Abandonos
Cuando llega el verano, a final del mes que corresponde, la vida del espa?ol medio se pone particularmente cuesta arriba. Once meses esperando el de descanso y, de tanto como hay que hacer, llega uno agotado a la ma?ana de la partida.En primer lugar, hay que atender a los consejos de los expertos. Nos indican que, antes de emprender el viaje por carretera, debemos hacer unos suaves ejercicios de cintura y cervicales, dar una corta carrera de media hora por el barrio, desayunar poco (desde luego, ni churros, ni caf¨¦, ni copa, ni huevos fritos) y comprobar en el ¨²ltimo minuto que el nivel de aceite y el de agua van como deben y que los neum¨¢ticos est¨¢n hinchados convenientemente (?qui¨¦n conoce los cm3 o los kilos por dios sabe qu¨¦ que deben llevar las gomas?; de todos modos, nunca hay quien encuentre el dato en los librillos de la marca que se llevan en la guantera manchados de aceite, arrugados y con la p¨¢gina correspondiente arrancada). Y ojo al parche, que hay que ponerse el cintur¨®n y no pasarse de velocidad. Bueno, un estr¨¦s completo.
Luego, la parienta debe asegurarse de que el abuelo queda bien instalado en el sal¨®n de casa, que tiene suficiente comida en la nevera para aguantar el mes y que, al menos, hay una muda limpia en el armario. ?D¨®nde diablo se habr¨¢ metido Blackie? Condenado chucho, debe de andar otra vez por la calle. Bueno, mira Pepe, se conoce el camino de casa de memoria. Ya volver¨¢. Y si lo coge la perrera municipal, se lo habr¨¢ buscado, por idiota.
Es el mes de los abandonos. Abandonan los ciclistas el Tour, los padres a los ancianos, los due?os al perro. Abandona el serbio la raz¨®n y los jardineros el verde. Y es que, en la vida diaria, la gente es m¨¢s bien ego¨ªsta. Y, abandono por abandono, aqu¨ª lo primero que cae por la borda es el sentido com¨²n.
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