Grandes remedios para Madrid
Madrid es una ciudad inhabitable que, seg¨²n el autor, necesita grandes remedios, como son el de congelar la expansi¨®n radial, crear una pequep?a ciudad administrativa lejos del centro urbano y terminar con las listas cerradas electorales para evitar que el municipio sea una jungla de depredadores.
Durante el mes de febrero, los jardines, jardincillos, plazas ajardinadas, plazuelas recoletas y alguna que otra urbanizaci¨®n han sido profusamente abonadas, fertilizadas, con un dudoso beneficio para las plantas, pero un indudable impacto para el olfato de los seres humanos.El abrir la ventana, ver y sentir emerger un vaho blanquecino, amarillento, que en su c¨¢lida podredumbre venc¨ªa los fr¨ªos invernales, ha sido una experiencia lamentable, pero que abri¨® de golpe las espitas de las conjeturas, connotaciones y met¨¢foras. ?Es que se ha convertido Madrid en una inmensa mierda?
Esos repugnantes efluvios, que renacen ahora con los soles primaverales e incrementados por el ingente basurero en que se ha convertido la ciudad, inspiran desde nuestras narices todas estas consideraciones.
Este olor no es el dulce y hogare?o de los establos, vaquer¨ªas y caballerizas, calefacci¨®n natural de tantas viviendas rurales. Es el hedor agresivo de las cochiqueras industriales, masas de mierda acumulada por la estabulaci¨®n, no aquellas otras graciosamente depositadas al pie de una encina con un rabillo en interrogaci¨®n.
Nos preguntamos entonces sobre la analog¨ªa de Madrid con la porqueriza.
El cerdo estabulado, aun recluido, puede considerarse un cosmopolita; se alimenta de piensos compuestos, de mazorcas y harinas de pescado de ultramar, recibe vacunas y cuidados de centros de investigaci¨®n de todo el orbe y se apareja con cerdas que provienen de otras latitudes, a poco verraco que sea. Y, de vez en cuando, hace una excursi¨®n campestre con el resto de la piara mientras le adecentan el cuchitril.
El ciudadano preso en la cochiquera urbana puede fumar tabaco americano, beber whisky escoc¨¦s y tener un televisor como ventana abierta para ver lo que pasa por el mundo, puede hacer su viajecito con la piara en una gira tur¨ªstica perfectamente controlada, y con un poco de suerte, ligar con una mujer ex¨®tica.
En las pocilgas cuelgan unos hierros, unos ganchos que sirven para que el puerco, a falta de alcornoques, pueda rascarse. Es un detalle a agradecer tanto al due?o de la gorrinera como al excelent¨ªsimo Ayuntamiento cuando pone un tobog¨¢n para tener al personal contento.
En tan estrictas circunstancias, ?podr¨¢n existir privilegios? ?Es que puede medrar el m¨¢s cochino? Debemos distinguir entre el ciudadano tratado como un cerdo y aquel otro que tiene verdadera vocaci¨®n de puerco: un guarro del cual, en vez de "aprovecharse todo", es -el muy cochino- "el que de todo se aprovecha". Lo encontrar¨¦is, por supuesto, pasando su lomo con mayor frecuencia y fruici¨®n por el gancho colgandero o bajando continuamente por el tobog¨¢n.
Estos movimientos m¨ªnimos no ocultan el estancamiento. Resulta muy triste en esta zahurda ciudadana ver detenido el aprendiz de r¨ªo por el cintur¨®n mentiroso de las esclusas y, sin embargo, ver discurrir arroyuelos de micciones malolientes que terminan enterrando la ciudad en sus propias cloacas.
?Qu¨¦ le ha ocurrido a este Madrid para ser conflictivo, huelgu¨ªstico, espeso, sucio, maloliente, visceral e inhabitable? Digamos, caritativamente, que ¨²ltimamente ha tenido "mala suerte".
La democracia renacida, esplendorosa, deseada y definitiva, no ten¨ªa ning¨²n proyecto para Madrid, capital del Reino, que marcase su impronta, su personalidad renovadora. As¨ª como los Austrias significaron la ciudad como corte, y los Borbones, especialmente Carlos III, la dignificaron y transformaron en capital ilustrada, con la Rep¨²blica, Indalecio Prieto moderniz¨® la ciudad y propuso los Nuevos Ministerios. Despu¨¦s de esta historia de iniciativas fruct¨ªferas empez¨® el desastre con la ¨²ltima y larga dictadura. La dictadura, que aunque termin¨®, tard¨ªamente, los Nuevos Ministerios, quiso convertir Madrid en un emporio industrial, y lo hizo -s¨ª lo ha hecho- desde la suprema ignorancia, la m¨¢xima hostigaci¨®n de las fuerzas pol¨ªticas y una perpetua sordera hacia lo que era el urbanismo del futuro y el de las sanas y propias iniciativas.
Madrid se proyect¨® con ciudades sat¨¦lites obreras hacia el sur, controladas por cuarteles militares y salvaguardando El Pardo, pero, eso s¨ª, con los paisajes azules del Guadarrama al fondo y pintados por Val¨¢zquez.
Capital administrativa
Fui, y lo tengo a gala, porque es el cristal m¨¢s transparente de mi recuerdo, el asesor de Tierno Galv¨¢n cuando se presentaba como alcalde de Madrid. Entonces hablamos de dos utop¨ªas, "la ciudad lineal" y "una capital administrativa en la autonom¨ªa de Madrid", pero fuera de su "casco urbano". Debo reconocer que mi asesor¨ªa fue ef¨ªmera, y aquello no prosper¨®, llegaron pactos y reivindicaciones con gentes que, siendo contrarias al antiguo r¨¦gimen, ya estaban en lugares estrat¨¦gicos. En esa dictadura blanda, de mierda, que se pudr¨ªa, se hab¨ªan infiltrado aquellos que seguir¨ªan ejecutando un proyecto lamentable, que han terminado por consolidar.
Tierno, el profesor, convirti¨® Madrid en una capital cultura, que desgraciadamente desapareci¨® con ¨¦l, y ahora, el Madrid de la cultura suena a eufemismo en este triste paisaje donde prospera el gusano.
El excelent¨ªsimo Ayuntamiento no tuvo, ni tiene, el menor derecho, ni raz¨®n, para perseguir, multar e incordiar, porque, absolutamente romo de ideas, no ha proporcionado a los madrile?os m¨¢s que desgracias.
?Hay que educar a los ciudadanos!, cacarean los ediles. Habr¨¢ que conseguir ediles cultos e imaginativos que sepan hacer algo m¨¢s que administrar los excrementos. Los males de Madrid no son una culpa a compartir entre los ciudadanos -basta de manejar t¨®picos-. Los causantes son los pol¨ªticos y su baj¨ªsimo caudal cultural y c¨ªvico.
Mucho cuidado ha de tenerse con Madrid, que tanto se aproxima al anagrama de Mierda, para no dar pie a retru¨¦canos y chismorrer¨ªas. Entendiendo la urbe como una defecaci¨®n bovina que, como una gigantesca ensaimada, va traspasando todos los c¨ªrculos de M en M (M-30, M-40...), con un ej¨¦rcito de helic¨®pteros revoloteando como t¨¢banos acorazados.
En este universo enmarcado en el espacio y el tiempo no sobrevive nada que no salde cuentas con el espacio que se recorre y el tiempo que se tarda...
La naturalza sigue, como la lengua, la ley de Zipf, del m¨ªnimo esfuerzo, o, lo que es lo mismo, una econom¨ªa del tiempo y del espacio que est¨¢ en raz¨®n a un coste. Y ¨¦sta no es un divagaci¨®n banal; hay que entender lo que ocurre cuando viajamos en avi¨®n, ponemos un telegrama o un fax, cuando vemos el resultado ca¨®tico de una huelga. Debemos reflexionar sobre el tiempo, el no llegar a tiempo, el no estar a tiempo, el no estar en el tiempo y el estar fuera del tiempo. Todo esto, ni m¨¢s ni menos, le ocurre a Madrid porque los que lo planean llevan el reloj de adorno.
En definitiva, a grandes males, grandes remedios. Recetamos ¨¦stos:
El primero, congelar la expansi¨®n radial incontrolable y plantear el crecimiento de la ciudad en una renovada Ciudad Lineal, siguiendo las ideas de Arturo Soria (1883-1920), urbanista genial y de reconocimiento universal, que intuy¨® lo que otros no ven todav¨ªa. Y que era, adem¨¢s, madrile?o.
El segundo, hacer una peque?a ciudad para el Gobierno central. Si se quedaron los Nuevos Ministerios enjutos, ni Madrid, ni el pa¨ªs, soportan estos ministerios salpicados, con sus problemas de esperas y aparcamientos, violentas afluencias de huelguistas, etc¨¦tera. Por ejemplo, se podr¨ªa habilitar un enclave apoyado en las serran¨ªas para mayor comodidad y sanidad de sus se?or¨ªas y excelencias.
El tercero -reconozco que esto es pedir demasiado, porque me temo que habr¨ªa que cambiar la Constituci¨®n-, separando la municipalidad de los partidos pol¨ªticos. El que t¨² elijas el alcalde que propone un partido pol¨ªtico es una trampa saducea. Si a las naturales ambiciones municipales se unen las terribles ansias pol¨ªticas, se convierte al municipio en una jungla poblada de depredadores.
As¨ª, en la trampa municipal, te pueden presentar como alcaldes verdaderos mascarones de proa con sus respectivos equipos de bufones.
Hay que volver al alcalde de Zalamea, h¨¦roe nacional que sabe enfrentarse con el poder, y de seguro que daba bueno zurriagazos a los moscones.
Miguel Dur¨¢n-L¨®riga es arquitecto urbanista y director de la Escuela Experimental de Dise?o de Madrid (MEC).
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