El maltrecho coraz¨®n de Pl¨¢cido Mic¨®
El relato de un opositor v¨ªctima de la represi¨®n del r¨¦gimen de Guinea Ecuatorial
En Guinea Ecuatorial no hay cardi¨®logos. Pero Pl¨¢cido Mic¨®, opositor guineano, lo ten¨ªa todo a punto para que le analizasen un soplo al coraz¨®n en Madrid. Un billete de avi¨®n pagado por la Cruz Roja, la asistencia sanitaria ofrecida por Amnist¨ªa Internacional, familiares dispuestos a alojarle... ten¨ªa todo, excepto el visado de salida, que las autoridades le negaban por razones pol¨ªticas. Y es que a Mic¨® la pol¨ªtica le afecta al coraz¨®n: su dolencia cardiaca es secuela de las palizas que sufri¨® en la c¨¢rcel, cuando se convirti¨® en el preso pol¨ªtico m¨¢s carism¨¢tico de la ex colonia espa?ola en el ?frica occidental.El calvario de este licenciado en Ciencias Qu¨ªmicas de 29 a?os, miembro del ilegal partido de la Convergencia para la Democracia Social, comenz¨® el pasado 8 de febrero. Los esbirros del r¨¦gimen de Teodoro Obiang violaron las sacas de la oficina de correos del aeropuerto e interceptaron diversas cartas que Pl¨¢cido enviaba a Espa?a junto con ejemplares del peri¨®dico clandestino La Verdad. Al d¨ªa siguiente, cuando paseaba con su novia, cayeron sobre ¨¦l varios militares y miembros de la Seguridad guineana, capitaneados por un yerno de Obiang, el teniente Fausto Garriga Fuma.
"Tras una paliza en plena calle, me llevaron a la comisar¨ªa, y luego, de madrugada, con una capucha en la cabeza y los ojos vendados, a Punta Fernanda", dice. "El hermano del presidente y director de la Seguridad, Armengol Ond¨® Nguema, ya me hab¨ªa advertido: 'Esta noche vas a cantar', dijo. Me ataron los pies y codos seg¨²n el m¨¦todo de la tortura que llamamos et¨ªope y con una barra de hierro entre las ligaduras me colgaron boca abajo. Grit¨¦ como nunca, mientras ca¨ªan los golpes de todas partes". Pl¨¢cido Reg¨® a desear la muerte. "Mi cabeza rozaba contra un poste de hierro, y me golpe¨¦ contra ¨¦l para suicidarme. Por fin me desmay¨¦, y como ten¨ªa convulsiones, creyendo que me mor¨ªa, me desataron y me arrojaron a una celda"", explica.
Pl¨¢cido y otros prisioneros pol¨ªticos guineanos fueron liberados en junio pasado a ra¨ªz de las gestiones de Adolfo Su¨¢rez como asesor espa?ol para el proceso democr¨¢tico, pero se han producido nuevas detenciones. "No soy el ¨²nico en haberlo pasado mal. Lo importante es que estos sufrimientos sirvan de algo", a?ade al subrayar que ""no deben cesar las presiones contra el r¨¦gimen de Obiang".
Una vez liberado, Pl¨¢cido decidi¨® venir a Espa?a a tratar su castigado coraz¨®n. ""Como a todo activista pol¨ªtico o simplemente sospechoso de militar en alg¨²n partido, el Gobierno no me quer¨ªa dar la autorizaci¨®n para salir del pa¨ªs", relata Pl¨¢cido. Al final opt¨® por la fuga. "Por la noche tom¨¦ un cayuco [canoa] y, por la selva, r¨ªo arriba, llegu¨¦ a la frontera con Gab¨®n", explica a este diario en Madrid.
Mic¨® cree que la "solidaridad espa?ola fue clave" para su liberaci¨®n y la de otros compa?eros. Sin embargo, no puede ocultar una sombra de decepci¨®n: "Ahora hay que seguir el camino; pero los espa?oles no parecen comprender que, dadas las condiciones de miseria y medios infrahumanos en que trabaja la oposici¨®n, tan fundamental es el apoyo pol¨ªtico como el material", dice al relatar la indiferencia con que partidos y organizaciones no gubernamentales espa?olas suelen acoger las peticiones de ayuda de. los grupos de oposici¨®n.
Mic¨® no se quedar¨¢ en Espa?a. "Mi lugar est¨¢ en Guinea, con los m¨ªos". No teme las represalias: "`Si me detienen, que lo hagan; despu¨¦s de aquello, no puede haber nada a lo que temer".
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