Acaramelando la escultura
Surgida a mediados de los ochenta en un ¨¢mbito, el valenciano, cuya producci¨®n escult¨®rica desde entonces ha sido objeto de atenci¨®n cr¨ªtica el nombre de Emilio Mart¨ªnez (Mislata, 1962) pas¨® r¨¢pidamente a formar parte de un elenco entonces en plena formaci¨®n y hoy ya, seguramente, plenamente consensuado.Resultaba entonces un tanto sorprendente la incomparecencia en solitario del artista en una zona como la catalana, donde la proximidad geogr¨¢fica, la convivencia vecinal o la hermandad cultural con su tierra natal parec¨ªan argumentos con suficiente peso como para haber contrarrestado con una mayor celeridad tal ausencia.
Centro y periferia
Emilio Mart¨ªnez
Galer¨ªa Senda. Pasaje Mercader, 4. Barcelona. Hasta finales de junio.
Sea como sea, y fruto acaso m¨¢s de las relaciones entre el centro y la periferia a Mart¨ªnez se le ha brindado la senda y ha optado por recorrerla.El conjunto que ahora presenta est¨¢ formado, si nos guiamos por el propio ¨¦nfasis o el valor capital que el artista otorga a los procesos t¨¦cnicos de construcci¨®n, formaci¨®n o transformaci¨®n de las piezas resultantes como determinantes a la hora de enjuiciar la intensidad conceptual o la intencionalidad discursiva de las mismas, por dos l¨ªneas que, no obstante, a menudo se entrecruzan o se dirigen perversos gui?os.
La una, tal vez la m¨¢s conocida del artista para quienes no hayan seguido sus ¨²ltimos pasos, se mantiene fiel a la resina y a sus cualidades de traslucidez -aunque no siempre, pues el artista gusta a menudo de te?irla con pigmentos que le confieren opacidad-, para elaborar aquellas formas "acarameladas" -tanto por superficie como por estructura- que, si no dispuestas estrat¨¦gicamente, por grupos, en la pared, est¨¢n cargadas de una fuerte iron¨ªa, y engrosaron en su d¨ªa una de las facetas m¨¢s aireadas de Mart¨ªnez.
La otra, aqu¨ª escasamente representada, presupone una mayor incidencia en la brecha que el trabajo con espumas de poliuretano ha supuesto en la producci¨®n ¨²ltima del artista.
Y es por estos ¨²ltimos derroteros por donde Mart¨ªnez, a la vez que confiere continuidad a ese discurso desdoblado desde lo mat¨¦rico -si consideramos el componente "goloso" y sumamente sensual de ambos procederes t¨¦cnicos y ese lado on¨ªrico -, parece acechado por los fantasmas del conformismo o el ludismo intrascendente.
Y mientras uno ignora si es el mismo artista quien se metamorf¨®sea en ese embebimiento casi ap¨¢tico por lo divertido o duda acerca de la parte de culpa que la selecci¨®n hecha pudiera tener, entonces, uno para mientes en un curioso a la par que extra?o objeto, que no es m¨¢s que un malet¨ªn de pl¨¢stico castigado, o sea, de cara a la pared. ?Ser¨¢ ¨¦sta una tercera l¨ªnea? El desenlace, en la pr¨®xima visita.
Babelia
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