Ruptura en Sur¨¢frica
EL PRESIDENTE De Klerk tuvo que acortar su visita a Espa?a a causa de la crisis que surgi¨® en ?frica del Sur y que amenaza con interrumpir la negociaci¨®n que se desarrolla desde hace seis meses y que debe conducir a una democracia multirracial. El origen del problema fue la matanza del 17 de junio en la barriada de Boipatong, al sur de Johanesburgo, en la que 40 personas, sobre todo mujeres y ni?os, fueron asesinadas mientras dorm¨ªan. Ante tal ignominia, el Congreso Nacional Africano (ANC)y su presidente, Mandela, decidieron romper las negociaciones sobre el futuro constitucional del pa¨ªs.De Klerk ha calificado la decisi¨®n del ANC de poco inteligente y triste". Sin embargo, las razones invocadas por Mandela para adoptar una determinaci¨®n tan grave son serias. Los culpables de la matanza de Boipatong son miembros de Inkhata, el movimiento zul¨² que se enfrenta al ANC y cuya connivencia con las autoridades blancas ha sido reiteradamente demostrada. No es posible negar el m¨¦rito extraordinario de De Klerk como iniciador de una transformaci¨®n enfilada a poner fin a la discriminaci¨®n sufrida por los negros en el Estado surafricano. Sin embargo, sus planes encuentran una fuerte resistencia dentro de su propio aparato estatal. Hasta ahora no ha sido capaz de cambiar la actitud de una polic¨ªa acostumbrada a tratar a los negros como una raza inferior. Incluso en los choques entre etnias negras, con numerosas v¨ªctimas, hay una responsabilidad de la polic¨ªa, que ha apoyado sistem¨¢ticamente a Inkhata. Estos hechos provocan la radicalizaci¨®n de las masas negras y la desconfianza en la pol¨ªtica del di¨¢logo.
En este clima, Nelson Mandela, que siempre ha sido partidario de la negociaci¨®n, anunci¨® la ruptura de las conversaciones sobre la nueva Constituci¨®n. No se trata de un gesto caprichoso. Es una crisis pol¨ªtica grave cuya superaci¨®n exigir¨¢ medidas serias en dos direcciones; por un lado, castigo a los culpables de la matanza de Boipat¨®ng y cambios en la actitud de la polic¨ªa (es lo que pide el ANC), y, a la vez, una recuperaci¨®n del di¨¢logo. Es obvio como ha dicho De Klerk- que el ¨²nico camino para alcanzar una Sur¨¢frica democr¨¢tica es la negociaci¨®n. Pero ¨¦sta exige erradicar los m¨¦todos del pasado.
En estas condiciones, una presencia internacional puede ser ¨²til. Mandela ha recurrido a la ONU y se entrevistar¨¢ con su secretario generall Butros Gali. La Organizaci¨®n para la Unidad Africana (OUA), por su parte, puede ayudar a restablecer el di¨¢logo. Hay adem¨¢s iniciativas de Canad¨¢ y Australia para enviar observadores que puedan dar una visi¨®n objetiva en las zonas de m¨¢xima tensi¨®n. El fin del apartheid ha sido una causa asumida por todo el mundo democr¨¢tico; mientras no se establezca una democracia verdadera, la vigilancia internacional es conveniente.
En todo caso, la soluci¨®n tiene que ser obra de los propios surafricanos; es positivo que Nelson Mandela haya formulado las condiciones del ANC para que se pueda reanudar el contacto. No parecen rotos todos los puentes.
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