Discotecas
Una encuesta sobre el derecho de admisi¨®n en las discotecas revela que hay divisi¨®n de opiniones y que el h¨¢bito hace al monje. Esta encuesta sali¨® por televisi¨®n y entre los encuestados -clientes habituales de las discotecas- unos se declaraban partidarios de que s¨®lo se acepten muchachos de buen ver, mientras otros disent¨ªan de que se prohiba la entrada a los de pinta dudosa.Las prohibiciones en los establecimientos p¨²blicos suelen ser discutibles y vidriosas. Antiguamente hab¨ªa en muchos bares letreros que dec¨ªan "Prohibido cantar, bien o mal", y era una arbitrariedad est¨²pida: el canto, incluso desafinado, no hace da?o a nadie. Letreros m¨¢s razonables habr¨ªan sido aquellos que dijeran "Prohibido contar su vida, le guste o no le guste", pues bastante tiene uno con lo que lleva encima como para que otro le amargue la copa d¨¢ndole la paliza.
En pubs, salones de t¨¦ y cafeter¨ªas de alto copete, hay celosos cancerberos que seleccionan la clientela y, por ejemplo, impiden la entrada a quienes tengan aspecto de chorizo. De acuerdo en que se trata de valores convenidos, mas no deja de constituir un sarcasmo porque, a veces, los chorizos ya est¨¢n dentro, con la diferencia de que se las dan de se?orones y choricean a lo grande.
Un due?o de discoteca har¨¢ bien si impide que se la alborote un gamberro, pero eso no justifica que ponga en la puerta un mat¨®n con atribuciones para impedir el acceso a los chavales que le caigan mal y, si se resisten, darles de guantazos. En ninguna parte est¨¢ escrito que los negros, o los feos, o los que no vistan ropa de marca hayan de quedarse fuera. Y si hubiese algo escrito, encabezar¨ªan la relaci¨®n los que tienen cara de burro. Y entonces, a los primeros que habr¨ªa que echar a la calle ser¨ªa a los matones de las discotecas. Mejor con una patada en el culo.
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