Un doble fracaso
Argelia vive, tras el frenazo al proceso democr¨¢tico ocurrido el pasado mes de enero para evitar el acceso de los integristas al poder, un clima de guerra civil larvada cuyo m¨¢ximo exponente fue el asesinato, la semana pasada, del presidente Mohamed Budiaf. El clima pol¨ªtico ha empeorado, desde entonces, con el asesinato de cinco polic¨ªas. En los dos textos siguientes, los autores analizan la personalidad de Mohamed Budiaf; las causas que le llevaron a la muerte, ¨ªntimamente ligadas al deterioro de la situaci¨®n argelina, y las medidas pol¨ªticas que es necesario tomar para que esa guerra larvada no pase a ser una abierta guerra civil.
La muerte de Mohamed Budiaf rubrica un doble fracaso del sistema pol¨ªtico argelino. Argelia pierde un hombre ejemplar, raro; el sistema ha vuelto, bruscamente, al punto de partida, el del golpe de Estado del 19 de enero de 1992. Budiaf encarnaba la integridad, la inteligencia, y tambi¨¦n una cierta firmeza. Esta ¨²ltima puede haberle sido fatal -ya que aunque aliado de los militares que le necesitaban, Budiaf no renunciaba a jugar una cierta autonom¨ªa, algo que no gustaba necesariamente a sus protectores. El sistema pol¨ªtico y, en su seno, las fuerzas armadas se encuentran, pues, enfrentados al mismo tr¨¢gico dilema: aceptar la l¨®gica de la democracia formal significa perder con toda seguridad el poder frente a los islamistas; negar la democracia es debilitar d¨ªa a d¨ªa una fortaleza "modernista" ya odiada por los excluidos. El ej¨¦rcito argelino es sin duda culpable de proclamar el estado de sitio, pero en realidad es ¨¦l el que est¨¢ asediado por una sociedad a la que ya no controla. Al negar la alternancia, el pasado enero, el ej¨¦rcito cre¨® una situaci¨®n de enfrentamiento radical con los islamistas: pensaba, sin embargo, reunir en su torno los sufragios de los dem¨®cratas aterrorizados por el fanatismo vengador de los integristas. De hecho, no lo ha logrado mas que en poca medida: la mayor¨ªa de los partidos pol¨ªticos no se adhirieron m¨¢s que de boquilla a la operaci¨®n Budiaf porque no pod¨ªan dejar de ver en ella una ¨²ltima manipulaci¨®n para mantenerlos apartados. ?Pero, a los ojos del ej¨¦rcito, pod¨ªan pretender los dem¨®cratas asociarse al poder despu¨¦s de que la suerte de las urnas les fuera tan desfavorable? El ej¨¦rcito ten¨ªa las manos libres, y Budiaf, marginal en lo que respecta a los juegos de unos y otros, parec¨ªa el mal menor. ?Qui¨¦n se acordaba de ¨¦l la v¨ªspera del golpe de Estado?R¨¢pidamente, la din¨¢mica del enfrentamiento se impuso: por un lado, el nuevo poder no ten¨ªa nada que proponer a la sociedad, por otro, los integristas pasaron a la propaganda de los hechos. Asesinatos y represi¨®n, el ciclo se desarroll¨® inexorablemente.
El golpe de Estado de enero no ten¨ªa sentido m¨¢s que en la medida en que sus autores pod¨ªan proponer a la sociedad algo m¨¢s que la simple seguridad de las bayonetas. Las capas dirigentes argelinas -econ¨®micas, pol¨ªticas, culturales- deb¨ªan aceptar el desaf¨ªo de una dif¨ªcil democratizaci¨®n de la sociedad; no son las ¨²nicas que est¨¢n en ese caso: como en muchos de los pa¨ªses del Tercer Mundo, la transici¨®n a la democracia se ve contrariada por las duras relaciones econ¨®micas internacionales y, a la vez, por el apego de los ciudadanos poderosos a sus privilegios. Las elites dirigentes argelinas no escapan a la regla. Esos mismos que, hace cinco o seis anos, proclamaban su fidelidad a los derechos humanos, apoyan hoy a las fuerzas armadas y cierran los ojos ante los campos del desierto donde est¨¢n encerrados los islamistas.
Ahora bien, el islamismo continuar¨¢ prosperando en Argelia en la medida en continuen existiendo las causas que lo hicieron posible. Todo c¨¢lculo pol¨ªtico, o todo pol¨ªtico que olvide esto, fracasar¨¢. Hay tres maneras, y s¨®lo tres, para hacer frente a esta, calamidad de los tiempos modernos. La fuerza, la contemporizaci¨®n, o la gran pol¨ªtica.
La fuerza: es la peor manera. Se puede intimidar, amordazar, encarcelar o torturar tanto como se quiera, pero el bumer¨¢n volver¨¢ siempre contra los que lo lanzan por la sencilla raz¨®n de que no se puede aplastar ni reducir al silencio a la mitad de la sociedad, si no a las tres cuartas partes. Los j¨®venes, los parados son otros tantos militantes de la desesperaci¨®n en una sociedad que no da esperanza. Las fuerzas represivas tampoco son totalmente impermeables a los movimientos de la sociedad; la protesta terminar¨¢ inevitablemente por alcanzarles y no por una ley de la naturaleza, sino simplemente por que muy a menudo lo que espera a los j¨®venes llamados a filas tras su servicio militar es la miseria y el paro. En tal situaci¨®n, restablecer la autoridad del Estado no significa s¨®lo hacer que se escuche el ruido de las armas, es tambi¨¦n hacer que se acepte esa autoridad por la gran mayor¨ªa de la sociedad. La fuerza es sin duda necesaria; pero no es suficiente. La guerra civil larvada en Argelia lo prueba claramente.
Contemporizar
Segunda manera: la contemporizaci¨®n. Su objetivo es ganar tiempo, dividir al enemigo, hacer clientes e incluso atraer a los dirigentes del FIS a compromisos vagos, tan peligrosos para la sociedad como para los que los ponen en marcha. En resumen, integrar en el proceso pol¨ªtico por arriba a los grupos dirigentes islamistas. La ¨²nica posibilidad de que esta estrategia tenga ¨¦xito es que las dos partes tengan algo que ofrecerse mutuamente. Pero ?qu¨¦ puede el poder argelino ofrecer a los integristas que los justifique ante sus tropas? Y a la inversa, ?por qu¨¦ aceptar¨ªan los integristas compartir el poder con unas capas dirigentes de las que no pueden esperar nada? En este caso, contemporizar no quiere decir ganar tiempo sino perderlo. Lo que, a la larga, da ventaja a las fuerzas del rechazo.
Tercera manera: La gran pol¨ªtica. Atacar el mal de ra¨ªz. Esto supone una condici¨®n previa: diagnosticar la enfermedad. Ese pa¨ªs no est¨¢ enfermo de problemas de indentidad cultural, ni de una crisis de inadaptabilidad a la modernidad, ni de incapacidad cong¨¦nita de acceder a las costumbres democr¨¢ticas de hoy.
El pa¨ªs est¨¢ postrado por un abatimiento social sin precedente, golpeado, por la corrupci¨®n, la promiscuidad, el fanatismo religioso. Las principales amenazas contra el proceso democr¨¢tico se declinan brutalmente: ausencia de trabajo, de vivienda, de, educaci¨®n. Mientras el actual poder no sea capaz de responder a estos tres desaf¨ªos, el integrismo prosperar¨¢. Para hacerles frente, el poder, sea cual sea, deber¨¢ revisar dos ejes de su pol¨ªtica: renegociar su deuda externa teniendo en cuenta las relaciones de fuerza reales, es decir, renegociar el pago y aceptar ciertos escalonamientos si permiten ganar tiempo en materia social y econ¨®mica; definir nuevas orientaciones de desarrollo centradas en esos tres objetivos e importar no s¨®lo capitales, sino tambi¨¦n saber y oficios. Crear, en suma, riqueza sobre el terreno. En segundo lugar, compartir. Es decir, imponer a las elites dirigentes un reparto mas igualitario, menos dram¨¢ticamente injusto, de las riquezas. Pues es esto lo que constituye el eje principal de movilizaci¨®n de todas las capas marginalizadas desde hace a?os: reclaman m¨¢s justicia econ¨®mica, m¨¢s solidaridad, menos desprecio cultural.
El arma de los pobres
Este reparto implica un control de los partidos democr¨¢ticos sobre las estrategias gubernamentales y la puesta en marcha de verdaderas pol¨ªticas sociales. Mientras ¨¦stas no est¨¦n en marcha, los pobres lanzar¨¢n contra la cabeza de la sociedad el ¨²nico arma de que disponen, y que nadie les puede arrebatar: la religi¨®n.
El presidente Budiaf ha sido asesinado y no se sabr¨¢ jam¨¢s quienes han sido los verdaderos organizadores de la acci¨®n. Pero los desgraciados seis meses de poder le habr¨¢n permitido tomar la justa medida del bloqueo y del encarnecimiento con que los privilegiados se niegan a renunciar al m¨¢s m¨ªnimo de sus privilegios. Tal es el drama de las elites dirigentes del Tercer Mundo: ciegos a la miseria que les rodea, est¨¢n condenados a vivir con las armas en la mano. Ojal¨¢ la muerte de este hombre sirva, al menos, para hacerles reflexionar.
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