Las mil caras del candidato-presidente
Bush intenta forjarse la imagen de pol¨ªtico decidido y con car¨¢cter
El primer mandato presidencial en EE UU puede conseguirse a veces por una sucesi¨®n de factores entre los que la personalidad o la capacidad del candidato no tienen por qu¨¦ ser los fundamentales. Pero la reelecci¨®n hay que obtenerla a pulso. Para ganar cuatro a?os m¨¢s en la Casa Blanca hay que ejercer capacidad de liderazgo suficiente como para convencer a los votantes de que el aspirante se ha hecho acreedor a un nuevo margen de confianza. De hecho s¨®lo tres candidatos republicanos en toda la historia han concluido dos mandatos consecutivos: Ulysses Grant, Dwight Eisenhower y Ronald Reagan. Otra figura casi legendaria del republicanismo, Richard Nixon, gan¨® la reelecci¨®n, pero no pudo acabar por culpa del esc¨¢ndalo Watergate.George Herbert Walker Bush lleg¨® a la presidencia en 1988 favorecido por la entonces todav¨ªa triunfante revoluci¨®n reaganista y por la debilidad de su contrincante dem¨®crata, Michael Dukakis.
Consciente de que no hab¨ªa ganado por s¨ª mismo, Bush tuvo que hacer desde el principio una compleja coalici¨®n entre los intereses conservadores de los que era continuador y las posiciones moderadas que hab¨ªan dominado hasta ese momento su vida pol¨ªtica. Esa coalici¨®n desdibuj¨® considerablemente la imagen del presidente, que empez¨® a intentar trazar su propio perfil en la convenci¨®n republicana de Nueva Orleans y ha seguido haci¨¦ndolo durante estos cuatro ¨²ltimos a?os.
Ahora, cuando m¨¢s necesita presentarse ante el electorado como el l¨ªder firme en el que dejar las riendas de un pa¨ªs en crisis, resulta que descubre que su electorado ni le conoce ni le comprende ni concede gran m¨¦rito a sus cuatro a?os de gesti¨®n.
Resulta parad¨®jico, y hasta un poco cruel, que la invasi¨®n de la peque?a isla de Granada le bastara a Reagan para obtener fama de firmeza, mientras que la ocupaci¨®n de Panam¨¢ y la guerra del Golfo no le han servido a George Bush para ganarse por completo entre los norteamericanos el prestigio de un hombre decidido y con car¨¢cter.
La culpa de eso la tiene, en parte, esa forma -mitad herencia, mitad compromiso- en la que Bush lleg¨® a la Casa Blanca.
La otra parte de la culpa hay que atribu¨ªrsela al propio car¨¢cter del presidente: un personaje demasiado pragm¨¢tico, demasiado profesional, demasiado distante, demasiado flexible y demasiado contradictorio para el gusto de los norteamericanos.
George Bush naci¨® hace 68 a?os en Milton (Massachussetts), tiene su hogar en Kennebunkport (Maine) y dice sentirse de Houston (Tejas), donde mantiene su residencia oficial en un viejo hotel quebrado que ha ca¨ªdo en manos del capital japon¨¦s.
George Bush reclama con justicia su tejanidad, porque en este Estado se embarc¨® en negocios despu¨¦s de concluir su etapa militar y porque all¨ª empez¨® tambi¨¦n su carrera pol¨ªtica a comienzos de los a?os sesenta. Pero ese pasado no impide que muchos norteamericanos recuerden mejor la imagen de Bush como un alumno de la exclusiva universidad de Yale y como un miembro de una familia pudiente que nunca conoci¨® los sufrimientos de la clase media para educar a sus hijos. El presidente no puede ocultar que su padre, un hombre autoritario que inculc¨® a su hijo los valores del trabajo y la constancia, le precedi¨® en Yale y sol¨ªa jugar al golf con Eisenhower. Su madre, Dorothy, que ha cumplido los 9 a?os y parece seguir ejerciendo todav¨ªa una gran autoridad sobre el presidente, pas¨® su juventud jugando al tenis en un hogar privilegiado.
Ultraconservador
Bush habla hoy como un ultraconservador, pero quienes le conocen bien aseguran que no lo es en absoluto. En realidad, Bush no conf¨ªa mucho en las ideas; confia en sus amigos. Por esa raz¨®n, ha recurrido a su amigo James Baker.
A pesar de que la convenci¨®n republicana le ha entregado un programa electoral que responde a los intereses conservadores, George Bush nunca ha querido ganar prestigio en base a esos conceptos. Prefiere la imagen de un hombre honrado, trabajador, con tanto respeto por el puesto que ocupa que muchas veces se refiere a s¨ª mismo como "el presidente". Se encuentra tambi¨¦n c¨®modo en el papel de padre de familia. Casado desde hace 47 a?os con Barbara, tiene cinco hijos.
George Bush sabe que esos m¨¦ritos no van a ser suficientes para ganar la reelecci¨®n y, como un viejo camale¨®n, ha empezado a adoptar una nueva cara: la del agresivo orador electoral. Tal vez ¨¦sta ser¨¢ la ¨²ltima transformaci¨®n a la que se vea obligado, puesto que, suceda lo que suceda el pr¨®ximo 3 de noviembre, nunca tendr¨¢ que someterse m¨¢s al juicio de las urnas.
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