Kabul retorna a los velos y la ley seca
El nuevo Gobierno isl¨¢mico afgano pone fin a las libertades del r¨¦gimen prosovi¨¦tico
Los velos y la ley seca han regresado a Kabul. Las mujeres que aprovecharon el r¨¦gimen prosovi¨¦tico afgano para maquillarse y descubrir sus rostros se ocultan de nuevo para no tener problemas con los nuevos gobernantes isl¨¢micos. Los bodegueros ambulantes esconden el vodka y los licores, y en las calles de la capital afgana la intransigencia religiosa sustituye poco a poco a la dictadura comunista.
Los clientes y curiosos m¨¢s integristas de los mercados de Kabul interrumpen sus quehaceres para observar a las periodistas extranjeras que imp¨²dicamente se pasean en vaqueros y con la melena al viento. Entre las aglomeraciones, aquellos que han llegado recientemente de las monta?as y quienes han colocado el retrato del imam Jomeini en sus puestos mascullan con desaprobaci¨®n o denuncian con la mirada. K¨¢bul es todav¨ªa una ciudad confundida, desorganizada y en bancarrota, pero los muyahidin y sus mandos establecen poco a poco las estrictas pautas de comportamiento de la nueva rep¨²blica isl¨¢mica. Las vestimentas femeninas m¨¢s conservadoras, una especie de s¨¢bana con una mirilla trenzada, han pasado a cotizarse de 10 a 30 d¨®lares.
Pocas esperanzas
Paule Robitaille, una corresponsal francesa que ha investigado la situaci¨®n de las mujeres, dice que la Administraci¨®n que hace dos semanas tom¨® el relevo al protectorado moscovita ofrece pocas esperanzas de emancipaci¨®n. Sin embargo, Zakia Kuzoda, la belleza nacional de los telediarios afganos, dice no a?orar el antiguo r¨¦gimen, que se entretuvo m¨¢s en la guerra que en la puesta en pr¨¢ctica de planes de desarrollo social. Kuzoda asegura que es prematuro aventurar el grado de tolerancia o cu¨¢l ser¨¢ la interpretaci¨®n del Cor¨¢n de los nuevos inquisidores.Por fortuna para la poblaci¨®n m¨¢s laica, Gulbudin Hekmatiar, el l¨ªder religioso m¨¢s radical, ha quedado de momento fuera de juego, al decidir proseguir los combates para hacerse con la mayor parte del poder. Un representante de Hekmatiar se entrevist¨® ayer con el nuevo presidente, Sibgatula Moyadedi, pero nada ha trascendido de las negociaciones que se desarrollaron mientras Kabul sufr¨ªa un intenso bombardeo rebelde que provoc¨® unos 40 muertos y m¨¢s de 200 heridos.
Por de pronto, se ha advertido que se aplicar¨¢n severas medidas, incluida la ejecuci¨®n, para quienes roben o cometan actos de pillaje. Guerrilleros de ambos bandos se han hecho con numerosos veh¨ªculos a punta de Kal¨¢snikov, y en nombre del nuevo orden han impuesto su propia ley.
En algunos lugares el caos ha sido total. La direcci¨®n de la guerrilla ha impartido instrucciones para evitar nuevos desmanes. En esta situaci¨®n, muchos comercios permanecen cerrados en Kabul por miedo a que la interinidad, y la confusi¨®n sean aprovechadas por los saqueadores.
La mayor parte de los vendedores de la calle del Pollo, cuyos comercios ofrec¨ªan todo tipo de viandas occidentales y cuyas tiendas de antig¨¹edades y alfombras hac¨ªan los deleites de todos los visitantes extranjeros, han interrumpido la venta de vodka o licores f¨¢cilmente reconocibles por los muyahidin al ir en botellas. Pero las patrullas armadas que ahora circulan por Kabul han estado aisladas en las monta?as durante 13 a?os y, de momento, desconocen los envases de la cerveza, que todav¨ªa se puede comprar.
La moderada liberaci¨®n femenina de Afganist¨¢n, con una progresiva incorporaci¨®n de la mujer a los estudios universitarios o a trabajos administrativos o de responsabilidad, se produjo principalmente a partir de los a?os setenta y se concentr¨® en las ciudades. En el resto de este pa¨ªs de cerca de 21 millones de personas -cinco millones en el exilio-, las mujeres han quedado subordinadas a la dominaci¨®n masculina.
Cuando un extranjero entra en una casa afgana, las mujeres desaparecen como por arte de magia. El comedor se divide frecuentemente en el rinc¨®n de los hombres y el de las mujeres, que casi nunca comen juntos.
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