Pujol, europeo
LA ASAMBLEA de las Regiones de Europa (ARE), reunida en Santiago de Compostela, eligi¨® ayer, en primera votaci¨®n, a Jordi Pujol como su presidente. La abrumadora diferencia de votos respecto a su principal competidor por el puesto, Manuel Fraga, no s¨®lo supone un importante ¨¦xito internacional del pol¨ªtico catal¨¢n, sino un considerable fracaso del Partido Popular (PP), incapaz de arrastrar a las derechas europeas, pero tambi¨¦n a los regionalistas conservadores espa?oles. Pujol, en cambio, ha recibido, entre muchos otros, el apoyo de los socialistas espa?oles.Pujol es socio fundador de la ARE desde 1985, y ya opt¨® por esta presidencia en 1988. El presidente de la Generalitat de Catalu?a se mueve bien por Europa, es un eficaz pol¨ªgloto y su instinto pol¨ªtico le ha situado siempre muy cerca de los dirigentes de las regiones m¨¢s influyentes del continente. La candidatura del presidente de la Xunta, Manuel Fraga, introdujo un elemento de duda que en su momento fue magnifica do por algunos. Fraga hizo o¨ªdos sordos a las sugerencias de renuncia y opt¨® al cargo convencido del apoyo de los conservadores brit¨¢nicos y portugueses y de los nuevos miembros provenientes de la Europa del Este. El resultado de la votaci¨®n prueba que la instalaci¨®n en los organismos europeos no se improvisa y refuerza la idea de que los bregados pol¨ªticos europeos mantienen en su jerarqu¨ªa de valores la me moria hist¨®rica. Los miembros de la Asamblea de las Regiones de Europa supieron valorar las diferentes trayectorias biogr¨¢ficas de ambos candidatos. Al Manuel Fraga de hoy, cuyas convicciones democr¨¢ticas est¨¢n fuera de duda, le ha perseguido un antiguo ministro de Informaci¨®n llamado Fraga Iribarne.
El nuevo presidente de la ARE tiene ante s¨ª una oportunidad de oro de contribuir a la nueva Europa en construcci¨®n que surge de Maastricht. Pujol ha in sistido siempre en el liderazgo moral que Catalu?a tiene entre las regiones de toda Europa. La normalidad institucional catalana y la potencia creativa de su sociedad civil constituyen un atrayente espejo para muchas minor¨ªas europeas. Las distintas versiones del catalanismo han probado -con sus excesos a veces, pero tambi¨¦n con sus virtudes c¨ªvicas- una inequ¨ªvoca raigambre democr¨¢tica, bien distinta a la de ciertos nacionalismos hoy en ascenso, sobre todo en el centro y este de Europa. El regionalismo europeo avanza por una doble v¨ªa. Por un lado, el reconocimiento de las personalidades pol¨ªticas y las identidades culturales diferenciadas. Por otro, los cauces del mismo, se llamen ARE o Consejo de las Regiones, evidencian que su oportunidad estriba en su coordinaci¨®n. Las 170 regiones europeas constituyen un ele mento de pluralidad que podr¨ªa derivar en factor centr¨ªfugo respecto de la unidad europea. Pero su fuerza radica en su cohesi¨®n, de modo que los movimientos e instituciones que consagran el fen¨®meno de la diferencia suponen al mismo tiempo la posibilidad de su . encuadre y de su fuerza centr¨ªpeta.
En el ¨¢mbito interno, la nueva presidencia permite a Pujol dialogar con el Gobierno desde una posici¨®n reforzada. Pero tambi¨¦n coloca en un marco importante de la pol¨ªtica europea al Pujol de exportaci¨®n, un europe¨ªsta convencido cuya labor al frente de la ARE deber¨¢ ser la de contribuir a garantizar el principio de subsidiariedad, evitando tanto la dispersi¨®n como la excesiva centralizaci¨®n. La consolidaci¨®n de la ARE, as¨ª como la del Consejo de Municipios y Regiones de Europa, a cuya presidencia accedi¨® recientemente el alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, dotan a Espa?a de dos presencias coadyuvantes en la construcci¨®n comunitaria, evitando su disgregaci¨®n en una nueva Europa de taifas e integrando las distintas sensibilidades regionales y urbanas en el nuevo tejido continental.
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