A la caza del tiempo
El cine, cuando es cine y no la simulaci¨®n de cine que nos sirven a diario las carteleras, es un arte que no s¨®lo se mueve en el tiempo, sino que consiste en una captura material de ese fluido tan evidente, pero de naturaleza tan escurridiza que nadie sabe en qu¨¦ consiste. La pintura, por el contrario, es espacio, pura horizontalidad, y en ella no hay otra captura del tiempo que la del instante, un residuo inm¨®vil y atemporal del tiempo: otra cosa, por tanto.Sin embargo, hay veces -caben en los dedos de las manos- que en el espacio de la pintura se produce la captura del tiempo en estado de pura fluencia. No es otro el origen del estupor que produce la contemplaci¨®n de Las meninas, un estupor que hace a?os moviliz¨® a V¨ªctor Erice, pero que vio frustrada su pasi¨®n por indagar con la c¨¢mara, es decir, con el ojo del tiempo, en el interior de ese asombroso espacio usurpador, que hab¨ªa cazado, nadie sabe c¨®mo, al tiempo.
Tras su involuntario -y me consta que muy doloroso- abandono de su meticulosamente planeada aventura en el interior de Vel¨¢zquez, esta incursi¨®n del cincasta en la interioridad de la pintura de Antonio L¨®pez no es, no puede ser, aunque tenga or¨ªgenes azarosos, casual. Responde a una secreta l¨®gica, pues si hay alg¨²n pintor vivo que haya cazado alguna vez la esquiva -e imposible, aunque ocurra, para la pintura- sustancia del tiempo, es precisamente ¨¦ste.
Y la busca -l¨®gicamente perpleja para un hombre de cine, que ve c¨®mo la materia espec¨ªfica de su trabajo es formalizada con otras armas- de c¨®mo y por qu¨¦ una imagen quieta logra apoderarse inexplicablemente de la naturaleza del puro movimiento es el impulso decisivo que origina La luz del membrillo. Y las mudas y fugaces alusiones visuales a otro milagrero capaz de cazar lo incazable, Edward Hopper, que jalonan como un p¨¦ndulo el ritmo interior de este sorprendente filme, lo rubrican.
Babelia
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