Aborto y 'empat¨ªa'
Hace unos d¨ªas, el Tribunal Supremo de Estados Unidos ha reafirmado la esencia del derecho de la mujer al aborto antes de la viabilidad de la gestaci¨®n, consider¨¢ndolo "un ingrediente de la libertad al que no se puede renunciar". El dictamen de los jueces rezuma subjetividad, angustia, emotividad y humanismo, como si la febril agitaci¨®n que provoca el aborto en la calle hubiese invadido la sacrosanta alta c¨¢mara judicial y contagiado a sus nueve magistrados, siempre tan remotos y aislados del mundo.Tras la c¨¦lebre sentencia Roe versus Wade, de 1973, pienso que esta nueva y no menos hist¨®rica decisi¨®n evidencia empat¨ªa, la capacidad de los altos magistrados de ponerse en el lugar de la mujer, de ubicarse con afecto y comprensi¨®n en la dif¨ªcil encrucijada de las embarazadas de hoy. "La libertad de la mujer", expresan con sensibilidad, "est¨¢ en juego de una forma inigualable en la condici¨®n humana... La madre que lleva a t¨¦rmino un embarazo est¨¢ sujeta a ansiedades, a limitaciones f¨ªsicas y a dolores que s¨®lo ella debe soportar. El hecho de que estos sacrificios hayan sido sobrellevados por la mujer desde el principio de la raza humana con un orgullo que la ennoblece ante los ojos de los dem¨¢s y que crea entre ella y el hijo una uni¨®n de amor no puede ser, por s¨ª solo, el fundamento que permita al Estado obligarla a que haga semejante sacrificio". Los miembros del tribunal ciertamente han sido conscientes de que, independientemente de las leyes del momento, en todos los tiempos hubo mujeres que consideraron el aborto como una alternativa ante el ag¨®nico dilema del embarazo indeseado. As¨ª pues, antiguamente muchas embarazadas ansiosas por interrumpir la gestaci¨®n imploraban a los dioses para expulsar el embri¨®n del ¨²tero; otras lo intentaban ellas mismas llen¨¢ndose la vagina de excremento de animales o de cenizas candentes, o golpe¨¢ndose el vientre con piedras y palos, o ingiriendo brebajes ponzo?osos. En ¨¦poca m¨¢s reciente se puso de moda introducirse hasta la matriz y clavarse agujas de hacer punto u otros objetos punzantes, con los que frecuentemente perforaban los ¨®rganos internos y se causaban graves hemorragias o infecciones. De esta forma, muchas embarazadas, en la desesperaci¨®n, se autoproduc¨ªan el aborto, y a su vez sufr¨ªan da?os irreparables o incluso la muerte, mientras que otras mor¨ªan a manos de abortistas s¨¢dicos o incompetentes. Hab¨ªa casos, incluso, de mujeres que, sinti¨¦ndose indefensas y abrumadas, perd¨ªan la esperanza y la cabeza y se suicidaban.
En la mayor¨ªa de pa¨ªses industrializados se permite ya la interrupci¨®n del embarazo bajo ciertas condiciones, y el aborto constituye un procedimiento m¨¦dico seguro, efectivo y econ¨®mico. Se calcula que unos cuarenta millones de mujeres de todo el mundo se enfrentan anualmente con este desafilo intolerable de una maternidad que no quieren, y, bien sea porque el feto sufre graves malformaciones, bien porque fueron violadas o v¨ªctimas de incesto, bien porque padecen incapacidad f¨ªsica o mental, bien porque les falta el apoyo del compa?ero o de la familia, o bien por razones econ¨®micas, por exigencias profesionales, por aversi¨®n al papel de madre, o simplemente por no desear tener hijos en ese momento de su vida, buscan la opci¨®n del aborto.
Sin embargo, incluso en las naciones avanzadas de Occidente, donde precisamente se encuentran los ¨ªndices de interrupci¨®n del embarazo m¨¢s altos, ning¨²n tema provoca tantos enfrentamientos, tanta pasi¨®n y tan amarga controversia. El enfrentamiento entre los grupos que se oponen al aborto, los que lo defienden y los que, aun sin defenderlo, se resisten a su prohibici¨®n, alcanza frecuentemente niveles de violencia alarmantes, lo cual demuestra c¨®mo la sociedad moderna todav¨ªa no ha resuelto el viejo y angustioso conflicto del embarazo indeseado.
El debate es tan intenso y est¨¢ tan polarizado que son contadas las personalidades o los pol¨ªticos que tarde o temprano no se vean acosados y tengan que definirse p¨²blicamente a favor o en contra del aborto, como ocurre peri¨®dicamente en Norteam¨¦rica coincidiendo con sus ciclos electorales.
El movimiento a favor de la despenalizaci¨®n del aborto est¨¢ impulsado especialmente por la mujer de la ciudad. Su lucha infatigable por la liberaci¨®n y la igualdad ha logrado convencer a un importante segmento de la sociedad del derecho inalienable a decidir libremente sobre situaciones que acarrean enormes consecuencias para su cuerpo y para su futuro, como son las graves secuelas de la concepci¨®n indeseada.
No cabe duda de que la sociedad urbana de hoy no valora tanto la maternidad como antiguamente, cuando la inmediata supervivencia de la especie humana depend¨ªa de la fecundidad de la mujer. La mayor parte de las f¨¦minas actuales considera el tener muchos hijos una desventaja, una carga emocional y econ¨®mica y, en definitiva, un obst¨¢culo en su camino hacia la plena realizaci¨®n. De hecho, cada d¨ªa son m¨¢s las mujeres conscientes de la estrecha relaci¨®n que existe entre la procreaci¨®n y la supervivencia propia, entre el control de su capacidad reproductiva y el dominio sobre sus vidas. Todo lo cual no impide el estallido de un enorme conflicto emocional cuando se enfrentan con la disyuntiva de elegir entre una maternidad que no quieren y un aborto que aborrecen.
Estudios recientes demuestran claramente que cuando el aborto se lleva a cabo dentro de un contexto social que lo acepta la mayor¨ªa de las mujeres se sienten profundamente aliviadas, menos angustiadas y m¨¢s esperanzadas despu¨¦s de interrumpir el embarazo indeseado. En efecto, las m¨¢s desafortunadas son las mujeres que desean intensamente terminar su embarazo y no lo consiguen, pues adem¨¢s de sufrir depresi¨®n y ansiedad durante un largo tiempo muchas de ellas terminan, consciente o inconscientemente, volcando su frustraci¨®n y resentimiento hacia el ni?o que naci¨® de una gestaci¨®n que trataron de evitar. A su vez, estos hijos indeseados, cuando llegan a la edad adulta, sufren una alta incidencia de trastornos mentales y de conducta, depresi¨®n, alcoholismo y drogadicci¨®n, tienen a menudo problemas con la ley, o expresan frecuentemente insatisfacci¨®n con la vida.
En definitiva, los jueces del alto tribunal estadounidense, con notable sensibilidad y sencillez, han confirmado que "la capacidad de controlar sus vidas reproductivas es esencial para que las mujeres puedan participar en igualdad de condiciones en la vida econ¨®mica y social de la sociedad". Al expresar su solidaridad y respeto por la calidad de vida de la mujer, los magistrados han demostrado que el dilema humano del aborto no se va a resolver con pancartas en la Calle ni con leyes en los tribunales, sino en los corazones y las mentes de los hombres y mujeres. Pues, a la postre, la interrupci¨®n del embarazo no es una cuesti¨®n de elegir entre los absolutos de la vida y la no vida, sino de empat¨ªa hacia la mujer, de vivenciar genuinamente la realidad femenina de nuestro tiempo.
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