Hekmatiar amenaza con reanudar la lucha
El dirigente radical Gulbudin Hekmatiar, que controla por el Sureste los accesos a la capital afgana, ha advertido que continuar¨¢ combatiendo mientras el general Abdul Rashid Dostam no salga de Kabul con sus hombres. El destino de los milicianos de Dostam y la suerte del ex presidente Najibul¨¢, refugiado en una de las sedes de la ONU en Kabul, constituyen dos de los principales obst¨¢culos a superar por el Consejo Provisional de Gobierno en Afganist¨¢n. Mientras, un convoy con m¨¢s de 100 camiones con comida, procedente de Pakist¨¢n, lleg¨® ayer a la ciudad para aliviar las necesidades de sus dos millones y medio de habitantes.
Hekmatiar, cuyo partido integrista Hezbi Islami deber¨¢ ser incorporado al juego pol¨ªtico si Afganist¨¢n quiere consolidar una convivencia pac¨ªfica entre todas sus etnias, recibi¨® a un grupo de corresponsales extranjeros en una de sus bases y mostr¨® una cierta flexibilidad. Serio, sin sonre¨ªr nunca, con ojos de iluminado, pero pol¨ªticamente h¨¢bil, apunt¨® la posibilidad de colaborar con las nuevas autoridades afganas en la reconstrucci¨®n nacional si el general Dostam, odiado por los muyahidin de uno y otro bando, abandona la capital. "Luchar¨¦ hasta echar a Dostam de Kabul", advirti¨® con firmeza Hekmatiar.No es f¨¢cil, sin embargo, desembarazarse o encontrar un hueco al jefe militar uzbeko, que, al volver la espalda a Najibul¨¢ en los ¨²ltimos d¨ªas de la larga guerra civil, aceler¨® la descomposici¨®n del r¨¦gimen de inspiraci¨®n marxista y la derrota militar en todos los frentes. El comandante Masud, el hombre m¨¢s poderoso de Afganist¨¢n en estos momentos, debe mucho al general, que manda unas milicias de reconocida solvencia en la lucha y en el saqueo. Su alianza de ¨²ltima hora con este hombre, a espaldas de Hekmatiar, facilit¨® la toma de Kabul, pero distanci¨® todav¨ªa m¨¢s a los dos principales dirigentes isl¨¢micos.
Por otra parte, no es mucha la capacidad ejecutiva del profesor Sibgatula Moyadedi, presidente del Consejo Provisional de Gobierno, integrado por 51 miembros de la resistencia pol¨ªtica y guerrillera afgana.
En estos momentos de extrema confusi¨®n, las piezas de artiller¨ªa y los carros de combate de Masud y Dostam, apostados en las alturas de la capital, son todav¨ªa el punto de referencia.
El inmediato reconocimiento del Gobierno provisional por Pakist¨¢n y Arabia Saud¨ª, que se han apresurado a rentabilizar pol¨ªticamente la ayuda militar prestada a la guerrilla durante 13 a?os, ha asestado a Gulbudin Hekmatiar un golpe m¨¢s duro que todos los millones de proyectiles disparados contra sus posiciones. Ir¨¢n, prudentemente, no se ha colocado en la trinchera.
El tercer dirigente guerrillero isl¨¢mico en discordia, Abdul Haq, un pasht¨²n, la etnia mayoritaria de Afganist¨¢n, al igual que Hekmatiar, duda de la viabilidad del consejo, controlado desde la sombra por Masud, un tayiko de 39 afios elevado a ministro de Defensa. Su partido, el Jamiat Islami, se disputar¨¢ durante muchos a?os el vac¨ªo dejado por la Administraci¨®n prosovi¨¦tica.
"Respeto mucho a Moyadedi, pero dudo que el consejo consiga gobernar Afganist¨¢n. Debemos dejar que el pueblo se manifieste no en unas elecciones como las de Estados Unidos o Europa, sino de acuerdo con nuestras propias tradiciones de representaci¨®n", subray¨® Abdul Haq en una conferencia de prensa celebrada en el hotel Intercontinental. Pocos entendieron qu¨¦ tipo de consulta es posible en una naci¨®n todav¨ªa en armas, ni cu¨¢l es la verdadera alternativa de este dirigente guerrillero que se mantuvo neutral durante los choques de Kabul y que asegura que no aceptar¨¢ ning¨²n cargo de responsabilidad oficial.
La reconciliaci¨®n entre Masud y Hekmatiar, cada vez m¨¢s aislado pol¨ªtica y militarmente, es dificil. El Le¨®n de Panshir no ha olvidado la emboscada de 1989 contra 36 de sus m¨¢s apreciados lugartenientes que perdieron la vida a manos de un comandante de Hekmatiar, quien, para mayor confusi¨®n pol¨ªtica, agrup¨® en sus filas a reconocidos integristas marxistas de la etnia pasht¨²n en el desaparecido r¨¦gimen.
La suerte de Najibul¨¢
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