El Madrid encuentra consuelo en la Copa
El Madrid estar¨¢ en la final de la Copa del Rey. Chamart¨ªn debe celebrarlo. No es para menos. Tal y como vive la entidad, perdida en ceses, destituciones, fichajes, mociones de censura, votos de confianza y asambleas varias, m¨¢s de uno pareci¨® haber olvidado que ayer se jugaba una semifinal complicada y que las heridas futbol¨ªsticas se lavan donde se sufren, en el campo y con victorias.
Mientras los dirigentes se dedicaban a fichar a un nuevo t¨¦cnico, Floro, sin haber despedido a los dos anteriores, Beenhakker y Antic, profesionales como Michel, soberbio ayer, solventaron con un buen manojo de goles y cierta presencia sobre el terreno de juego un encuentro importante. Sobre todo para el Madrid, equipo que en la actualidad no anda muy sobrado de verbenas. La ¨²ltima final disputada por el Madrid, contra el Barcelona, en Valencia, supuso el inicio del declive de un grupo futbol¨ªstico intratable hasta ese momento en la competici¨®n dom¨¦stica. De momento, s¨®lo algunos jugadores parecen ser conscientes de que la del pr¨®ximo s¨¢bado, contra el Atl¨¦tico, puede ser el primer paso en el proceso de reconstrucci¨®n del equipo.
Dos goles soberbios enmascararon el ritmo quebrado, blandengue y canalla de la primera mitad. Michel, de tremenda vaselina, y Butrague?o, de medido centro que aprovech¨® Hierro con picard¨ªa, firmaron la obra. Tiene m¨¦rito que todav¨ªa haya hombres capaces de inventar en Chamart¨ªn, donde la hinchada hizo mutis por el foro y ni apareci¨®, salvo unos miles que alternaron pitos y palmas.
El Sporting vendi¨® su mercanc¨ªa r¨¢pido y a la carrera: nutrida defensa de cinco hombres, inexistente centro del campo y des¨¦rtica delantera con pies de lana. Todo ello estuvo aderezado con muchas bajas, toneladas de plomo en las botas y corcho en el cerebro. Demasiadas concesiones para el Madrid, un colectivo que, contusionado por su p¨¦sima temporada, s¨®lo aspira a cerrar el a?o con decoro. Ni quiere ni puede hacer m¨¢s.
Joaqu¨ªn, hombre de f¨²tbol acad¨¦mico y oxigenado, tampoco pesta?e¨® para enmendar el desaguisado inicial. Mereci¨® el veterano futbolista otra despedida, otro partido, otro ambiente, pero, al final, fue sustituido en el descanso, en el silencio del vestuario, como de tapadillo.
El Madrid soport¨® c¨®modo las iniciales pitadas de la hinchada y, sin necesidad de doblar en exceso el lomo, frecuent¨® el ¨¢rea de Emilio con aires de anfitri¨®n. La grada solt¨® culebras cuando, en los minutos iniciales, Chendo y Buyo perdieron un par de balones. Se anunci¨® chaparr¨®n pero el Sporting no quiso nublar la contienda, por lo que la parroquia local, que todav¨ªa conserva en su archivo particular buenas tardes de f¨²tbol, acab¨® hipnotizada por las plasticidad de los goles. Sin rival, los hombres de Beenhakker se adue?aron del bal¨®n y, sin prisas ni urgencias, comenzaron a computar el tama?o de la goleada.
No tard¨® en derramarse el partido. Bast¨®, nada m¨¢s iniciada la segunda mitad, otra monumental internada de Michel por su banda, seguida de una maravillosa par¨¢bola que Hagi sentenci¨®. Lleg¨® luego el tanto de Sanchis, una acci¨®n p¨ªcara, afortunada y sin relevancia. Pese al b¨¢lsamo de los goles, el Madrid evidenci¨® algunas de sus carencias: la necesidad de un delantero centro fijo y sus preocupantes p¨¦rdidas de concentraci¨®n en determinados momentos del encuentro.
El juego tiene su cadencia: pausada atr¨¢s, r¨¢pida en el centro y vertiginosa delante. Es ah¨ª, en los ¨²ltimos metros, donde m¨¢s necesarias son la capacidad de invenci¨®n, la claridad de ideas y la previsi¨®n. Sin embargo, Beenhakker se empe?a a situar a Fernando Hierro como pareja de Butrague?o, lo que desprende cierto tufillo a cabezoner¨ªa pese a la magn¨ªfica llegada del primero
La presencia de Iv¨¢n espabil¨® algo al Sporting, efecto que coincidi¨® con una de las habituales desapariciones del Madrid. Sendos errores permitieron al equipo asturiano honrar el marcador. No fue una reacci¨®n ordenada, sino m¨¢s bien un arranque de orgullo ante la dejadez local. Superado el susto, el Madrid se reanim¨® y, con Alfonso, puso la velocidad de crucero de anta?o.
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