En las c¨¢maras del cuerpo
En unos momentos en los que un aut¨¦ntico imparable alud de propuestas centradas en la econom¨ªa del cuerpo, y en sus dispositivos enunciativos parece estar adue?¨¢ndose de la escena art¨ªstica contempor¨¢nea, como si de una nueva moda global se tratara, la presente exposici¨®n de la alemana Rebecca Horn constituye sin duda uno de los m¨¢s poderosos revulsivos que imaginarse puedan a este respecto. A partir de la idea del cuerpo como un contenedor (tanto de emociones como de ¨®rganos), o como una maquinaria de engarces no siempre perfectos, a partir de la idea del cuerpo como sujeto -ya propiamente dicho- de sentimientos y de sensaciones tanto terribles como felices, y a partir de la idea del cuerpo como pantalla para los recuerdos y como diana de vestigios de lo autobiogr¨¢fico, la artista prosigue con sus ya conocidos procesos de indagaci¨®n acerca del mundo de lo personal y de lo fisiol¨®gico de una manera a ratos tremendamente po¨¦tica y a ratos absolutamente desesperanzada, lejos de cualquier tendencia corporal al uso e inmersa en toda la din¨¢mica a medio camino entre la privacidad y su propia condici¨®n de mujer, algo que le ha llevado a realizar tambi¨¦n una notable cantidad de pel¨ªculas, de las que algunas de las m¨¢s representativas se proyectan peri¨®dicamente en una de las salas.
Rebecca Horn
El riu de la llunaEspal Poblenou. Passatge Saladrigas, 5-9 Hotel Peninsular. Sant Pau, 34 Barcelona Hasta finales de mayo.
Espacio y memoria
Dividida en dos espacios diferenciados, alejados geogr¨¢ficamente y, sin embargo, profundamente interrelacionados, la obra de Rebecca Horn propone nuevas consideraciones acerca de la relaci¨®n entre el espacio, el recuerdo y la memoria, y el cuerpo habitado, o incluso habitable. En ocho habitaciones de un hotel cercano a las Ramblas con una fuerte connotaci¨®n biogr¨¢fica -un hotel, que, como ella misma sugiere, puede tambi¨¦n apreciarse desde el punto de vista de un burdel o de un sanatorio- presenta peque?os ambientes que, a partir de la instalaci¨®n de dispositivos maquinales -y en una l¨ªnea fuertemente barthesiana-, trabajan incansablemente los recuerdos y algunas de las condiciones m¨¢s esenciales de lo humano: memoria, l¨¢grimas, amantes, disputas, cortes, ternura o resplandor.
Ya propiamente en el Espai Poblenou, una enorme maquinaria ocupa todo el espacio, dispuesta sobre un suelo, cuya epidermis agrietada recuerda a la piel vieja de un elefante. Se trata de un gran dispositivo que a modo de coraz¨®n gigantesco bombea mercurio desde la pared, y a trav¨¦s de conducciones de cristal y de plomo, hacia unos recept¨¢culos dispuestos en el suelo, cada uno de los cuales mantiene su propia regularidad, como si se tratara de particulares recreaciones de distintos ¨®rganos del interior del cuerpo humano.
A su vez, algunos de los conductos en cuesti¨®n terminan horadando de modo inacabable el muro de la sala, o acaban sepult¨¢ndose a modo de serpiente en el mismo suelo: hacia un final est¨¦ril o hacia el mar, huyendo, desapareciendo, con un resultado final cuya innegable potencia ya no deja demasiado lugar a las consideraciones acerca de los tradicionalistas problemas de lo art¨ªstico. Entra de lleno en el coraz¨®n de lo humano, en la luz terrible del sanatorio.
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