Agradable sorpresa

Como asiduo lector de poes¨ªa, me ha sorprendido agradablemente que el Premio Nacional (EL PAIS, 3 de junio) haya exhumado el desconocido nombre de Basillo Fern¨¢ndez, muerto hace ya cinco a?os en la mayor oscuridad literaria, aunque su obra sea desconocida y su calidad no se haya contrastado. No as¨ª la de los otros poetas finalistas vivos.En otros tiempos de menos imaginaci¨®n y mayor cicater¨ªa institucional, los casos como el de Fern¨¢ndez eran objeto de tesis doctorales o de ediciones cr¨ªticas a cargo de especialistas, lo que no dejaba de ser sino un reconocimiento meramente acad¨¦mico. Ahora la iniciativa de premiarlos de otro modo, aunque los interesados no se enteren de ello, abre posibilidades infinitas de reivindicaci¨®n, pues como el de Basilio Fern¨¢ndez hay muchos casos.

Por esta raz¨®n, tal vez seria acertado desglosar el Premio Nacional en dos: Premio Nacional de Poes¨ªa para Poetas Vivos y Premio Nacional de Poes¨ªa para Poetas Muertos, desconocidos o no. Esto evitar¨ªa la imaginable perplejidad y zozobra de los poetas vivos al enterarse de que compet¨ªan, en igualdad de circunstancias, con un muerto. Y la incertidumbre de no saber si el muerto pudiera ser G¨®ngora.

Es obvio que siempre se premia la calidad, por consiguiente, ?no ser¨ªa, incluso, acertado premiar poco a poco a todos aquellos poetas que, aunque muertos y con obra reconocida universalmente, aunque tan tarde para ellos como para Fern¨¢ndez, nunca en vida fueron premiados ni siquiera con el reconocimiento de sus contempor¨¢neos y, en el mejor de los casos, tuvieron que poner sus obras a los pies de r¨¢canos mecenas?- Rafael Gonz¨¢lez Palacios.