El autoritarismo planea sobre Rusia un a?o despu¨¦s del golpe
La URSS se encontraba el pasado 19 de agosto, cuando se produjo el intento de golpe de Estado contra el presidente Mija¨ªl Gorbachov y sus reformas, en un doble periodo de transici¨®n: hacia un nuevo Estado y hacia un nuevo sistema econ¨®mico. O, como ha dicho Gorbachov, se enfrentaba a dos problemas: el del destino de la Uni¨®n y el de c¨®mo pasar a la econom¨ªa de mercado. El primero est¨¢ pr¨¢cticamente resuelto por la v¨ªa de la desintegraci¨®n. El segundo, todav¨ªa no. Rusia, la principal heredera de la URSS, deber¨¢ resolver pronto si continuar¨¢ su marcha acelerada hacia ese arriesgado objetivo o si cambiar¨¢ sustancialmente su pol¨ªtica econ¨®mica y social. Lo cierto es que, un a?o despu¨¦s del golpe, el fantasma del autoritarismo planea sobre Rusia.
El 20 de agosto de 1991 la mayor¨ªa de las rep¨²blicas que constitu¨ªan la URSS deb¨ªa firmar el nuevo Tratado de la Uni¨®n, por el cual el Centro -las autoridades federales o, simb¨®licamente, el Kremlin- perd¨ªa gran parte de su poder y lo traspasaba a los Gobiernos republicanos. Algunos consideraban que esto significar¨ªa el fin de la URSS o, al menos, el fin de su poder personal. Y decidieron impedir la firma.Un d¨ªa antes de la ceremonia, el pa¨ªs se despert¨® con m¨²sica cl¨¢sica por la televisi¨®n -signo inequ¨ªvoco para los sovi¨¦ticos de que algo grave pasaba en las altas esferas- y la noticia de que se hab¨ªa formado un Comit¨¦ Estatal de Emergencia. Los ocho miembros de este comit¨¦ -el vicepresidente de la URSS, Guennadi Yan¨¢yev; el primer ministro, Valent¨ªn P¨¢vlov; el ministro de Defensa, Dimitri Y¨¢zov; el del Interior, Bor¨ªs Pugo; el jefe del KGB, VIad¨ªmir Kriuchkov; el representante del complejo de la industria militar, Oleg BakI¨¢nov, m¨¢s los l¨ªderes de las asociaciones de directores de empresas y de koljoses y sovjoses- hicieron entrar los tanques en Mosc¨² e impusieron el estado de excepci¨®n. Gorbachov, dijeron, est¨¢ enfermo y por eso Yan¨¢yev act¨²a como jefe del Estado.
Al tercer d¨ªa, el golpe fracas¨®, gracias a la actuaci¨®n decidida del presidente de Rusia, Bor¨ªs Yeltsin, y de la propia poblaci¨®n, que sali¨® a las calles y se congreg¨® en la Casa Blanca -sede del Parlamento y del Gobierno rusos-, as¨ª como a las vacilaciones del Ej¨¦rcito, que finalmente se neg¨® a perpetrar una matanza.
Los golpistas impidieron la firma del Tratado de la Uni¨®n, pero no lograron ninguno de los objetivos que dec¨ªan perseguir, especial mente el de conservar la URSS. El golpe hizo que las rep¨²blicas, una tras otra, declararan su independencia.
Periodo de transici¨®n
Rusia, heredera natural de la URSS, un a?o despu¨¦s sigue viviendo un periodo de transici¨®n o, mejor dicho, de incertidumbre. Hay inc¨®gnitas tanto sobre el futuro pol¨ªtico del pa¨ªs como sobre su programa econ¨®mico.
La pregunta que con m¨¢s frecuencia se hace en Rusia actualmente es: ?Puede haber un nuevo golpe de Estado? Casi todos los interrogados responden que un intento como el del a?o pasado es imposible y, en caso que hubiera alg¨²n loco dispuesto a hacer la prueba, el fracaso ser¨ªa rotundo. Pero eso no significa que no haya peligro de que se imponga un r¨¦gimen totalitario.
Este peligro puede concretarse de diversas maneras. Una v¨ªa es la que el ex primer vicepresidente de Rusia, Sergu¨¦i Shajr¨¢i -que ha sido uno de los m¨¢s cercanos colaboradores de Yeltsin-, califica de cuasi legal y tiene su fundamento en las contradicciones que existen entre el Legislativo y el Ejecutivo.
El Parlamento, y especialmente su versi¨®n ampliada, el Congreso de Diputados del Pueblo, que es el m¨¢ximo ¨®rgano de poder seg¨²n la Constituci¨®n, est¨¢ dominado por personas contrarias a la reforma econ¨®mica radical que trata de aplicar, Yeltsin. Shajr¨¢i ha advertido sobre la posibilidad de que el macroparlamento acuse al presidente ruso de violar la Constituci¨®n, y de que le destituya.
Un h¨¦roe de guerra
En ese caso, Alexandr Rutsk¨®i se convertir¨ªa autom¨¢ticamente en el jefe del Estado. Este general, h¨¦roe de la guerra de Afganist¨¢n, es conocido por ser un ardiente: defensor de los rusohablantes en el territorio de la ex URSS y de los intereses estrat¨¦gicos de Rusia. Esta circunstancia le garantiza el apoyo de las llamadas fuerzas patri¨®ticas, como se conoce en Rusia a los nacionalistas y, conservadores. Adem¨¢s, el general Rutsk¨®i es posible que cuente con el apoyo del Ej¨¦rcito, sobre todo si se tiene en cuenta que ¨²ltimamente se ha nombrado en puestos claves a dos ex combatientes de Afganist¨¢n y que el mismo ministro de Defensa tambi¨¦n estuvo en ese pa¨ªs.
Otra v¨ªa para abrir paso al autoritarismo ser¨ªa utilizar al recientemente creado Consejo de Seguridad. Si el Comit¨¦ de Emergencia hubiese pose¨ªdo un ¨®rgano semejante no habr¨ªa necesitado implantar el estado de excepci¨®n con m¨¦todos anticonstitucionales, opina Shajr¨¢i.
Por ¨²ltimo, las fuerzas "nacional-patri¨®ticas fascistoides", apoyadas por los numerosos partidos neocomunistas que han surgido despu¨¦s de la prohibici¨®n del PCUS, encuentran hoy un terreno abonado entre una poblaci¨®n brutalmente empobrecida. Estas fuerzas re¨²nen hoy en sus manifestaciones a m¨¢s gente que los dem¨®cratas y prestar¨ªan su apoyo a quien desee instaurar un r¨¦gimen totalitario.
Precisamente para evitar que el descontento siga aumentando es por lo que se han introducido cambios sustanciales en la composici¨®n del Gabinete y se han dado carteras clave a representantes del complejo militar-industrial, partidarios de aplicar las reformas por etapas.
La primera consecuencia de estos cambios ha sido una desaceleraci¨®n de las reformas. Gaidar est¨¢ encontrando cada d¨ªa m¨¢s resistencia para continuar su pol¨ªtica econ¨®mica y hay quien piensa que el programa de reformas ya no se puede cumplir.
La gente de a pie, sin embargo, no parece poder resistir mucho m¨¢s la inflaci¨®n galopante y el deterioro diario de su nivel de vida. De ah¨ª que incluso los dem¨®cratas teman una "rebeli¨®n absurda". Y si hay que elegir entre la anarqu¨ªa y el caos que traer¨ªa esa rebeli¨®n, ellos est¨¢n dispuestos a aceptar eL autoritarismo, es decir, un nuevo golpe.
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