'Whisky' no olvidar¨¢ la cuchillada que le dio 'Alaz¨¢n'
Los gritos de espanto que lanz¨® el p¨²blico cuando la montura de Gin¨¦s Cartagena cay¨® ante el toro llegaron hasta el patio de caballos como una cuchillada. Los mozos de su cuadra se tem¨ªan lo peor. Sus compa?eros, que ve¨ªan la corrida sobre el estribo de la puerta, les tranquilizaron. "?N¨¢, que se ha ca¨ªo el caballo!" Minutos despu¨¦s, sin que el ambiente hubiera dado alarma alguna, todos los mozos se movilizaron. "Se la ha pegao ". Co rreas sali¨® disparado por el callej¨®n. Hab¨ªa que coser al caballo de su compa?ero.
Correas, todav¨ªa sudoroso tras haber rejoneado el toro anterior, se iba quitando la chaquetilla mientras atravesaba el patio de caballos. Al fondo ya estaba Whisky esperando, con una cornada en el anca. Era un raj¨®n vertical de unos 20 cent¨ªmetros. Correas meti¨® la mano en la herida. Hasta el pu?o. La sac¨® ensangrentada y dijo: "No es nada, no le ha pasado nada. Venga, vamos a coser ahora que est¨¢ todav¨ªa caliente".
Mientras, Gin¨¦s Cartagena, fuera, en el ruedo, acababa con Alaz¨¢n, curioso nombre para el toro que hizo carne en un caballo. Cuando lleg¨® hasta ¨¦l, ya le hab¨ªan puesto una inyecci¨®n intravenosa para combatir las infecciones, otra con anestesia local, le hab¨ªan echado chorros de agua oxigenada y empezaban a coserle. La operaci¨®n se remat¨® metiendo un fino tubo entre los costurones para introducirle un desinfectante.
No olvidan
Y ahora, a esperar. Porque puede que dentro de un mes Whisky no quiera saber nada del toro. Los mozos de cuadra dicen que los caballos no olvidan jam¨¢s. Un ejemplo: los de Mayoral eran los m¨¢s inquietos mientras esperaban en el t¨²nel que va al patio de caballos. No paraban de puro nervio. "Es que es la primera vez que vienen a Las Ventas", dec¨ªan sus cuidadores. "Desconocen el ambiente, el olor, todo. Saben que van a torear; mire, mire qu¨¦ atentos est¨¢n, c¨®mo ponen las orejas, pero no est¨¢n nerviosos por eso, sino por la plaza." Hay caballos que se resabian despu¨¦s de una cornada. En cambio, la mayor¨ªa, aceptan volver al toro. No es que les guste, pero vuelven. Los mozos dicen que mucho no les debe gustar porque cuando saben que van a torear, y lo saben en cuanto suben al eami¨®n, se ponen nerviosos. Y nada m¨¢s salir del ruedo se tranquilizan. Seg¨²n iban acabando la faena descansaban hasta el siguiente toro en el patio de caballos. Menos los de Cartagena, que hab¨ªa llevado ocho, cuatro para cada toro. Sus compa?eros hab¨ªan realizado menos dispendio: s¨®lo llevaban seis monturas. Las van cambiando seg¨²n las suertes que vayan realizando o las caracter¨ªsticas que muestre el toro.
En el campo habr¨¢n quedado otros tantos caballos para la siguiente corrida. Alguno, quiz¨¢, sea vendido. Son parte del negocio. Porque por menos de seis millones no se empieza a hablar.
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