Despu¨¦s del pacto
EL MODELO de generalizaci¨®n auton¨®mica adoptado por la Constituci¨®n ha resultado bastante m¨¢s eficaz e integrador de lo que hasta sus m¨¢s entusiastas promotores supusieron. Hubo un momento en que pareci¨® que esa generalizaci¨®n, al incidir sobre realidades hist¨®ricas, demogr¨¢ficas y sociol¨®gicas muy diversas, s¨®lo hab¨ªa conseguido generalizar la insatisfacci¨®n: en las nacionalidades con genuina tradici¨®n de reivindicaci¨®n nacional se protestaba por el af¨¢n uniformizador que los nacionalistas cre¨ªan ver en el modelo, y entre las consideradas menos hist¨®ricas se desataba una puja de agravios comparativos, cuyo episodio m¨¢s famoso fue el del refer¨¦ndum andaluz. Pero pas¨¦ esa excitaci¨®n y el paulatino asentamiento del sistema fue mostrando que la generalizaci¨®n no implicaba necesariamente uniformidad, y que el sistema se revelaba, as¨ª, funcional, articulado y flexible.Funcionalidad espec¨ªficamente pol¨ªtica que algunas situaciones recientemente vividas en otros pa¨ªses han puesto de relieve: la fiebre independentista de Escocia intent¨® ser canalizada por los laboristas hacia una f¨®rmula auton¨®mica, lo que atrajo hacia ese partido los votos nacionalistas. Pero si ello hizo aumentar la ventaja de los laboristas sobre los conservadores en Escocia, el triunfo de los segundos en el conjunto del Reino Unido ha creado una situaci¨®n de dif¨ªcil salida, dado que el programa de los vencedores exclu¨ªa expresamente la descentralizaci¨®n. Ello demuestra la dificultad de responder de manera sensata y equilibrada a demandas nacionalistas o regionalistas de distinto grado y alcance, como corresponde a los hechos diferenciales subyacentes- en ausencia de un esquema institucional preexistente. El sistema espa?ol ha acabado comport¨¢ndose con gran flexibilidad para recoger esas demandas antes de que degenerasen en extremismos ret¨®ricos o callejones sin salida como el de la autodeterminaci¨®n o el de la insolidaridad regional (ligas del norte de Italia). Adem¨¢s ha permitido una amplia distribuci¨®n territorial del poder, compatible con el mantenimiento de una pol¨ªtica coherente de Estado en los asuntos fundamentales: pol¨ªtica econ¨®mica, defensa y seguridad, fundamentalmente.
Lo que no ha conseguido el sistema auton¨®mico ha sido simplificar y abaratar la administraci¨®n, como se aspiraba. El ¨²ltimo informe de la OCDE sobre Espa?a advert¨ªa sobre el importante "despilfarro de capital humano y de otros recursos" que hab¨ªa derivado de la superposici¨®n de dos niveles de administraci¨®n producida por la descentralizaci¨®n auton¨®mica. El sistema es adem¨¢s bastante caro. Seg¨²n el mismo informe, la paulatina reducci¨®n del d¨¦ficit de la Administraci¨®n central desde 1985 ha ido acompa?ada de un vertiginoso aumento del de las auton¨®micas, que ha pasado de representar el 0,3% del PIB hace siete a?os a m¨¢s del 1,5% en 1991. Esas cifras reflejan fundamentalmente el aumento del personal laboral dependiente de las autonom¨ªas, que es actualmente de 565.000 personas, un 50% m¨¢s que el transferido por la Administraci¨®n central.
La superaci¨®n de algunas de las ineficiencias observadas fue el objetivo del pacto auton¨®mico suscrito hace dos meses por socialistas y populares. Se trataba, sobre todo, de acabar con la situaci¨®n de provisionalidad que se ven¨ªa arrastrando, uno de cuyos efectos era impedir una delimitaci¨®n clara de competencias entre las diversas administraciones. El deslinde establecido en el acuerdo aspira a posibilitar tanto la racionalizaci¨®n de la reforma de la Administraci¨®n central como unas relaciones m¨¢s cooperativas entre las distintas administraciones. Por otra parte, los firmantes acordaron un procedimiento de ampliaci¨®n de las competencias de las comunidades de r¨¦gimen com¨²n bas¨¢ndose en el sistema de delegaci¨®n contemplado en el art¨ªculo 150.2 de la Constituci¨®n.
Nadie ignoraba que la ausencia de las diferentes fuerzas nacionalistas era el punto d¨¦bil del acuerdo, pero se argument¨®, con raz¨®n, que lo importante era garantizar de entrada el consenso entre las dos fuerzas mayoritarias en las comunidades m¨¢s directamente concernidas, en la perspectiva de su posterior ampliaci¨®n. Lo que pocos esperaban, y de ah¨ª el desconcierto, es que de las filas de uno de los dos firmantes, el PP, saliera una iniciativa, la del Fraga nacionalista de 1992, estimable, pero planteada a contrapelo de la l¨®gica de lo suscrito el 6 de marzo; tan a contrapelo como la manifestaci¨®n que el pasado d¨ªa 23 recorri¨® las calles de Zaragoza reclamando la reforma del Estatuto de Arag¨®n -una consigna expresamente dirigida contra el pacto auton¨®mico-, tras una pancarta firmada, entre otros, por el Partido Popular (y agarrado a la cual se dej¨® ver el alcalde socialista de la ciudad). Lo cual pone de relieve que si el sistema funciona, ello ocurre a pesar de las incoherencias. Y que, porque funciona, puede y debe profundizarse en ¨¦l.
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