Por la independencia de Euskadi
Txema Montero hab¨ªa elaborado este art¨ªculo para su publicaci¨®n el domingo pr¨®ximo en el diario Deia. El rotativo vasco ha decidido adelantar a hoy la publicaci¨®n del texto y facilitarlo a EL PA?S al conocer que HB lo hab¨ªa filtrado a otros medios, en contra de la voluntad del autor. Montero mantiene en estas l¨ªneas que el Estatuto de Gernika y la Ley de Amejoramiento Foral de Navarra son instrumentos v¨¢lidos para trabajar por la independencia de Euskadi, por lo que ha sido expulsado de HB.
Atendiendo la amable invitaci¨®n de Deia para colaborar en el suplemento especial conmemorativo de sus quince primeros a?os de existencia, me dispongo a reflexionar en voz alta, escritura impresa ser¨ªa m¨¢s preciso, sobre la encrucijada en la que nos encontramos los vascos tras este tiempo transcurrido.Quien, como me adelanto en reconocer, durante id¨¦ntico periodo de tiempo ha permanecido enfeudado en un pensamiento pol¨ªtico militarizado, no puede, aunque sea por ¨²ltima vez, dejar de hacer las preguntas cl¨¢sicas que todo manual militar exige responder antes de emprender cualquier campa?a.
?Ad¨®nde? Es la pregunta cuya contestaci¨®n. venimos respondiendo de invariable manera: hacia la independencia, concepto este con casi exclusivo car¨¢cter de arenga hace unos a?os, y posibilidad hoy Itanto m¨¢s real cuanto que la Europa que se nos dec¨ªa inmutable se acomoda a las nuevas realidades que florecen, en su seno y desde el nacimiento de Deia hasta el d¨ªa de la fecha diez nuevas naciones-estado han irrumpido en la escena pol¨ªtica europea.
?Por d¨®nde?Tan importante es el camino como la posada, y si demostrado est¨¢ que nada es imposible cuando la voluntad del pueblo se pone en marcha (v¨¦ase el desplome del imperio sovi¨¦tico), igualmente parece evidente que cualquier punto de partida es bueno si el objetivo final est¨¢ claro. As¨ª, el Estatuto y la Ley de Amejoramiento, al tiempo que constri?en y limitan la identidad y la reunificaci¨®n vasca, posibilitan proyectos y apuntalan posiciones para la consecuci¨®n del Estatuto Nacional de Autonom¨ªa.
Tan importante como proclamar la voluntad de independencia es conseguir situaciones de no dependencia, y, entre el cero de nuestra negaci¨®n como pueblo durante el franquismo y el infinito de nuestra emancipaci¨®n nacional, nos situamos en la actualidad en un punto a partir del cual es posible construir el futuro Estado vasco. La conciencia de justeza de nuestra causa, los resortes legales existentes (tanto de derecho interno como internacional) y el factor multiplicador ilusionante que una unidad de acci¨®n abertzale puede dar a nuestro pueblo tomando, como punto de partida la declaraci¨®n de autodeterminaci¨®n del Parlamento de Gasteiz, constituyen los elementos, a mi entender, aglutinadores de un frente amplio hacia la independencia que demandar¨ªa la preexistencia de instituciones comunes entre vascongados y navarros.
?C¨®mo? Est¨¢ fuera de toda duda que las formaciones pol¨ªticas tienen en nuestro pa¨ªs un grado aceptable de representatividad. Los partidos pol¨ªticos, defectos y limitaciones favorecedores de la abstenci¨®n aparte, han conseguido un importante grado delegitimaci¨®n, no s¨®lo electoral, sino social. Las formaciones sindicales de obediencia vasca suponen una s¨®lida base sobre la cual fundamentar la acci¨®n pol¨ªtica dado lo original del caso vasco: ¨²nica minor¨ªa nacional en Europa donde los sindicatos nacionalistas ostentan gran representatividad, as¨ª como por el indudable hecho de que las dos centrales vascas son antes movimientos sociopol¨ªticos que sindicatos estricto senso. La Iglesia cat¨®lica, en la que se encuadran influy entes sectores de la "Intelligentsia" nacional, no puede ser ajena a la conformaci¨®n de un cuerpo te¨®rico y de producci¨®n de ideas-fuerza que act¨²en como vectores inductores del nuevo marco de relaciones sociales entre los vascos. Obligadamenie, la hoy silente Universidad vasca est¨¢ llamada, por propia raz¨®n de ser, a la plasmaci¨®n cient¨ªfico-t¨¦cnica de estas ideas-fuerza que deber¨¢n fundamentarse en la democracia participada y altemancia como formas pol¨ªticas, el desarrollo de los programas pol¨ªticos de las mayor¨ªas en el respeto a las minor¨ªas, a la solidaridad para con los desheredados y la tolerancia con los adversarios y, sobre todo, contemplar el debate pol¨ªtico desde la posici¨®n emp¨¢tica de considerar que el otro / los otros, porque tienen sus razones, pueden tener la raz¨®n.
?Cu¨¢ndo? Ya es tarde si no hay ¨¢nimo de empezar. ?Tantas veces nos hemos emplazado!; las contradicciones del r¨¦gimen democr¨¢tico entre refom¨²stas y separatistas deparar¨ªan una situaci¨®n de cambio, dec¨ªamos; la crisis econ¨®mica, el paro y sus terribles consecuencias en los m¨¢s humildes suscitar¨ªan el inicio de un proceso revolucionario, augur¨¢bamos; el ingreso en la CE y la inevitable degradaci¨®n de los sectores econ¨®micos tradicionales vascos (siderurgia, naval, pesca y agricultura) supondr¨ªan la modificaci¨®n de escena pol¨ªtica, profetiz¨¢bamos; la entrada en la OTAN y el consiguiente alineamiento en el bloque imperialista potenciaba, en su rechazo, nuestro movimiento emancipador nacional, enfatiz¨¢bamos. ?Tantas previsiones incumplidas o parcialmente ciertas!, pero...sin las consecuencias pol¨ªticas que presupon¨ªamos y una paradoja como fondo: los laicos implorando por la irrupci¨®n del Pentecost¨¦s.
?Con qu¨¦ medios? La cuesti¨®n de los medios es asunto directamente relacionado con la finalidad perseguida y con los costes dispuestos¨¢ afrontar; afecta, por tanto, a la ortodoxia como a la ortopraxia. Nada tan, inexacto como calificar hoy el contencioso vasco como una guerra. No es guerra aquella situaci¨®n'en la que no est¨¢ / no se siente implicada la mayor¨ªa del pueblo; ser¨¢, a lo sumo, un "combate singular", un duelo en el que cada sector implicado designa un campe¨®n y el resultado del combate entre campeones decidir¨¢ la contienda. As¨ª las cosas, es "la sangre de los otros" la que se vierte en la arena, y la sangre de los otros puede ser objeto de veneraci¨®n, pero nunca de asunci¨®n porque a nadie le mana en su propio cuerpo la sangre que brota de herida ajena. Si el pueblo aborrece de la guerra y sus consecuencias, si se sit¨²a como espectador m¨¢s o menos, cercano a la arena donde se libra el singular combate, "?por qu¨¦ empe?amos en la guerra no asumida?, ?es suficiente raz¨®n que el enemigo la quiera?, ?se puede contemplar el contencioso vasco bajo estos par¨¢metros militaristas sin faltar a la realidad?".
Pero hablaba tambi¨¦n de ortopraxia, de pr¨¢ctica pol¨ªtica correcta y adecuada a los cambios sociales. Afirmo que nunca en la historia de ETA ha existido tanta, gente de acuerdo con la organizaci¨®n armada "haga lo que haga y diga lo que diga" y para completar a rengl¨®n seguido que nunca ha existido tanta gente en contra de ETA "haga lo que haga y diga lo que diga". Las posturas equidistantes hacia ETA, aquellas af¨ªrmaci¨®nes del tipo "no estoy de acuerdo con ETA en sus m¨¦todos, pero estoy de acuerdo con sus objetivos", estoy de acuerdo con la voladura de la central de tel¨¦fonos de R¨ªos Rosas, pero no estoy de acuerdo con los coches bombas, simplemente han desaparecido o est¨¢n en trance de desaparici¨®n; el colch¨®n intermedio emp¨¢tico se ha volatilizado y lo usual es reconocer a ETA el car¨¢cter de l¨ªder simb¨®lico y/o pol¨ªtico (la minor¨ªa) o rechazar cualquier propuesta de ETA por proceder de una vanguardia, militar a m¨¢s abundamiento (la mayor¨ªa).
Los medios a utilizar, concluyo, ser¨¢n por tanto s¨®lo aquellos que la mayor¨ªa social admita como leg¨ªtimos en cada situaci¨®n y deber¨¢n ser rehusados aquellos que por no alcanzar tal grado de legitimaci¨®n son consiguientemente rechazados. En esto consiste, a ¨ªr¨² entender, la ortopraxia, tan importante como la ortodoxia de las ideas y fines perseguidos.
La participaci¨®n ¨ªnstitucional, por el contrario, obtiene un notable grado de legitimaci¨®n insuficiente mientras se exclusivice el car¨¢cter partidista de la misma y creciente en la medida que los corazones de los ciudadanos comprendan la democracia como un ejercicio de participaci¨®n. "Las instituciones moldean el car¨¢cter, y el car¨¢cter transforma las instituciones", dec¨ªa Bertrand Russell, para continuar: "Las reformas de ambas deber¨¢n marchar cogidas de la mano y, si los individuos han de conservar esa medida de iniciativa y flexibilidad que deber¨ªan tener, no se les debe encerrar a todos en un ¨²nico y r¨ªgido molde: o, para cambiar la met¨¢fora, no se les debe adiestrar a todos en un ¨²nico ej¨¦rcito".
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