Un pu?adito de sal torera
N¨²?ez / Parada, V¨¢zquez, Espartaco ChicoToros de Carlos N¨²?ez, con trap¨ªo, serios; cornalones astifinos y enteros, excepto 6% sospechoso de pitones y con extra?a invalidez. Descastados.
Jos¨¦ Luis Parada: pinchazo, estocada corta ca¨ªda a toro arrancado, rueda de peones y descabello (silencio); bajonazo escandaloso (silencio).
Pepe Luis V¨¢zquez: pinchazo baj¨ªsimo, media baja y cuatro descabellos (algunos pitos); media estocada ca¨ªda y tres descabellos (ovaci¨®n y salida al tercio). Espartaco Chico: estocada baja (aplausos y salida al tercio); pinchazo, metisaca atravesad¨ªsima que asoma por un costado, rueda de peones y tres descabellos (palmas).
Plaza de la Maestranza, 22 de abril. Cuarta corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Pepe Luis V¨¢zquez junt¨® las zapatillas y le hizo al tercer toro un quite por ver¨®nicas hermos¨ªsimo, Aquello fue una brisa celestial que barri¨® los insoportables vapores de la pl¨²mbea tarde y la espesa feria. Embarcaba suave al toro en los vuelos lentos del capotillo y cuando remat¨® con la media ver¨®nica frunciendo la esclavina junto a la cadera, hubo una gran ovaci¨®n, s¨ª, pero hubo, sobre todo, un murmullo largo de ol¨¦s quedos, frases admirativas, preguntas que no pod¨ªan tener respuesta. "?Lo he so?ado, oiga?". "Usted no s¨¦; yo lo ven¨ªa so?ando desde que empez¨® la feria". Pepe Luis V¨¢zquez, as¨ª, de sopet¨®n, sin estridencias, sin decir all¨¢ voy y ahora ver¨¦is, sin dar cuartos al pregonero, hab¨ªa aderezado con una pizquita de sal torera ese guisote burdo e insulso en que han convertido la fiesta, y al p¨²blico se le hac¨ªa la boca agua.
No fue s¨®lo el quite, con ser mucho. Al quinto toro, una especie de mulo reacio a embestir, lo tore¨® como los ¨¢ngeles y all¨ª ech¨® el pu?adito de sal que faltaba para engolosinar a la afici¨®n. Los pases completos que pudo dar no pasar¨ªan de una docena, mal contada: dos tandas con la derecha rematadas mediante la trincherilla y el cambio de mano; otra de naturales en los que hubo un par de ellos de antolog¨ªa; suertes de dominio y de adorno para cortar la huida del toro, que proclamaba estrepitosamente su mansedumbre buscando el refugio de las tablas. Nada m¨¢s... y nada menos. Es decir: ?el toreo!
Al segundo toro tambi¨¦n le hab¨ªa intentado faena Pepe Luis, mas aquel animalote no humillaba, y ya se sabe que los toreros de arte, si les salen toros topones y derrotones, se niegan a despilfarrar las ambros¨ªas que custodian celosamente en el bolsillo de la chaquetilla. En definitiva, tras intentar redondos y naturales por ambos pitones, sin hacer se?al alguna de contrariedad, ni ostensibles gestos de que el toro era culpable y no val¨ªa un duro -seg¨²n es norma en la neotauromaquia-, resolvi¨® cuadrar y matar.
Corrida adelante llegar¨ªa la breve faena del arte, la pulcritud, la hondura y la naturalidad. Y la sal. El p¨²blico se hac¨ªa lenguas: "Si esto es torear ?qu¨¦ demonios hemos estado aplaudiendo desde que empez¨® la feria?". Bueno, lo que hab¨ªan estado aplaudiendo desde el comienzo de la feria -y aplaudir¨¢n hasta su conclusi¨®n, ?qu¨¦ demonio!- no carece de m¨¦rito. A los toros se les pueden hacer muchas cosas meritorias, independientemente de torearlos. Por ejemplo, pegarles trapazos, o cantarles La Traviata en la oreja, a grito pelado.
Todo tiene su emoci¨®n. Ahora bien, unos toreros se sienten capaces de estas cosas y otros, ni poni¨¦ndoles una pistola en el pecho las har¨ªan. Per ejemplo, nadie imaginar¨ªa a Joselito y Belmonte haciendo footing vestidos de luces. Y, sin embargo, otros toreros no tienen el menor inconveniente. Espartaco Chico, sin ir m¨¢s lejos, al acabar el pase¨ªllo dio unos brincos gimn¨¢sticos al estilo de los jugadores de f¨²tbol cuando calientan los m¨²sculos. El reglamento no lo prohibe, claro, aunque seg¨²n la ¨¦tica y la est¨¦tica habr¨ªa sido mejor que se pusiera el chandal y no hollara el hist¨®rico albero de la Maestranza.
Espartaco Chico fue consecuente y en sus faenas sigui¨® haciendo gimnasia. A los malos toros les dio pases toscos; eso s¨ª, con mucha voluntad. Jos¨¦ Luis Parada tuvo toros peores -reservones, inciertos, ¨¢speros-, a pesar de lo cual intent¨® el toreo.
La corrida transcurr¨ªa pesadota y, naturalmente, era digna de olvido. Pero cuando se hizo presente Pepe Luis, y tore¨®, dej¨® colmados de aromas los paladares. Algunos aficionados a¨²n se est¨¢n relamiendo de gusto.
Babelia
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