Robert Altman logra con 'The player' su mejor pel¨ªcula
, Ayer la sala de conferencias de prensa de La Croisette revent¨® como el camarote de los hermanos Marx. Dentro no cab¨ªa ni un alfiler y muchos periodistas se quedaron fuera, api?ados alrededor de los monitores de la televisi¨®n interior, frente a la mirada esc¨¦ptica y divertida de Robert Altman, el viejo patriarca del cine independiente de Estados Unidos. Acababan de terminar, entre ovaciones, las dos horas de The player, una pel¨ªcula incatalogable en la que la distancia que separa a lo que se busca de lo que se encuentra es tan peque?a que no se percibe. Y ¨¦se es en cine indicio seguro de maestr¨ªa.
Dos pel¨ªculas rusas precedieron a la de Altman. Una vida independiente es obra personal¨ªsima de Vitali Kanievski, prolongaci¨®n argumental de Quieto, muere, resucita, que hace un par de a?os dio la vuelta al mundo. Pero la vitalidad de la primera pel¨ªcula del cineasta ruso se hace mortecina en esta su continuaci¨®n. Hay en ella muchas im¨¢genes muy fuertes y dolorosas, pero la armaz¨®n del relato tiene grietas: lo tumultuoso se hace embarullado y lo oscuro se convierte en herm¨¦tico.Menos interesante es Luna Park, tambi¨¦n segunda pel¨ªcula de otro ruso: P¨¢vel Longuin, que alcanz¨® audiencia con su revulsiva, pero exagerada y efectista, Taxi blues. Fiel a s¨ª mismo, Longuin contin¨²a sacando basura de la vida actual en Rusia, pero sigue tambi¨¦n abusando de los efectismos ¨®pticos, lo que es prueba de que todav¨ªa no domina las leyes de la distancia y del tiempo cinematogr¨¢fico. Es un cineasta valiente y dotado, pero que necesita buscar menos y encontrar m¨¢s, pues su estilo es m¨¢s rebusca que verdadera busca.
L¨²gubres pel¨ªculas
Las dos l¨²gubres y violentas pel¨ªculas rusas son p¨®lvora mojada si se las compara con la dureza cr¨ªtica que esconde la mirada suave, serena, sabia, ir¨®nica -mitad de viejo vaquero pasado por mil tragos, mitad de catedr¨¢tico de l¨®gica jubilado- de Robert Altman. Sin la menor aparatosidad, sin esfuerzo aparente, apoyado en un gui¨®n perfecto de Michael Tolkin, el viejo maestro se las arregla para realizar con asombrosa facilidad y con absoluta libertad una pel¨ªcula atestada de ideas y en la que lo ¨²nico que no tiene cabida es el aburrimiento.Esta vez Altman, como siempre sin levantar la voz, la emprende contra Hollywood y sus oficinas ejecutivas, convertidas en oficinas ejecutoras. No deja t¨ªtere con cabeza. Hace comedia, intriga, drama, thriller y finalmente farsa, una farsa que desemboca en un final feliz tan ingenioso, divertido y amargo es decir, tan infeliz- como los mejores de Preston Sturges, Ernst Lubitsch o Billy Wilder, tres supremos expertos en la materia. Dice Altman: "Hollywood es una f¨¢cilmente reconocible met¨¢fora de nuestra sociedad", lo que generaliza y por ello endurece su alegato: ya no se trata s¨®lo de Hollywood, sino de Estados Unidos en conjunto. A?ade: "Tiene de bueno ¨²nicamente a sus buenas gentes". Y Altman convoca algunas de estas buenas gentes: Bruce Willis, Kevin Costner, Jack Lemmon, Jeff Goldblum, Cher, Nick Nolte, Susan Sarandon, Burt Reynolds y muchas m¨¢s caras amigas, que pasan fugazmente por la pantalla de The player como parte del patrimonio universal de Hollywood, la cara buena de la moneda.
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