Administraci¨®n ¨²nica
Desde que decid¨ª centrar mi actividad pol¨ªtica y administrativa en Galicia, me dediqu¨¦, con la ayuda de serios equipos de trabajo, a idear lo que puede ser, en la teor¨ªa y en la pr¨¢ctica, el desarrollo de las autonom¨ªas regionales previstas en el t¨ªtulo VIII de nuestra Constituci¨®n; primero, a trav¨¦s de los libros. blancos que sirvieron de base a nuestro programa electoral en Galicia, y despu¨¦s, a trav¨¦s de diversas intervenciones en el Parlamento de Galicia, en el Senado y en varios foros europeos.En todas ellas he reiterado mi convicci¨®n de que, en la Europa de hoy, se va a un sistema pol¨ªtico m¨¢s complejo y flexible que los que funcionaron en los dos ¨²ltimos siglos; basado en una serie de ordenamientos jur¨ªdico-pol¨ªticos, integrados unos en otros con arreglo a los principios de autonom¨ªa y subsidiaridad, en una l¨ªnea continua que va desde las unidades municipales a la uni¨®n pol¨ªtica europea, que a su vez se integra dentro del orden universal de las Naciones Unidas.
Dentro de esta concepci¨®n definida por el derecho vigente y por las realidades de nuestro tiempo, estoy convencido de que es necesario alg¨²n perfeccionamiento de nuestro Estado de las autonom¨ªas, la reforma m¨¢s importante de todas las introducidas por la Constituci¨®n vigente desde 1978. Se trata de lograr que cada autonom¨ªa permita la autoidentificaci¨®n de las realidades hist¨®ricas, sociales y culturales que son Galicia, Pa¨ªs Vasco, Catalu?a o Andaluc¨ªa, evitando la tentaci¨®n del autoaislamiento y los vientos negativos del separatismo. Se intenta que, a cada nivel de gobierno y administraci¨®n, cada uno pueda disponer de lo suyo, en un sistema de autogobierno democr¨¢tico y responsable. Se ha de completar ello con la solidaridad de todos, a trav¨¦s de los oportunos mecanismos de equilibrio territorial y pol¨ªtica regional compensatoria. Finalmente, todos han de participar en la formaci¨®n de la voluntad pol¨ªtica, participando, como tales comunidades aut¨®nomas, en las grandes decisiones de car¨¢cter nacional y europeo.
Esto no supone una visi¨®n nacionalista, sino autonomista; cada uno ver¨¢ la intensidad con que reparte sus afectos; yo, por mi parte, me siento igualmente gallego, espa?ol y europeo, sin ninguna contradicci¨®n, reserva o complejo al respecto.
Sobre cada uno de esos cuatro puntos he realizado diversas contribuciones a lo largo de los ¨²ltimos a?os. He insistido especialmente en el primero, cuando algunos tuvieron veleidades (movidas por vientos del Este) de promover mociones de autodeterminaci¨®n. El Parlamento gallego fue el primero que se neg¨® a entrar en ese juego suicida. Por tanto, nada de bromas; estoy dispuesto a recibir lecciones de todos y sobre todo, pero no en materia de patriotismo.
Otra cosa es que yo confunda el patriotismo con la centralizaci¨®n, la rigidez, la burocratizaci¨®n y la tecnocracia. El lograr "una m¨¢s perfecta uni¨®n" entre los espa?oles, una mejor integraci¨®n entre las unidades naturales e hist¨®ricas que forman la naci¨®n espa?ola, ¨¦sa, es otra historia.
Por eso, desde Galicia, tambi¨¦n hemos trabajado seriamente en el punto tercero (solidaridad), como pudo verse en las recientes negociaciones sobre financiaci¨®n auton¨®mica. Tambi¨¦n hemos hecho propuestas reiteradas en el cuarto punto, la participaci¨®n; pidiendo la reforma del Senado, para hacer de ¨¦l lo que pide la Constituci¨®n, una verdadera C¨¢mara de representaci¨®n territorial; el cumplimiento del art¨ªculo 131 de la Carta Magna, que establece un todav¨ªa inexistente Consejo a trav¨¦s del cual las autonom¨ªas pueden participar en la formaci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica general; as¨ª como el establecimiento de ¨®rganos adecuados a nivel europeo para que las regiones puedan intervenir en las grandes cuestiones comunitarias que directamente les afecten.
Finalmente, en cuanto al punto segundo, en el reciente debate sobre el estado de la autonom¨ªa, propuse, y as¨ª lo aprob¨® el Parlamento de Galicia, que estudi¨¢semos, de buena fe, una mejor integraci¨®n del sistema de nuestras administraciones p¨²blicas, hoy lleno de duplicaciones, desconfianzas e ineficiencias. Creo que el ir a una integraci¨®n administrativa m¨¢s perfecta es inevitable; y por supuesto que para ello habr¨¢ que realizar un estudio profundo de lo que es propio de cada nivel (municipal, provincial, auton¨®mico, central, europeo). No parece que ello sea una propuesta descabellada ni, mucho menos, peligrosa.
Sin embargo, se han o¨ªdo algunas voces de incomprensi¨®n y de rechazo, que creo deber contestar brevemente, olvidando por supuesto todo aquello que en un estilo que ya deber¨ªa estar superado en una sociedad ,pol¨ªticamente desarrollada haya podido confundir la injuria con el argumento.
Se ha dicho, por ejemplo, que se trata de una conversi¨®n a ideas nuevas o contradictorias con otras anteriores. Invito a los partidarios de estos argumentos ad homine a hojear mis libros La crisis del Estado (1953) y Sociedad, regi¨®n, Europa (1947), a ver si mantienen despu¨¦s sus observaciones. Lo que s¨ª es cierto es que procuro aprender todos los d¨ªas e intento profundizar en las nuevas realidades cuanto puedo.
Otros han pretendido apuntar que mi propuesta es inconstitucional. No lo ser¨ªa aunque propusiera una moderada reforma del texto constitucional; pero, en el caso presente, me he limitado a pedir que se haga un uso generoso y una interpretaci¨®n extensiva del art¨ªculo 150.2 de la propia Constituci¨®n.
Alguno ha afirmado que quiero un Estado d¨¦bil, ahora que mi participaci¨®n en el Gobierno es a nivel regional. Nada m¨¢s falso. El Estado espa?ol ser¨¢ mucho m¨¢s fuerte concentr¨¢ndose en sus propias funciones (pol¨ªtica exterior, defensa, seguridad general, justicia, pol¨ªtica econ¨®mica general, seguridad social) que permitiendo pugnas menores entre funcionarios a la hora de apagar un incendio o de administrar un puerto.
Alguien ha planteado que con la propuesta de Administraci¨®n ¨²nica se pretend¨ªa limitar las competencias de ayuntamientos, diputaciones u otras unidades territoriales. Nada m¨¢s falso; expresamente defendemos la descentralizaci¨®n y la desconcentraci¨®n.
Finalmente, algunos han replicado que se trata de una propuesta discriminatoria, al reducirse a las comunidades hist¨®ricas y dejando fuera a las dem¨¢s. La verdad es la contraria, todo el mundo sabe que yo he apoyado, con mi partido, el pacto auton¨®mico para resolver el problema de la elevaci¨®n y equiparaci¨®n de los techos competenciales de las autonom¨ªas que acced¨ªan a la misma por el art¨ªculo 143. Ahora de lo que se trata es de dar nuevos pasos hacia adelante, que parece l¨®gico que se inicien con las autonom¨ªas que ya disfruten de mayor experiencia, pudiendo luego extenderse a todas las dem¨¢s; o incluso ya, en los casos que expresamente he mencionado de las autonom¨ªas andaluza y valenciana.
Por tanto, mi propuesta es una invitaci¨®n a un debate serio, ¨¦sa es la esencia y no otra cosa. All¨¢ los que quieran despacharla por la v¨ªa de la descalificaci¨®n. Cierto es que otros pensamientos serios de personas y grupos no teledirigidos han mostrado inter¨¦s por la propuesta. Es cierto que el Estado no puede refundarse todos los d¨ªas; no es menos cierto, que cuando no saben rejuvenecerse y readaptarse cada d¨ªa, surgen las diferencias entre el pa¨ªs legal y el pa¨ªs real. En este tiempo no hace falta mucha imaginaci¨®n para observar esa creciente diferencia, en medio de la indiferencia de muchos y del pesimismo de otros. Mi modesta proposici¨®n intenta abrir un camino (no el ¨²nico) para salir de esa poco prometedora situaci¨®n.
Manuel Fraga Iribarne
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