran disidente y disciplinado insumiso que fue S¨®crates? Algunos creemos que s¨ª lo tiene.
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