Remar de espaldas
LOS SOCIALISTAS est¨¢n divididos sobre la conveniencia o no de negociar con los sindicatos. Solchaga expres¨® el otro d¨ªa su convicci¨®n de que en la estrategia actual de las centrales no figura la hip¨®tesis de un pacto social y que de hecho ya han decidido convocar otra huelga general en oto?o. Otros sectores socialistas, por el contrario, han hecho de la negociaci¨®n su principal bandera, y multiplican iniciativas tendentes a desbloquear las relaciones con CC OO y UGT. El presidente del Gobierno, por su parte, ha declarado que esa negociaci¨®n es "conveniente, pero no imprescindible". Esa idea inspira el contenido de su carta a las centrales.Al,excluir del ¨¢mbito de la negociaci¨®n las reivindicaciones de la huelga general de mayo -protecci¨®n al desempleo y ley de huelga-, Gonz¨¢lez transmite el mensaje de que no cede a presiones de ese tipo. Tiene a su favor dos argumentos: que en un r¨¦gimen democr¨¢tico la decisi¨®n ¨²ltima corresponde al Parlamento, y que los, sindicatos tuvieron ocasi¨®n de negociar las reformas al sistema de cobertura del desempleo hace un a?o -pacto de progreso- y la despreciaron. Tal vez dentro de algunos meses, cuando el Parlamento apruebe nuevas normas sobre el reciclaje profesional de los parados o la reforma del Instituto Nacional de Empleo (Inem), las centrales lamenten no haber aceptado negociar ahora, como les ofrece el Ejecutivo, esos y otros asuntos relacionados con el empleo. Esa tendencia sindical a remar de espaldas se manifest¨® ya tras el 14-D, cuando la obsesi¨®n por negociar lo que llamaban "deuda social" impidi¨® avanzar en cuestiones m¨¢s decisivas para el futuro.
Si tanto el Gobierno como los sindicatos consideran la lucha contra el paro como su objetivo social prioritario, hay espacio para acuerdos. Por una parte, tienen raz¨®n quienes afirman que no es normal que un paro tan elevado coexista con crecimientos salariales m¨¢s que proporcionales y con una altisima conflictividad social. Pero, por otra, tienen raz¨®n los-sindicatos al considerar que es incoherente pretender a la vez facilitar el despido (abarat¨¢ndolo) y reducir la protecci¨®n al desempleo. Y tampoco es normal que en un pa¨ªs con un 16% de desempleo y un tercio de cuya poblaci¨®n ocupada tiene contratos temporales, la diferencia salarial entre los trabajadores fijos y los eventuales sea tan elevada: del 38%, seg¨²n un informe reciente del Instituto Nacional de Estad¨ªstica.
Otra anomal¨ªa del mercado de trabajo que podr¨ªa ser motivo de discusi¨®n y pacto es el hecho de que sea en el sector industrial, cuyos precios crecen muy lentamente, donde se registren las alzas salariales m¨¢s elevadas, mientras que ocurre lo contrario en el sector servicios, el m¨¢s inflacionista. En fin, que sea en algunas zonas industrializadas en declive y fuertemente subvencionadas donde se cobren los salarios m¨¢s elevados tampoco es normal. Todo ello define un marco de discusi¨®n del que deber¨ªa salir un acuerdo que el¨ªmine incertidumbres y haga compatible la mejora moderada de poder adquisitivo de los asalariados con el est¨ªmulo a la creaci¨®n de puestos de trabajo. Y eso que hoy es posible tal vez no lo sea ma?ana.
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