Los Doce, a vueltas con Maastricht
La uni¨®n pol¨ªtica y monetaria se encuentra amenazada por recortes presupuestarios y retrasos parlamentarios
F?LIX MONTEIRA La Comunidad Europea (CE) entra en una nueva era en dos bloques separados: unos, con la prioridad centrada en el ingreso de nuevos socios, y otros, como Espa?a, con la mirada puesta en el dinero de la cohesi¨®n econ¨®mica y social. El peligro de los recortes afecta a los compromisos financieros para llevar adelante el proyecto de la uni¨®n pol¨ªtica y monetaria.
De momento, el ¨²nico bagaje a favor del Tratado de Maastricht es el dictamen favorable del Parlamento Europeo, aprobado el 7 de abril, aunque condicionado a corregir el d¨¦ficit democr¨¢tico de la CE antes de la conferencia intergubernamental de revisi¨®n del tratado prevista para 1996. Pero, si los Doce no renuncian al poder de "veto paralizante" y no refuerzan los poderes de las instituciones comunitarias, los eurodiputados anuncian que se opondr¨¢n al ingreso de nuevos socios. La ampliaci¨®n es el nuevo reto de la Comunidad, con Austria, Suecia, Finlandia, Malta y Chipre ya en la lista de espera.
Francia es el primer pa¨ªs que ha abierto el fuego del debate parlamentario para la ratificaci¨®n del Tratado de Uni¨®n Europea, y B¨¦lgica puede seguir el ejemplo este mismo mes. Pero la gran prueba de fuego ser¨¢ el refer¨¦ndum que se celebrar¨¢ en Dinamarca el pr¨®ximo 2 de junio. Seg¨²n las ¨²ltimas encuestas, hay un 41%. de daneses favorables al acuerdo, frente a un 38% en contra y un 20% de indecisos. Aunque todo el mundo conf¨ªa en que al final habr¨¢ mayor¨ªa, puede saltar la sorpresa, porque basta un 30% de votos negativos para que el refer¨¦ndum no prospere.
Pagar los retos
Acaso la pr¨®xima entrada de sus vecinos n¨®rdicos sea el argumento que incline finalmente a los daneses a mostrar fe comunitaria. Pero la unidad que consigui¨® Maastricht ha servido, pasado el entusiamo del acuerdo, para dividir a los Doce en dos bloques de intereses enfrentados. "Profundizaci¨®n y ampliaci¨®n no tienen por qu¨¦ ir a la par, plantean serias contradicciones y ser¨ªa deshonesto no reconocerlo", afirma Jacques Delors, presidente de la Comisi¨®n Europea.
Con la ambici¨®n que le caracteriza, Delors ha presentado la propuesta de aumentar un 32% el presupuesto comunitario de aqu¨ª a 1997 para poder pagar los retos asumidos en Maastricht. Entre ellos figura duplicar las ayudas comunitarias para que los cuatro pa¨ªses m¨¢s pobres (Espa?a, Irlanda, Portugal y Grecia) puedan continuar su desarrollo y paliar en parte el esfuerzo de convergencia a que les obligar¨¢ el unirse a la moneda ¨²nica. Los ocho socios restantes consideran que es demasiado dinero, con la peculiaridad de que para Italia, Dinamarca, Holanda y B¨¦lgica las nuevas perspectivas de la CE representar¨¢n cambiar su condici¨®n de beneficiarios por la de contribuyentes netos.
Delors, acaso para elevar el tono del debate y preparar a los Doce para el pr¨®ximo salto, acaba de lanzar a la arena la necesidad urgente de reformar el tratado para lograr que las instituciones funcionen en una Comunidad futura "no de 15 o 17, sino de 24 o 30 miembros". Est¨¢ pensando en que la plataforma de adaptaci¨®n creada con el mercado ¨²nico ampliado a los siete miembros de la EFTA (Asociaci¨®n Europea de Libre Comercio) pueda servir de antesala de recambio a los pa¨ªses del Este. Pero para ello, dice, hace falta reforzar los poderes de la Comisi¨®n Europea.
El proyecto de ampliaci¨®n es para Alemania e Italia prioritario, y seduce especialmente al Reino Unido y a Dinamarca. Pero los Gobiernos de estos dos ¨²ltimos pa¨ªses consideran que bastante tienen con la cesi¨®n de soberan¨ªa de Maastricht como para poner sobre la mesa otro traspaso. Los pa¨ªses grandes de la CE, con excepci¨®n del Reino Unido, no ven con malos ojos una Comunidad reforzada, pero en ese caso habr¨ªa que alterar sustancialmente la tesis de Delors. "A la hora de tomar decisiones no puede pesar lo mismo Alemania que Luxemburgo o Malta", afirma un diplom¨¢tico.
El argumento del dinero es determinante, aunque los problemas jur¨ªdicos para una mayor¨ªa se derivan del derecho de voto en las elecciones municipales a los residentes de otros pa¨ªses comunitarios. De Espa?a parti¨® esta propuesta, que quiz¨¢ obligue a modificar la Constituci¨®n, como es el caso en Francia. En B¨¦lgica y Luxemburgo parece que el cambio podr¨¢ hacerse despu¨¦s de ratificar el tratado.
La lectura pesimista del proceso de ratificaci¨®n tiene eco en la propia Comisi¨®n Europea. "La Comunidad se encuentra en una encrucijada y cabe la posibilidad de que todo tenga que postergarse", opina un comisario. Los problemas en Bruselas no se limitan s¨®lo al refer¨¦ndum "muy justo" de Dinamarca, sino a que "Francia est¨¢ profundamente sumida en una crisis de autoconfianza, el Reino Unido desea frenar el proceso e Italia vive en plena crisis".
La mayor inquietud, sin embargo, viene de Alemania, "enfrentada a una unificaci¨®n que le est¨¢ costando mucho m¨¢s de lo previsto". Desde Bonn llegan voces que reclaman la reescritura de los acuerdos de uni¨®n econ¨®mica y monetaria para no sacrificar el marco en beneficio del ECU. La m¨¢s probable es que sin cohesi¨®n suficiente no haya nuevas adhesiones, pero, en el peor de los casos, "la experiencia ense?a que los retrasos no han sido siempre malos en la historia de la CE".
Concejales contunitarios
Jacques Santer, el primer ministro de Luxemburgo, tranquiliz¨® hace unos d¨ªas a sus conciudadanos al afirmar que el Tratado de Maastricht no permite elegir alcalde. A lo sumo, concejal, lo cual es un alivio en el Gran Ducado, que cuenta con casi un 30% de poblaci¨®n extranjera. Los portugueses, principal comunidad de inmigrados, son mayor¨ªa en varios municipios.
El derecho a ser elector y elegido en los comicios municipales sea cual sea el pa¨ªs de residencia no entrar¨¢ en vigor hasta 1994. Pero ha suscitado la alarma entre los flamencos belgas, convencidos de que los extranjeros comunitarios residentes votar¨¢n franc¨®fono y alterar¨¢n el dif¨ªcil equilibrio regional y ling¨¹¨ªstico.
En Holanda, el voto municipal para los residentes es un hecho asumido, pero las cr¨ªticas a Maastricht surgen del dinero que habr¨¢ que pagar para la cohesi¨®n de los m¨¢s pobres. El dinero une a holandeses, luxemburgueses y belgas.
El refer¨¦ndum ser¨¢ cita obligada para los irlandeses el 18 de junio. Irlanda se beneficiar¨¢ de la cohesi¨®n prometida en Maastricht, pero el protocolo exigido por el Gobierno corre el peligro de convertir la consulta en un s¨ª o no al aborto, cuesti¨®n que divide a los irlandeses. Griegos y portugueses ven en el tratado una soluci¨®n econ¨®mica a sus problemas y a la vez una dura prueba para intentar converger, incluso con retraso, a la moneda ¨²nica europea.
Los objetivos del tratado
Moneda ¨²nica. La CE se comprometi¨® en Maastricht a dotarse de una moneda ¨²nica en 1997, s¨ª hay una mayor¨ªa de pa¨ªses con econom¨ªas adaptadas y de acuerdo. A m¨¢s tardar, la uni¨®n monetaria se iniciar¨¢ en 1999, aunque Dinamarca tendr¨¢ que celebrar otro refer¨¦ndum para ratificar este acuerdo. El Reino Unido se reserva la posibilidad de opting in (entrar) o quedarse al margen del proyecto.Pol¨ªtica exterior y de seguridad com¨²n. Los Doce se han emplazado a hablar con una voz com¨²n ante el mundo, pero la lista de acciones exteriores y la futura defensa europea a¨²n no han superado la fase de borrador. Esta diferencia de elaboraci¨®n se traduce en el plano jur¨ªdico. Mientras la Europa econ¨®mica y monetaria tendr¨¢ car¨¢cter federal, la uni¨®n pol¨ªtica seguir¨¢ sometida a la unanimidad entre los Gobiernos.
Cooperaci¨®n judicial y policial. Los acuerdos m¨¢s concretos en esta materia son la lista de pa¨ªses a cuyos nacionales se les exigir¨¢ visado para traspasar una frontera exterior de la CE. El espacio comunitario carecer¨¢ de barreras internas.
Pol¨ªtica industrial y el medio ambiente. El tratado entrar¨¢ en vigor una vez ratificado, pero de hecho no se pondr¨¢ en marcha hasta principios de 1995, con un nuevo Parlamento Europeo elegido y una Comisi¨®n Europea por primera vez por ¨¦l investida. La Comunidad contar¨¢ entonces con competencias extendidas a materias como la pol¨ªtica industrial o la protecci¨®n del medio ambiente.
Ciudadan¨ªa europea. Maastricht consagra el derecho de ciudadan¨ªa europea, que garantiza una protecci¨®n com¨²n en el exterior y cuyo mayor logro es el derecho de voto en el pa¨ªs de residencia a los comicios municipales y a las elecciones al Parlamento Europeo.
Pol¨ªtica social. Es la verdadera asignatura pendiente del tratado. El Reino Unido consigui¨® la cl¨¢usula de opting out (quedarse fuera), pero bastar¨ªa que un sindicato recurriera contra la discriminaci¨®n para dejar al descubierto la precariedad jur¨ªdica de un compromiso en el que 12 aceptan que 11 puedan aprobar legislaciones m¨ªnimas de protecci¨®n a los trabajadores. La posibilidad para sindicatos y empresarios de firmar convenios europeos queda diluida con la cl¨¢usula que exime a los Gobiernos de modificar la legislaci¨®n.
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