Estados. Unidos y el mundo
La campa?a electoral de EE UU ha sacado a la superficie uno de los problemas clave de la pol¨ªtica norteamericana: el -Papel de Estados Unidos en el mundo. A primera vista, la situaci¨®n parece parad¨®jica: los cambios fundamentales que han tenido lugar en la URSS han realzado autom¨¢ticamente el papel de EE UU; al mismo tiempo, el liderazgo de Norteam¨¦rica se ha convertido en tema de debate..Se habla de c¨®mo se ha debilitado su posici¨®n econ¨®mica (tambi¨¦n como consecuencia de la carrera de armamentos), de c¨®mo el papel de Europa occidental y Jap¨®n en la pol¨ªtica y la econom¨ªa mundiales se ha ampliado inexorablemente, de c¨®mo ha disminuido el apoyo interno a lo que se ha dado en llamar el papel l¨ªder de EE UU.
A juzgar por la prensa norteamericana y por el estado de ¨¢nimo del pa¨ªs, habr¨ªa que decir que las prioridades del pa¨ªs se han desplazado de los asuntos de pol¨ªtica exterior hacia los problemas internos. Y es pefectamente comprensible: la carga del papel especial que ha asumido en el mundo nunca ha sido f¨¢cil de llevar -ha exigido sacrificios materiales y humanos, tanto durante las dos guerras mundiales como en el periodo de posguerra-. Por consiguiente, no deber¨ªa sorprendemos el que mucha gente vea el final de la guerra fr¨ªa como una victoria de Occidente que permitir¨¢ a ¨¦ste centrar su atenci¨®n en sus propios problemas internos.
En lo que a la victoria de Occidente en la guerra fr¨ªa se refiere, ya, he se?alado que ¨¦sta es una interpretaci¨®n unilateral que se corresponde con la evoluci¨®n de los ¨²ltimos a?os. Tiene un fuerte tono ideol¨®gico. Adem¨¢s, no nos resulta muy ¨²til a la luz del nuevo escenario pol¨ªtico mundial.
Nos hemos liberado del temor a un holocausto nuclear. Ahora tenemos la posibilidad de emprender una reducci¨®n radical en la producci¨®n de armamentos y de iniciar el desmantelamiento de la gigantesca m¨¢quina militar-industrial .?sta es una victoria del sentido com¨²n: nuestra, victoria compartida. Igual qu¨¦ compartimos la derrota cuando, tras la Segunda Guerra Mundial, los vencedores contra el fascismo no fueron capaces de utilizar su victoria para reforzar la paz del mundo.
Ser¨ªa un colosal error el volver a perder esa oportunidad. Hoy, incluso m¨¢s que entonces, existe la posibilidad de alcanzar un orden mundial democr¨¢tico, libre, pac¨ªfico y humano. Todos nosotros estamos en el inicio del camino hacia ese objetivo. Los riesgos son grandes, puesto que est¨¢n resurgiendo los viejos demonios del nacionalismo, y la estabilidad del sistema internacional se est¨¢ viendo sometida a nuevas presiones que suponen un desaf¨ªo a la propia existencia de la humanidad.
Hay dos cuestiones que debemos plantearnos en todo momento: ?ha valorado el mundo correctamente los cambios por los que hemos pasado?, y ?de qu¨¦ modo encontrar un denominador com¨²n de nuestras opiniones que nos permita formular una perspectiva pol¨ªtica compartida y, de esta manera, llegar por fin a una perspectiva pol¨ªtica genuinamente mundial? Obviamente, las naciones-Estado formulan su pol¨ªtica exterior sobre la base de sus intereses nacionales, incluido el inter¨¦s por su propia seguridad nacional. He afirmado en repetidas ocasiones que, dadas las condiciones de independencia global sin precedentes, los intereses de una naci¨®n deben compensarse con los intereses de otras. Y eso afecta tambi¨¦n a los pa¨ªses m¨¢s poderosos que, como EE UU, han asumido una especial responsabilidad en el mantenimiento de la paz y la seguridad mundiales.
Algunos sostienen que Norteam¨¦rica no necesita tener en cuenta los intereses de otros porque siempre tiene raz¨®n, porque sus ideas son las m¨¢s justas y las m¨¢s democr¨¢ticas y porque es Estados Unidos, des pu¨¦s de todo, la que est¨¢ llevan do la mayor parte de la carga a la hora de mantener el orden mundial. Si prevaleciera este punto de vista, la evoluci¨®n positiva hacia la creaci¨®n de un nuevo orden mundial basado en el derecho internacional, la igualdad y el respeto mutuo, la libertad de elecci¨®n y el equilibrio de los intereses se ver¨ªan en serio peligro.. Estados Unidos no puede desentenderse de los problemas mundiales, pero tampoco puede recurrir a la autoridad que se deriva de su fuerza f¨ªsica; en esta nueva situaci¨®n es dif¨ªcil resistir a la tentaci¨®n (que existe, y es comprensible que as¨ª sea) de, sacar partido a su condici¨®n de superpotencia. Podr¨ªa parecer que la guerra del Golfo y sus consecuencias proporcionan un argumento -a favor de la idea de que la vocaci¨®n de Norteam¨¦rica es la de un noble sheriff dispuesto a castigar a los malhechores en cualquier rinc¨®n del planeta. Pero esto es simplificar excesivamente las cosas. De hecho, el golfo P¨¦rsico hizo evidente otra cosa: el nuevo papel de las Naciones Unidas como un poderoso instrumento en manos de la comunidad mundial. Esta guerra tambi¨¦n fue una nueva prueba de que las ra¨ªces de las enfermedades de la humanidad son muy profundas, y de que un solo m¨¦dico, por muy famoso que sea, no puede concebir re-medios simples para tratarlas.
Todos necesitamos: cambiar. Necesitamos cambiar nuestra concienciaci¨®n, las relaciones entre los seres humanos, las relaciones entre las naciones y nuestra relaci¨®n con la naturaleza. En mi pa¨ªs, la revisi¨®n de nuestros valores ha dado origen a profundos cambios. Pienso que, a medida que nos acercamos al siglo XXI, tambi¨¦n deberan ser reconsiderados el exclusivismo norteamericano y los valores del individualismo. Mi experiencia con los norteamericanos me dice que ellos tambi¨¦n conocen esos valores morales y espirituales comunes a toda la humanidad y que hoy son tan importantes.
Creo que el mundo espera que la pol¨ªtica exterior norteamericana se libere de esas tendencias de las que los propios norteamericanos han llegado a avergonzarse y que han sido causa de dolor y sufrimiento para ellos. El mundo est¨¢ pendiente de esas cualidades que han hecho a Norteam¨¦rica grande: su dedicaci¨®n a la democracia, su amor a la libertad, su esp¨ªritu pionero. El papel especial de Estados Unidos est¨¢ determinado por su historia, por su fuerza tecnol¨®gica e, industrial y, naturalmente, por esa generosidad y disposici¨®n a ayudar al pr¨®jimo t¨ªpicas de los norteamericanos- Esperamos de Norteam¨¦rica que contribuya de forma constructiva a los esfuerzos de las Naciones Unidas orientados a consolidar el orden internacional y a resolver los problemas del mundo. Y Norteam¨¦rica est¨¢ en condiciones de damos un buen ejemplo a todos nosotros. Estoy seguro de que esa actitud contar¨ªa con un amplio apoyo internacional. Adem¨¢s de los pa¨ªses que forman el grupo, llamado de los Siete Grandes, EE UU tiene muchos otros socios dispuestos a colaborar. Entre ellos se cuenta tambi¨¦n la nueva Rusia democr¨¢tica. En estos momentos, Rusia est¨¢ atravesando tiempos muy dif¨ªciles y necesita apremiantemente ayuda. Pero tambi¨¦n Occidente, y sobre todo EE UU, necesitan una Rusia fuerte, unida y democr¨¢tica. Y en esta coyuntura hist¨®rica es especialmente importante no cometer errores. Tenemos que o¨ªr de EE UU declaraciones contundentes en este sentido.
A Norteam¨¦rica le interesa que Rusia siga siendo el n¨²cleo del territorio euroasi¨¢tico donde las civilizaciones del Oeste y del Este, del Norte y del Sur, se encuentran y se entrelazan. Tambi¨¦n est¨¢n en juego los intereses de EE UU en las relaciones que Rusia mantiene con los otros Estados de la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica, con la Comunidad Europea y con todos los pa¨ªses europeos, con sus vecinos orientales, Jap¨®n y China, y con sus vecinos meridionales, la India, Ir¨¢n, Pakist¨¢n y los pa¨ªses del Oriente Pr¨®ximo. Estas relaciones forman un cord¨®n de estabilidad que se extiende desde Vancouver hasta Vladivostock y desde Delhi hasta Novaya Zemlya.
fue el ¨²ltimo presidente de la extinta Uni¨®n Sovi¨¦tira
1992.
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