?lvaro Custodio y la generaci¨®n de La Barraca
Pertenec¨ªa a una generaci¨®n para la que la literatura era una actividad de contacto e inserci¨®n social. No era una funci¨®n social, como lo fue para los que bastantes a?os despu¨¦s, bajo la dictadura, encontraron el procedimiento -esencialmente realista- para transmitir su mensaje social y pol¨ªtico. Los hombres que rondaban los veinte cuando en el advenimiento de la Rep¨²blica, como Custodio (Ecija, 1913), heredaron la alegr¨ªa l¨²dica de las vanguardias de sus predecesores inmediatos, pero la inscribieron en una acci¨®n cultural popular. Eran los miembros m¨¢s j¨®venes de La Barraca. Luego, en el exilio muchos de ellos, no olvidaron la lecci¨®n aprendida por los caminos y pueblos de Espa?a: el car¨¢cter naturalmente popular de los cl¨¢sicos, la capacidad de los campesinos para entender y participar en los planteamientos del teatro barroco. ?lvaro Custodio iba a dedicar buena parte de su labor teatral en M¨¦xico a la modernizaci¨®n esc¨¦nica de los cl¨¢sicos, Lope de Rueda, entremeses cervantinos, en el Festival de Guanajuato y en el repertorio de la compa?¨ªa que en la capital mexicana dirigi¨® durante muchos a?os. M¨¢s tarde, tras la vuelta a Espa?a, al frente de esa compa?¨ªa vocacional del coliseo Carlos III de El Escorial cuya primera ¨¦poca est¨¢ unida a su nombre. S¨ªntesis cervantinas como El patio de Monipodio e indagaciones sobre los grandes mitos que tan bien entiende el pueblo, como el de la vitalidad sin objeto y recurrente -de don Juan. Es como si la dinast¨ªa del exiliado tratase de abreviarse con la inmersi¨®n en los grandes temas de nuestra literatura cl¨¢sica. Tal vez no fuese ajena a esa voluntad de zambullida en el curso hist¨®rico temporalmente perdido fijar su residencia en lugar tan emblem¨¢tico como El Escorial.
Tras lo cl¨¢sico, el intento de recuperar lo experimental y novedoso en su momento, como en esa versi¨®n dif¨ªcilmente de As¨ª que pasen quince a?os, y en lo que, me parece, no se ha vuelto a repetir en nuestra escena, Los santos, de Salinas. M¨¢s tarde, la dificil¨ªsima escenificaci¨®n de La Regenta, obra que tanto se resiste al teatro y al cine.
Custodio no era solamente escritor de teatro, sino un acabado hombre de letras, cultivador de los principales g¨¦neros. Hace tres a?os nos mostraba las pruebas de su ¨²ltima novela, en que la imaginaci¨®n colocaba un fraile que parec¨ªa despegarse de las hojas de una cr¨®nica de Indias en un paisaje ignoto que el autor constru¨ªa desde la imaginaci¨®n m¨¢s fresca y joven.
Custodio viv¨ªa en s¨ª y sobre s¨ª. Esencialmente cultivando sus recuerdos. Como tantos otros de su generaci¨®n, que tanto esfuerzo y obra han esparcido a lo ancho de dos continentes, no tuvo la ocasi¨®n de recolectar todo lo que le era debido. A veces, en las tertulias de El Escorial, que ¨¦l y Manuel And¨²jar animaban, me parec¨ªa m¨¢s cercano al M¨¦xico de su exilio que de la cercana agitaci¨®n madrile?a.
Esta vuelta a su patria de quienes tanto y tan bien sembraron en el otro hemisferio se resume en algunos reconocimientos y bastantes olvidos por parte de quienes, gente apresurada y en exceso ocupada en el presente, les seguimos en el tiempo y, de vez en cuando, les acompa?amos en sus nostalgias.
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