Madrid 1993
El autor sostiene que la ¨¦poca del esplendor econ¨®mico no ha servido para dejar en Madrid mejoras urban¨ªsticas, y tampoco los acontecimientos de 1992, que han beneficiado fundamentalmente a Barcelona y Sevilla. Al contrario, se?ala que se han incrementado sus carencias, y hoy est¨¢ situada en el furg¨®n de cola en lo que se refiere a nuevas redes viarias y servicios. Pero a¨²n queda 1993.
Cuentan asombrados todos aquellos que recientemente han tenido la oportunidad de conocer a fondo Sevilla y Barcelona la profunda metamorfosis de estas dos ciudades. En Barcelona, los Juegos han permitido configurar un anhelado desarrollo urban¨ªstico hacia el mar y han mejorado sus accesos e infraestructuras de comunicaciones. Sevilla ofrece un grato espect¨¢culo en La Cartuja, al que se suman importantes inversiones que han transformado la ciudad. Las dos capitales han logrado un soporte s¨®lido para afrontar el futuro, y se convertir¨¢n, si, administran el empuje del 92, en nombrados centros urbanos de este continente. Los barceloneses -y los catalanes en general-, con su tradicional dosis de racionalidad y sus buenas maneras para hacer las cosas, han sabido aprovechar la coyuntura para abrir nuevamente los horizontes a su siempre acogedora capital.Madrid formaba parte del presente a?o de las abundancias. Sin embargo, el programa de la capital de Espa?a no era el m¨¢s apropiado para recibir los bienes del m¨¢gico 92. Pero, adem¨¢s, hace ya tiempo que la ciudad no es nave capitana, y evoluciona a la deriva en la cosa de los servicios y atenci¨®n a sus ciudadanos. El controvertido pirulazo de la Moncloa, como le llaman los castizos, ha sido una de las escasas aportaciones madrile?as, en sus aspectos urban¨ªsticos, a tan se?alada fecha. Ni siquiera el viejo proyecto de la M-30 ha finalizado con dignidad. Poco m¨¢s que a?adir a la conmemoraci¨®n, salvo alguna ampliaci¨®n al repertorio habitual de cada ejercicio en actos culturales.
La ¨¦poca del esplendor econ¨®mico, el ciclo 1985-1990, no ha servido para dejar en Madrid mejoras urban¨ªsticas que hicieran de la capital y su ¨¢rea metropolitana un ¨¢mbito m¨¢s agradable y c¨®modo; se han incrementado sus, carencias, y hoy est¨¢ situada en el furg¨®n de cola en lo que se refiere a nuevas redes viarias y servicios para la comunidad. Las dudas, los enfrentamientos y celos pol¨ªticos, los vaivenes para establecer y apoyar proyectos con un car¨¢cter verdaderamente innovador, anticip¨¢ndose a las demandas, han excluido a Madrid de las ciudades europeas que disfrutan de correctas soluciones para el transporte o la vivienda. En definitiva, para la calidad de vida.
Nos enfrentamos ahora con la austeridad inversora cuando ni siquiera se ha disfrutado de un flujo corriente en esa actividad. Tal vez, por todo lo expuesto, me describen el estupor y la sana envidia que se alimenta al observar el impulso de la capital catalana. Mientras otras ciudades se planteaban soluciones urban¨ªsticas para el futuro, Madrid, no hace mucho tiempo, gastaba sus energ¨ªas en iniciativas para potenciar la fuerza cultural juvenil y en acciones para mejorar la convivencia. Sin duda, era eso lo m¨¢s importante, pero una ligera capa de pragmatismo, previsi¨®n y planificaci¨®n, habr¨ªa evitado los colapsos circulatorios o que la ciudad se apuntalara entre la especulaci¨®n y el abandono.
Madrid es la ciudad de las oportunidades, al igual que lo fue en el pasado reciente, pero a costa del marasmo y el sufrimiento de la mayor parte de sus. ciudadanos: todos los que habitan en este espejo y ventanilla del Estado espa?ol, con las desventajas que supone esa cualificaci¨®n en lo que se refiere a incomodidades (huelgas, visitas, celebraciones, conferencias, etc¨¦tera).
Los madrile?os acarician, como nadie, las vibraciones de todo el pa¨ªs, y est¨¢n abonados a la primera fila del gran espect¨¢culo pol¨ªtico y social. No pagan entrada por esa privilegiada situaci¨®n, pero, en cambio, son protagonistas de la agresividad y las tensiones generadas, entre otras cosas, al malgastar demasiado tiempo por el hecho de habitar en este gran escenario de dificultades e improvisaciones.
Aviso para el futuro
Debemos alegramos, no obstante, por el hecho de que Barcelona o Sevilla hayan resuelto muchos de sus problemas al amparo de los Juegos Ol¨ªmpicos y la Expo, especialmente si con ello se hace m¨¢s patente el retraso de Madrid y se alumbra alg¨²n aviso para el futuro. El a?o 1992, ya lo sabemos, dejar¨¢ pocas huellas en la sonora capital de la cultura. Por ejemplo, para la ocasi¨®n, ni si quiera se ha consolidado un Museo Nacional de Arte Contempor¨¢neo, no se ha terminado el Teatro de la ¨®pera, no se vislumbra la anunciada Ciudad del Cine y la Imagen, tampoco un aeropuerto a la medida de la capital o la necesaria ampliaci¨®n del Museo del Prado, am¨¦n de un sinf¨ªn de anunciadas obras y reformas. Los de Madrid, como les califican aquellos que residen en la periferia mientras disfrutan (como debe ser) de muchos, kil¨®metros de autopista, tampoco tendr¨¢n en 1992 una red viaria que solucione los problemas de su almendra con el cintur¨®n o un transporte colectivo a la altura de los tiempos. Ni, por supuesto, viviendas asequibles, a pesar de residir en un territorio sin dificultades para la expansi¨®n, y a precios baratos, si se hubieran establecido actuaciones pol¨ªticas adecuadas.
Hoy Madrid se recuerda, sobre todo, por el ritmo de su vida nocturna, pero tambi¨¦n por sus ruidos, la suciedad de sus calles, los precios o las dificultades del tr¨¢fico. Para impedir que Madrid sea una ciudad achatada, a partir de 1993 las diferentes administraciones deber¨ªan ocuparse de este centro urbano. Por evitar su abandono y para equilibrar la falta de atenci¨®n que ha sufrido, como es natural, ante los retos que ten¨ªan por delante Barcelona y Sevilla, 1993 deber¨ªa constituirse como el a?o de la regeneraci¨®n de Madrid.
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