El empleo
El corresponsal de este peri¨®dico en Alemania nos contaba el lunes que miles de mujeres de la ex RDA se hacen esterilizar por miedo a perder el empleo. Parece que en el nuevo orden el puesto de trabajo ha dejado de ser un medio de ganarse la vida para convertirse en un dogma de la teolog¨ªa de la convergencia. El empleo es un fin en s¨ª mismo, y un fin de tal calibre que para su consecuci¨®n vale todo. Las mujeres de la ex RDA han visto el rostro del capitalismo y se est¨¢n arrancando los ovarios como Edipo se arranc¨® los ojos cuando vio la cara del destino. Las mujeres de la ex RDA se est¨¢n Vaciando, se est¨¢n quedando huecas, para tener lo que en el papel mojado de las constituciones sigue siendo un derecho. En las cl¨ªnicas extirpadoras les dan, con el alta, un certifcado de oquedad que muestran al patr¨®n y gracias al cual se les permite ocupar un hueco en la cadena de trabajo. La condici¨®n para llenar ese hueco es que ellas mismas alberguen un vac¨ªo infinito en sus entra?as. Y en su coraz¨®n. La mayor¨ªa de las mujeres de la ex RDA que se deshabitan para siempre no han tenido hijos. Est¨¢n cambiando la posibilidad de tenerlos por un sueldo, y aunque es cierto que un sueldo no produce cuando se le acaricia la misma ternura que un hijo, tambi¨¦n es verdad que una existencia sin salario -incluso si se trata del salario del miedo- resulta impracticable.
Es muy tranquilizador que entre nosotros no pasen estas cosas. Lo malo es que pasan otras. Muchas mujeres me han contado que han sido rechazadas al optar a un puesto de trabajo con el argumento de que tarde o temprano se quedar¨ªan embarazadas; algunas han preferido jurar que eran est¨¦riles. Es duro, pero al menos ya sabemos que la condici¨®n para sobrevivir en el nuevo orden es la de estar huecos. Tambi¨¦n nosotros, los hombres.
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