Su propia caricatura
Jandilla / Romero, Ortega, Ojeda Toros de Jandilla, justitos de presencia, ninguno astifino, muy flojos, manejables; 4?, totalmente inv¨¢lido.
Curro Romero: pinchazo y estocada corta ca¨ªda (silencio); estocada corta descaradamente baja (aplausos y tambi¨¦n pitos cuando sale a saludar).
Ortega Cano: cuatro pinchazos y descabello (silencio); media trasera tendida, rueda de peones, dos descabellos y se acuesta el toro; la presidencia le perdon¨® un aviso (silencio).
Paco Ojeda: metisaca alevoso (silencio); pinchazo bajo y estocada corta baja (silencio). La condesa de Barcelona presenci¨® la corrida desde el palco real.
Plaza de la Maestranza, 27 de abril. Novena corrida de feria. Lleno.
JOAQUN VIDAL
El d¨ªa despu¨¦s ya no fue lo mismo. El d¨ªa despu¨¦s ya no hubo Curro, el de la faena bonita y la torer¨ªa fina. El d¨ªa despu¨¦s quien estuvo en el ruedo era una imitaci¨®n. Lo peor del caso es que hac¨ªa la imitaci¨®n el propio Curro, con tan poca gracia que le sal¨ªa la caricatura de s¨ª mismo.
El Curro del d¨ªa despu¨¦s no toreaba hondo, ni se adornaba con pellizco; ni siquiera pegaba espant¨¢s. El Curro del d¨ªa despu¨¦s pasaport¨® sin miramientos un toro y en el otro mont¨® un cuadro flamenco para turistas. Como si la afici¨®n no supiera de qu¨¦ va la fiesta en general y Curro Romero en particular. Ese toro, cuarto de la tarde, se cay¨® fulminado al acabar el primer tercio, lo levantaron los peones tir¨¢ndole de un cuerno, y ya no par¨® de caerse, animalito.
Curro se hizo entonces presente; dio unos derechazos y luego unos naturales, todos al aire porque el toro se ca¨ªa, y puso la pierna ca?¨ª. Despu¨¦s porfi¨® un ratito cerca de los pitones al estilo de los m¨¢s consumados pegapases, hizo desplantes varios y, concluida la sesi¨®n, se march¨® en busca de la espada de degollar, tan jacarandoso y con la satisfacci¨®n del deber cumplido. S¨®lo le faltaron a Curro unas casta?uelas (vale decir tambi¨¦n palillos) y bailar con el toro unas sevillanas.
El p¨²blico de la Maestranza, por supuesto, no le jale¨® para nada el n¨²mero. Acaso un ole, algunas palmas... El p¨²blico de la Maestranza conoce al Curro torero casi tanto como si lo hubiera parido, o por lo menos le ha visto crecer (m¨¢s de 40 a?os vi¨¦ndole crecer); sabe hasta d¨®nde puede llegar su torer¨ªa lo mismo en las tardes buenas que en las malas, y a estas alturas de la pel¨ªcula no iba a aceptar el suced¨¢neo. Tampoco es que se enfadara: acept¨® el juego, no le import¨® ser c¨®mplice de la teatralidad de Curro, se ri¨® sanamente un ratito y corri¨® un tupido velo.
El resto de la corrida equivali¨® a una nana. Los otros dos espadas, cuando toreaban, era como si cantaran aquello de "Duerme mi ni?o, du¨¦rmete ya, ea, ea, ea". Consiguieron dormir a media plaza. Algunos aficionados, roncaban. Ortega Cano, que dio buenas ver¨®nicas a su primero, luego se puso a pegar derechazos -ea, ea, ea-, y ninguno le sal¨ªa no ya redondo, sino con mediano inter¨¦s. Al quinto toro a¨²n le peg¨® m¨¢s derechazos, ea, ea, ea, y debi¨® coger carrerilla, pues no paraba.
Paco Ojeda, con toros que embest¨ªan prontitos y noblecitos, renunci¨® a torear. Renunci¨® a torear en lo absoluto. Es decir, que pegaba derechazos con el exclusivo fin de que el toro le dejara ponerse cerquita y hacerle entonces sus famosos parones. Ninguno de sus toros (gente seria) toler¨® semejantes confianzas. A los pobres toros, que hab¨ªan sido criados para embestir e intentaban hacerlo con la mejor voluntad del mundo, el derechacista contumaz les estaba complicando la existencia. Parte del p¨²blico se dio cuenta y le afeaba que jugara al escondite con los toros, una vez meti¨¦ndose en la tabla de sus bien servidos cuellos, otras apretando a correr, en cuanto acababa el pase. El resto del p¨²blico no se dio cuenta porque estaba en plena siesta.
Finalmente despertamos todos pues la maravillosa banda del Maestro Tejera toc¨® la Marcha Real, en honor de la Condesa de Barcelona, madre del Rey, que hab¨ªa presenciado el festejo desde el Palco Real. La Condesa de Barcelona estuvo en los toros el domingo y el lunes, pues ambos d¨ªas toreaba Curro, y es currista, no nueva sino de la vieja guardia. Pero si le ocurr¨ªa lo que a todo el currismo militante -que es currista de Curro, no de su caricatura- entre el titular de la causa y los ni?os cantores de Viena le debieron dar la tarde.
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