Los restos de un imperio
Los h¨²ngaros afrontan su adaptaci¨®n a Europa tras enterrar el r¨¦gimen comunista
Los h¨²ngaros consiguieron, a finales del siglo pasado, un acuerdo con los austr¨ªacos para constituir el Imperio Austro-h¨²ngaro. Fueron tiempos de esplendor que se encarg¨® de borrar la Primera Guerra Mundial. Despu¨¦s, acabada la segunda, el imperio se qued¨® convertido en un peque?o pa¨ªs de poco m¨¢s de 10 millones de habitantes y 100.000 kil¨®metros cuadrados de territorio. Fuera de sus fronteras, viven otros tres millones de h¨²ngaros, repartidos entre Eslovaquia, Ucrania, Rumania y la ya extinta Yugoslavia.Hungr¨ªa, gracias a esa depredaci¨®n de su territorio, se ha convertido en uno de los pa¨ªses m¨¢s uniformes del mundo desde el punto de vista nacional y racial. En su interior hay una fuerte comunidad gitana, de m¨¢s de medio mill¨®n de personas. El resto, magiares. Es justo lo contrario de lo que sucede en los pa¨ªses de su entorno. Y son h¨²ngaros los que, en muchos casos, aparecen como las v¨ªctimas del chovinismo de los pa¨ªses del entorno.
En este asunto, la historia vuelve a vengarse. Los h¨²ngaros, hoy un ejemplo de tolerancia y de mano izquierda en el trato de vecindad, no fueron generosos con sus vecinos. Mientras peleaban con los austr¨ªacos para equiparar su lengua y su cultura al rango m¨¢s alto en el seno del imperio, oprim¨ªan a los eslovacos neg¨¢ndoles lo que ellos reclamaban. Los rumanos, que ya estuvieron en Budapest en una marcha sangrienta, desconf¨ªan de los dos millones de h¨²ngaros que ocupan una parte de su territorio. El disparatado asesino que fue Ceausescu plane¨®, incluso, una salvaje operaci¨®n de eliminaci¨®n absoluta de los pueblos de la minor¨ªa h¨²ngara en su pa¨ªs. Los h¨²ngaros, hoy, son conscientes de lo que el pasado puede influir en su presente.
El esp¨ªritu de Visegrad
El 15 de febrero de 1991, los m¨¢ximos dirigentes de Hungr¨ªa, Polonia y Checoslovaquia firmaban en la ciudad h¨²ngara de Visegrad un acuerdo que significaba un cambio hist¨®rico en el rumbo de los tres pa¨ªses. Se hab¨ªa desintegrado al CAEM, el acuerdo econ¨®mico regional, y los nuevos dirigentes, democr¨¢ticamente elegidos, pusieron las bases que habr¨ªan de regir su colaboraci¨®n futura. En resumen, el acuerdo hablaba de los esfuerzos conjuntos para la integraci¨®n en Europa, la vigilancia del respeto de los derechos humanos y una declaraci¨®n para cooperar.
Para los h¨²ngaros, dada su peculiar situaci¨®n nacional, el acuerdo de Visegrad era mucho m¨¢s que una mera declaraci¨®n de principios a favor de la democracia y el cambio de sistema: se trataba de un marco en el que resolver una parte de sus problemas externos, entre los cuales no es el menor el de la construcci¨®n de la presa de Gabcikovo-Nagymaros, un gigantesco proyecto hidroel¨¦ctrico que fue firmado en 1977 entre los Gobiernos comunistas que reg¨ªan entonces Checoslovaquia y Hungr¨ªa. El proyecto utiliza las aguas del Danubio en la frontera entre ambos pa¨ªses para obtener una fuente de energ¨ªa alternativa a la nuclear y las centrales de carb¨®n que envenenan ambos pa¨ªses. Sin embargo, en 1991, los h¨²ngaros hicieron p¨²blica su oposici¨®n a continuar el proyecto, que ha supuesto ya unas inversiones superiores a los 100.000 millones de pesetas. Los h¨²ngaros han calculado que la presa provocar¨ªa problemas ecol¨®gicos de envergadura, una alteraci¨®n de la calidad de las aguas, y un posible retoque de las fronteras. Ante su firme decisi¨®n de paralizarlo, los eslovacos han reaccionado con una continuaci¨®n unilateral de las obras. Detr¨¢s de todo ello, adem¨¢s, la minor¨ªa h¨²ngara en Eslovaquia. En suma, un problema que se complica y que puede desatar un nuevo vendaval a ambos lados de la frontera.
Yamas Katona, secretario de Estado pol¨ªtico de Exteriores, usa mostacho como los antiguos guerreros magiares, aunque su expresi¨®n cordial e inteligente evita que se pueda suponer en ¨¦l el menor rastro de ferocidad. Katona es uno de los factores de la pol¨ªtica regional y un profundo conocedor de la zona. Katona insiste en que Hungr¨ªa habr¨¢ de resolver sus problemas por la v¨ªa pac¨ªfica, aunque expresa con rotundidad que Hungr¨ªa tiene el deber de proteger a los h¨²ngaros del exterior. Y realza el valor que para el proyecto de su Gobierno tiene la integraci¨®n en Europa: "Unos dicen que nos uniremos antes del fin de la d¨¦cada, otros que antes del fin del siglo y otros que antes del fin del milenio. En todos los casos, nos vamos a integrar pronto". Katona tiende a desdramatizar, pero no puede ocultar la preocupaci¨®n que despierta en su Gobierno la inestabilidad en Rumania y la antigua Yugoslavia, y se r¨ªe abiertamente, con un deje de malicia, cuando se le recuerda la ocurrencia del ministro de Exteriores italiano sobre un eje Madrid-Trieste-Budapest. Kupa, el ministro de Finanzas, abunda en ello: las econom¨ªas tienen mucho en com¨²n. En cualquier caso, Visegrad, la intervenci¨®n diplom¨¢tica constante en la zona (tirando de Ucrania para su incorporaci¨®n a Europa) y Trieste-Madrid-Budapest parecen ser muchos ejes para un solo pa¨ªs, que est¨¢, por otra parte, entrando en el ¨¢rea del marco por la imparable presencia alemana en la zona. La importancia de la diplomacia h¨²ngara est¨¢ fuera de toda duda en una regi¨®n que a algunos les hace tener pesadillas sobre un nuevo volc¨¢n en Europa. Y ah¨ª est¨¢n Yugoslavia y Moldavia para recordarlo.
Cuando se observan las magnitudes de la reforma econ¨®mica, de las operaciones de ajuste y de los nuevos retos en pol¨ªtica exterior, se comprende el calificativo de revoluci¨®n que los h¨²ngaros dan a su cambio de sistema. Un cambio que, adem¨¢s, se ha producido con una ejemplar moderaci¨®n en las formas. Quiz¨¢, como afirmaba Fernando Claud¨ªn, la falta de sustancia del anterior r¨¦gimen permiti¨® que se hundiera todo como un experimento de laboratorio que hubiera salido mal. Pero ello, y la peculiar actitud de muchos de los dirigentes comunistas h¨²ngaros durante la transici¨®n, no ha impedido que surjan voces contra los anteriores amos del pa¨ªs.
El Foro Democr¨¢tico y sus aliados, los democristianos y los peque?os propietarios pusieron en marcha una iniciativa parlamentaria para castigar la pertenencia a numerosas responsabilidades durante el r¨¦gimen comunista. De forma curiosa y sorprendente para muchos, fue el Fidesz, la Federaci¨®n de J¨®venes Dem¨®cratas, el grupo que se opuso con mayor acritud al proyecto de revancha. Los Dem¨®cratas Libres, salidos en buena parte de las filas comunistas pero tambi¨¦n sus v¨ªctimas favoritas por su airosa oposici¨®n, pelearon contra la ley. El argumento era de una simplicidad aplastante: iba a crear un conflicto civil en Hungr¨ªa y no se sab¨ªa hasta d¨®nde pod¨ªa llegar la purga. Al final, el Tribunal Constitucional dio la raz¨®n a la oposici¨®n, y la ley est¨¢, de momento, congelada en los s¨®tanos del Parlamento.
La historia del Partido Comunista H¨²ngaro, frente a la de otros pa¨ªses, est¨¢ repleta de bandazos y de actos heroicos o miserables que responden m¨¢s que a una posici¨®n ideol¨®gica en el terreno de la pol¨ªtica a las discrepancias sobre la soberan¨ªa nacional y, sobre todo, a la lucha por las libertades. Imre Nagy era el l¨ªder comunista en 1956, y es un h¨¦roe nacional. Kadar representa para los h¨²ngaros el ¨²ltimo impulso modernizador, aunque no se entusiasmara con la reforma. Incluso entre los intelectuales se da esta paradoja con frecuencia. Es el caso de Andras Hegedus, rescatado por los sovi¨¦ticos en 1956 de las iras de los rebeldes y posteriormente un hombre de la reforma. Es el mismo fantasma que recorre Checoslovaquia, aunque con una diferencia importante: en Checoslovaquia dej¨® de haber disidentes en el interior del partido en 1968, mientras en Hungr¨ªa los ha habido siempre. La revancha, el ajuste de cuentas, se cine, por el momento, a las destituciones ministeriales y a una acci¨®n visible en las calles: los nuevos nombres que sustituyen a los ca¨ªdos (rep¨²blica popular, Lenin, Engels... ) permanecen debajo de la placa anterior, que se tacha con una raya roja. Hace ya mucho, y a los h¨²ngaros se les hacen siglos los meses, cayeron las ¨²ltimas estatuas que representaban a los dioses del tiempo anterior.
El 'play boy' de Szentendre
Esa nostalgia se pierde entre los nuevos entusiastas de la est¨¦tica occidental poco digerida. Szentendre es un pueblo situado a pocos kil¨®metros de Budapest, cerca de Aquincum (l¨ªmite del Imperio Romano en Panonia). Doce mil habitantes que desarrollan su vida en un publecito fundado por serbios en el siglo XVIII, serbios que hu¨ªan de los turcos en su ¨²ltima ofensiva contra el imperio de los Habsburgo. En Szentendre la industria fundamental es el turismo, y en sus calles repletas de pasamaner¨ªa y malas antig¨¹edades se escuchan palabras en todos los idiomas.
En una de las terrazas, un tipo proclama con su simple apariencia que es el jefe. Viste ropa deportiva y se calza con las mejores zapatillas norteamericanas. Un pendiente de oro en cada oreja y una gorra de b¨¦isbol, que le dan todo el car¨¢cter al hacer juego con unas gafas de sol m¨¢s propias de la pr¨¢ctica del esqu¨ª que de un paseante. El tipo juega con unas llaves que arroja al aire de cuando en cuando; reclama, con ¨¦xito, a cualquier mujer que pase por delante de su mesa, y bebe un combinado que ¨¦l mismo se prepara a base de vino tinto y cocacola. Es la estrella de la ciudad, y la imagen de lo que puede ser un provinciano de ¨¦xito en la nueva Hungr¨ªa. En Budapest, junto a los bares sexy que parecen inundarlo todo, crece el n¨²mero de bares de copas para los m¨¢s j¨®venes.
La patria de Lukacs
Los h¨²ngaros hablan una lengua que s¨®lo encuentra similitudes en la de los fineses. Una lengua que les ha hecho estar algo m¨¢s aislados que a sus vecinos los eslavos, y que fue, durante muchos a?os, perseguida por los austr¨ªacos. Sus escritores no se conocen apenas fuera de las fronteras, salvo en los casos extraordinarios, como Danilo Kiss entre los contempor¨¢neos. Pese a ello, Budapest fue un centro de vanguardia, alentada por hombres como Giorgy Lukacs, quien compart¨ªa tertulia con Arnold Hauser. Filosof¨ªa, teor¨ªa de la est¨¦tica... en una casa cercana a la plaza de los h¨¦roes, al costado de Varosligest, un parque de tremenda hermosura dotado -c¨®mo no- de balnearios de aguas termales. Los h¨²ngaros gustan de recordar sus glorias nacionales, y un espa?ol no se libra de la evocaci¨®n de Puskas, Kocsis o Czibor, que huyeron de su pa¨ªs despu¨¦s de 1956 dejando deshecho uno de los mejores conjuntos de f¨²tbol del mundo. Nunca est¨¢n seguros de que el for¨¢neo sepa de d¨®nde eran Vassarely o Zsa Zsa Gabor y se ocupan de recordarle a la m¨ªnima ocasi¨®n que all¨ª se invent¨® el ordenador y que Rubik invent¨® su cubo de colores en Budapest. Y en cada barrio de la ciudad, una placa recuerda que por all¨ª pas¨® Beethoven o Mozart, o Liszt. Y que Bela Bartok no estaba solo en la m¨²sica de Hungr¨ªa. Y hoy, despu¨¦s de a?os de ostracismo, resurge la historia de la cultura de un pa¨ªs que fue clave en Europa.Un pa¨ªs que, pese a su tama?o, juega un papel en la regi¨®n clave para su estabilidad. Y que se ha abierto al exterior de manera impresionante. El comentario del ministro de Finanzas para explicar las posibilidades de cooperaci¨®n con Espa?a: "Conozco el museo del jam¨®n, en Madrid, y creo que tenemos mucho en com¨²n".
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