Renegociar Maastricht
La imagen de Holger Nielsen, presidente del Partido Socialista Popular (miembro, como Izquierda Unida, del Grupo por la Izquierda Unitaria Europea), haciendo la V de la victoria tras el triunfo del no en el refer¨¦ndum dan¨¦s sobre los acuerdos de Maastricht, muestra los l¨ªmites de ciertas concepciones de la pol¨ªtica. En el debate habido en IU sobre este mismo tema prevaleci¨®, dentro y fuera de la III Asamblea Federal, la idea de la pol¨ªtica como arte en el manejo de las conciencias y de las personas. De la oposici¨®n de Izquierda Unida se dijo de todo: ortodoxos, fundamentalistas, antieuropeos..., concluyendo tan brillante an¨¢lisis con la acusaci¨®n de trabajar para la extrema derecha.El refer¨¦ndum dan¨¦s y las controversias pol¨ªticas existentes en casi todos los pa¨ªses de la CE han empezado a situar el debate en su verdadero lugar. Los comunistas (de la coalici¨®n de izquierda) han mostrado su oposici¨®n a los acuerdos de Maastricht, pero tambi¨¦n lo han hecho el PSP dan¨¦s y la Izquierda Democr¨¢tica de Irlanda (¨¦sta ¨²ltima miembro tambi¨¦n del Grupo por la Izquierda Unitaria Europea); las direcciones de la socialdemocracia han dado su apoyo a los acuerdos, pero sectores especialmente significativos de la misma se oponen resueltamente; grupos renovadores de la izquierda (los verdes, fundamentalmente) han expresado su rechazo; y la CES, despu¨¦s de hacer un an¨¢lisis extremadamente cr¨ªtico sobre los acuerdos, ha decidido apoyar la ratificaci¨®n; la derecha pol¨ªtica y econ¨®mica los aprob¨® entusi¨¢sticamente, aunque minor¨ªas significativas de ¨¦sta y la extrema derecha han optado por rechazarlos.
Como se puede observar, m¨¢s all¨¢ de las descalificaciones f¨¢ciles, nos, encontramos ante un debate que afecta de una u otra forma a todas las fuerzas pol¨ªticas y sociales y donde se producen aparentes convergencias entre posiciones pol¨ªticas diametralmente opuestas. Los que dicen que no, s¨ª o se abstienen ante el Tratado de la Uni¨®n Europea, lo hacen desde distintas concepciones. Cuando Nielsen, por ejemplo, dice no a Maastricht no lo hace desde el nacionalismo o el antieurope¨ªsmo, sino desde otra concepci¨®n y otro modo de construir Europa.
Izquierda Unida, en su tercera asamblea, ha decidido no apoyar la ratificaci¨®n del tratado tal y como ha sido aprobado en Maastricht. Con la decisi¨®n se puede o no estar de acuerdo; lo que no cabe es la descalificaci¨®n aprior¨ªstica. No, aprobamos la ratificaci¨®n por parecemos insuficientemente europe¨ªsta, conservadora en todo lo referente a la cohesi¨®n econ¨®mico-social, y escasamente democratizadora del proceso la l¨ªnea adoptada en la ¨²ltima cumbre europea. La nuestra es una oposici¨®n ultraeurope¨ªsta y desde la izquierda.
Con el no mayoritario del pueblo dan¨¦s se abre una nueva etapa. Las salidas pol¨ªticas son varias: intentar dejar a un lado a Dinamarca; repetir el refer¨¦ndum y esperar ganarlo; consagrar ya la existencia de varias velocidades en el proceso. Mi posici¨®n, desde un europe¨ªsmo cr¨ªtico y de izquierda, es otra: renegociar el Tratado de la Uni¨®n Europea. Hace falta, despu¨¦s del impacto dan¨¦s, abrir un gran debate en toda la sociedad europea sobre los fundamentos pol¨ªticos, econ¨®micos y ecol¨®gicos del proyecto.
Las consecuencias de la construcci¨®n europea son demasiado importantes para dejarlas exclusivamente en manos de la llamada clase pol¨ªtica. En este sentido, s¨ª es posible decir que los eur¨®cratas tienen que echarse a temblar, siempre que a rengl¨®n seguido se diga que los pol¨ªticos que los apoyaron deben, como m¨ªnimo, ponerse a tiritar, simplemente porque una vez m¨¢s ceden a las ideas socialmente dominantes. .
?Qu¨¦ hay que renegociar? Fundamentalmente cuatro aspectos:
1. Superar el alarmante d¨¦ficit democr¨¢tico. No es posible seguir acumulando poder en el Consejo o en la Comisi¨®n sin control democr¨¢tico del Parlamento Europeo o de los Parlamentos nacionales. Exigir de los pueblos cesi¨®n de soberan¨ªa a poderes opacos y olig¨¢rquicos ser¨¢ cada vez m¨¢s dif¨ªcil, y la izquierda debe de estar al frente de ese movimiento.
2. Avanzar en la convergencia real. La matriz neoliberal y conservadora se pone claramente de manifiesto en los criterios de convergencia (inflaci¨®n, tipos de inter¨¦s, d¨¦ficit p¨²blico ... ), dejando a un lado otros par¨¢metros sin los cuales no ser¨ªa posible una convergencia real (tasa de desempleo, gastos de protecci¨®n social, desigualdades sociales y territorios ... ). Sin este giro, la llamada cohesi¨®n econ¨®mico-social es mera ret¨®rica, y al final del proceso lo que aparecer¨ªa es una mayor divergencia real.
3. Superar el d¨¦ficit social. Hay un acuerdo generalizado de que la dimensi¨®n social cumple un papel subordinado y de mero acompa?amiento al proceso de integraci¨®n econ¨®mica. Es necesario que la izquierda aproveche la coyuntura para, junto con los sindicatos, modificar la actual situaci¨®n; esto se llama carta social europea y pol¨ªtica redistributiva.
Condici¨®n previa para ello es un sistema fiscal europeo que garantice la armonizaci¨®n que impida, entre otras cosas, las pr¨¢cticas de "desfiscalizaci¨®n competitiva", derivadas de la existencia de "para¨ªsos fiscales" de la Comunidad.
4. Una pol¨ªtica exterior y de defensa realmente independiente. Maastricht consolida la subordinaci¨®n de Europa a la estrategia pol¨ªtico-militar de Estados Unidos; la OTAN y la UEO son los instrumentos privilegiados para esa estrategia. Desde la izquierda se deber¨ªa seguir luchando por un sistema de defensa europeo espec¨ªfico, en el marco de una nueva pol¨ªtica de seguridad y de una radical disminuci¨®n de los presupuestos militares. No queremos una "Europa fortaleza", pero tampoco una "Europa superpotencia militar".
Los daneses, democr¨¢ticamente, han encendido la se?al de alerta en el proceso de construcci¨®n europea, han sido los primeros, pero seguramente no ser¨¢n los ¨²ltimos. En Espa?a, todos debemos sacar conclusiones en positivo del caso dan¨¦s, tanto los que defienden el s¨ª como los que apoyan el no, y, desde luego, los que apostamos, sobre la base de los acuerdos de la tercera asamblea de IU, por una abstenci¨®n cautelosa.
No es la hora, todav¨ªa, de pedir o dejar de pedir un refer¨¦ndum sobre Maastricht; s¨®lo despu¨¦s de un debate en profundidad en torno, a la construcci¨®n europea que implique a todos los ciudadanos, y que las fuerzas pol¨ªticas y sociales tenemos la obligaci¨®n de impulsar, sabremos si la distancia entre el Parlamento y la sociedad indica o no la necesidad de aplicar el mecanismo de consulta directa que nuestra Constituci¨®n contempla.
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