La acorazada: ataca de nuevo
Volvi¨® la acorazada de picar y lo hizo con armas y bagajes. No le faltaba de nada. No le faltaba ni el viejo percher¨®n, el de siempre, el que no quieren abandonar los picadores acorazados por nada del mundo. A lo mejor no era el percher¨®n de siempre, sino jaca cartujana, pero por sus cascos tama?o bote, por sus patazas y por sus espumosos belfos, parec¨ªa el caballo del carro de la basura.El Ministerio del Interior ya puede guardarse el famoso reglamento en un caj¨®n. Dos d¨ªas despu¨¦s de su entrada en vigor para estas cuestiones de caballer¨ªa, los picadores ya lo han convertido en papel. mojado y siguen encaramados en la fortaleza volante, desde donde pueden descuartizar toros confortablemente. El precedente abre inmensas posibilidades al resto de la torer¨ªa. Ahora pueden decir los banderilleros que se niegan a banderillear si no les amarran el toro; y los matadores que se abstienen de pegarle derechazos si no le cortan los cuernos, y.de ah¨ª en adelante. Al p¨²blico se le abre tambi¨¦n un horizonte de fantas¨ªa, y podr¨¢ decir que no va a los toros si. no le regalan la entrada; incluso que no va ni aunque se la regalen.
Miura / Ruiz Miguel, Manili, V¨¢zquez
Toros de Eduardo Miura, de gran presencia; inv¨¢lidos, excepto 6? descastados, de mal estilo.Ruiz Miguel: metisaca atravesado, estocada corta y rueda de peones (ovaci¨®n y salida al tercio); dos pinchazos, otro hondo perpendicular, rueda de peones y dos descabellos (silencio). Manili: estocada (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada y rueda de peones (silencio). Pepe Luis V¨¢zquez: estocada corta muy atravesada baja y tres descabellos (silencio); media atravesad¨ªsima baja, 19 descabellos -primer aviso-, tres pinchazos, media atravesada ca¨ªda, siete descabellos -segundo aviso-, dos descabellos, dos pinchazos y dos descabellos -tercer aviso-; el toro es devuelto al corral (bronca y almohadillas). Los picadores fueron abroncados. Se guard¨® un minuto de silencio en memoria de Montoli¨². Plaza de la Maestranza, 3 de mayo. 18? corrida de feria. Lleno.
Eso ser¨¢ dentro de unos d¨ªas, desde luego, porque en el momento presente el p¨²blico guarda distinta actitud -el sevillano, por lo menos-, y ayer, sin ir m¨¢s lejos, al ver que aparec¨ªan los picadores forrados de hierro y tocados de castore?o, jinetes del enguatado perecher¨®n habitual, les arm¨® un broncazo que dur¨® hasta que hicieron mutis por el foro. Y no se content¨® con eso, sino que, en cada salida posterior, les volv¨ªa a abroncar.
De todos modos, tanto percher¨®n, tanto hierro y tanta guata eran una inutilidad pues los miuras estaban inv¨¢lidos. Los miuras, a pesar de su imponente estampa, apenas pod¨ªan estremecer el caballo y cuando sal¨ªan del puyazo alevoso, rodaban por la arena. El ¨²ltimo picador sali¨® sonriendo a la afici¨®n. Cuanto m¨¢s chillaba el p¨²blico, m¨¢s sonre¨ªa, y entonces le tiraron almohadillas. Llegado el momento de ejecutar la suerte tir¨® torpemente la vara, que rebot¨® en el cuello bajero del Miura, con lo cual el caballo y sus guatas, el picador y su castore?o, perdieron el equilibrio y se fueron todos al suelo. Cuando se incorpor¨® y pudo encaramarse de nuevo en lo alto del percher¨®n, se puso a pegar puyazos donde cayeran y si no llegan a cambiar el tercio, convierte el toro en hamburguesa.
El toro, ?menudo era! Pepe Luis V¨¢zquez le hab¨ªa lanceado bien a la ver¨®nica, manso con la muleta no se fi¨® nada, y abrevi¨®. Bueno, es un decir siempre se exagera. A los tres minutos escasos de faena siguieron 12, de pinchazos en cualquier lado, descabellos en n¨²mero de 30 (no se contabilizan ni los fallidos ni los morosos), ajetreo, refriega, paso adelante para agredir el costillar, paso atr¨¢s para poner pies en polvorosa, ?el desastre! Y a todo esto, a cada pinchazo que le pegaba al toro parec¨ªa que le pon¨ªa una inyecci¨®n de aceite de h¨ªgado de bacalao, de manera que tras sonar el tercer aviso, se march¨® el Miura al corral m¨¢s ligero y pimpante que sus compa?eros cuando comparec¨ªan en el albero.
El otro toro de Pepe Luis V¨¢zquez no ten¨ªa apenas embestida lo mulete¨® con suavidad, aseo y decencia. En realidad ninguno de los toros tuvo embestida, la que tuvieron era incierta y en estado pasivo, desarrollaban sentido. Ru¨ªz Miguel y Manili estuvieron valentisimos con ellos. Consintiendo y alcanzando lo que aquel ganado modorro no merec¨ªa, libraron sus parones y derrotes con impresionante gallard¨ªa y el p¨²blico premi¨® sus m¨¦ritos con ol¨¦s y ovaciones.
La verdad es que ambos diestros dieron una lecci¨®n de torer¨ªa a quienes hab¨ªan perdido el sentido del decoro, que eran muchos, ayer, en el albero maestrante. Los peones, salvo alguna honrosa excepci¨®n, ni se acercaban al toro para banderillear (y claro, no banderilleaban). Y los picadores hicieron de matarifes carniceros rompetoros, que es su oficio. Subidos en la acorazada, naturalmente. Y ah¨ª se las den todas.
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